Ciudad de México, , 26 de Abril de 2024

YO SOLO ME ENTIENDO CON EL ALCOHOL Y ÉL ME ENTIENDE

Ricardo Contreras
24 julio, 2019

Confesiones de un Alcohólico

 Yo sólo me entiendo con el alcohol y él me entiende

Por Caty Guadarrama

Auri, originaria de Escuintla Chiapas, comparte con nosotros sus experiencias con el alcohol: “El primer contacto con el alcohol, fue con tequila y me noqueó, aunque sentí alegría, armonía. Tomé, me transformó, con cinco compañeras iniciamos la carrera con alcohol, quedamos todas bien borrachas, perdidas, yo tenía 17 años, luego me gustó el efecto y seguí tomando con mis compañeras. Yo trabajaba en un centro salud, y aprendía enfermería, aunque ganaba poco siempre salió para tomar.

 Cuando tenía 18 años, ya tenía más dinero y salía a tomar los viernes, luego viernes, sábado y domingo y después ya cargaba la cerveza toda la semana. Los días de quincena nos íbamos a emborrachar y llegaba a mi casa a hacer desastre, hacía bullas, me gustaba la música y seguía bebiendo sola o con mis amigas, aunque a veces me quedaba sola, era necia, no me dormía fácilmente, ahí estaba yo sola perdida y vacía, pero contenta.

Yo no vivía con mis papás, estaba sola en la casa, desde muy joven ya no quise estar con ellos, llegué a Escuintla y no tuve problema para encontrar trabajo. Me volví agresiva con mis padres, porque mi papa me negó, cuando era pequeña, él me veía tomada y desaparecía y mi mamá no decía nada, siempre sentí que no les importaba, siempre me mantuve sola. Me querían regañar yo tenía palabrotas para no escucharlos, gritaba “déjenme sola, no les pido nada”.

Tenía alcoholismo y tabaquismo, en la borrachera te relacionas con mucha gente y de pronto tuve un novio, pero no lo quería y me fui con él, era un alcohólico y drogadicto, trató de matarme, fui golpeada, humillada, tenía miedo de dejarlo, por su agresividad, hasta que logré separarme, tuve un hijo que también fue alcohólico, porque me veía, de pequeño no aprendía a leer, no asimilaba nada. Siempre estaba triste conmigo, no hablaba porque me tenía miedo porque era agresiva con mi pequeño.

Antes decía: «soy feliz, déjenme gastar mi dinero, así soy, soy una borracha ¡y qué!». Era enfermera, antes con saber poner un suero e inyectar ya eras enfermera. A mí hermana quise matar por leer la biblia para yo supiera lo malo que estaba haciendo y el daño con el niño, pero decía yo: “soy luchona, yo puedo sola, no necesito de nadie, yo sólo me entiendo con el alcohol y el me entiende”.

Siempre estaba haciendo desastres. Yo sabía que no estaba bien pero no importaba mientras siguiera bebiendo sin parar. Cuando comenzaba a temblar le paraba de tomar, no dormía cuando me emborrachaba.

Tuve otra pareja que no tomaba ni fumaba, era un buen hombre y me invitaba a dejar de tomar, en verdad me quería y me dejó por alcohólica, y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, porque era más importante embriagarme que el amor, sufrí por esa pérdida, pero pronto sané el dolor con varios de juerga, no deseaba recordar a ese hombre que no me entendió. Fui una idiota.

Seguí con mí vicio, hasta que encontré una mujer, y nos hicimos pareja, me sentía muy cómoda con ella porque atendía a mi hijo, aunque también bebía, nunca lo hizo como yo. Me decían mis familiares que no lo hiciera, ya era escoria, pero no me importó porque así yo podía seguir embruteciéndome, además había regalos, y muchas atenciones de mí pareja. Pero el resentimiento de mi hijo hacia mí, iba en aumento, y un día en una fiesta me gritó todos lo que pensaba y lo que pensaba mí, fue horrible escucharlo, aunque en el fondo siempre supe que ese día llegaría pues nunca tuve una buena atención para él.

Cuando mi hijo tenía 15 años me pidió que tuviera un hermano para no sentirse tan solo y decidí adoptar una niña, pero mi hijo no estuvo contento y sigue el coraje, estamos distanciados hoy todavía, yo estoy orando por él, dejo que sane, hasta que de pronto me llama para saber cómo estoy, como si no hubiera pasado nada. Mi hija está conmigo, a mi pareja le dice mamá.

Un 2 de noviembre fue la última vez que tomé, estaba en el patio de la casa, estaba borracha, sucia, orinada, le gritaba a mí madre cosas horribles, me dieron de comer en el patio junto a los orines como un perro, tenía coraje, pero no podía pararme, y le pedí a Dios que me ayudara, no quería morir.

-” Ayúdame señor por mis hijos”. En este momento Auri rompe la charla y llora, le toma unos momentos para seguir, limpia sus ojos y prosigue.

Así comencé a bajarle al consumo de alcohol, pero me llamaba la borrachera, entonces fumaba mucho más. Un día, en el trabajo llegó información de AA, leí la información y llené un cuestionario y saqué diez, porque yo tenía el perfil de un alcohólico, ahí entendí que tenía un gran problema.

Mi madre decía; “no vas a ir al grupo”, y la odiaba por eso, empecé asistir al grupo, y poco a poco fui dejando las ganas de tomar y un día al Cereso No.9 de Acapetahua y se formó el grupo y yo iba con el grupo institucional, así me mantuve alejada del alcohol, porque me daban muchas ansias de tomar.

Me armé de valor para dejar de tomar, estuve en oración, cada vez que salía del trabajo, me ponía a rezar a pedirle a Dios, cuando no podía más sólo ponía sal en mi boca.

Soy cofundadora de varios grupos en Escuintla, así me he mantenido trabajando para no irme a beber. Cuando veo a mi familia que toma en una fiesta, me retiro, porque sufro de una alergia que se llama alcoholismo, no me arriesgo a probar nada que contenga alcohol, no pruebo ni los nanches para no tener tentaciones.

A las mujeres les digo: que no tengan pena de llegar al grupo de AA, porque ahí uno encuentra una familia, que te va ayudar, y Dios te da la oportunidad de superar esa enfermedad y obediencia de los 36 principios que te ayudan a mantenerte sobrio, en el grupo encuentras los valores que se pierden, la gente te respeta.

 Gracias al grupo de AA, soy muy feliz porque aún disfruto a mí madre. Trabajo de noche y yo estoy todo el día con mi madre, la cuido le hago sus papillas y me duele porque sé que un día se va y no la quiero perder. Auri, sigue llorando y no puede hablar más…

 Cuando tenía 18 años, ya tenía más dinero y salía a tomar los viernes, luego viernes, sábado y domingo y después ya cargaba la cerveza toda la semana. Los días de quincena nos íbamos a emborrachar y llegaba a mi casa a hacer desastre, hacía bullas, me gustaba la música y seguía bebiendo sola o con mis amigas, aunque a veces me quedaba sola, era necia, no me dormía fácilmente, ahí estaba yo sola perdida y vacía, pero contenta.

Yo no vivía con mis papás, estaba sola en la casa, desde muy joven ya no quise estar con ellos, llegué a Escuintla y no tuve problema para encontrar trabajo. Me volví agresiva con mis padres, porque mi papa me negó, cuando era pequeña, él me veía tomada y desaparecía y mi mamá no decía nada, siempre sentí que no les importaba, siempre me mantuve sola. Me querían regañar yo tenía palabrotas para no escucharlos, gritaba “déjenme sola, no les pido nada”.

Tenía alcoholismo y tabaquismo, en la borrachera te relacionas con mucha gente y de pronto tuve un novio, pero no lo quería y me fui con él, era un alcohólico y drogadicto, trató de matarme, fui golpeada, humillada, tenía miedo de dejarlo, por su agresividad, hasta que logré separarme, tuve un hijo que también fue alcohólico, porque me veía, de pequeño no aprendía a leer, no asimilaba nada. Siempre estaba triste conmigo, no hablaba porque me tenía miedo porque era agresiva con mi pequeño.

Antes decía: «soy feliz, déjenme gastar mi dinero, así soy, soy una borracha ¡y qué!». Era enfermera, antes con saber poner un suero e inyectar ya eras enfermera. A mí hermana quise matar por leer la biblia para yo supiera lo malo que estaba haciendo y el daño con el niño, pero decía yo: “soy luchona, yo puedo sola, no necesito de nadie, yo sólo me entiendo con el alcohol y el me entiende”.

Siempre estaba haciendo desastres. Yo sabía que no estaba bien pero no importaba mientras siguiera bebiendo sin parar. Cuando comenzaba a temblar le paraba de tomar, no dormía cuando me emborrachaba.

Tuve otra pareja que no tomaba ni fumaba, era un buen hombre y me invitaba a dejar de tomar, en verdad me quería y me dejó por alcohólica, y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, porque era más importante embriagarme que el amor, sufrí por esa pérdida, pero pronto sané el dolor con varios de juerga, no deseaba recordar a ese hombre que no me entendió. Fui una idiota.

Seguí con mí vicio, hasta que encontré una mujer, y nos hicimos pareja, me sentía muy cómoda con ella porque atendía a mi hijo, aunque también bebía, nunca lo hizo como yo. Me decían mis familiares que no lo hiciera, ya era escoria, pero no me importó porque así yo podía seguir embruteciéndome, además había regalos, y muchas atenciones de mí pareja. Pero el resentimiento de mi hijo hacia mí, iba en aumento, y un día en una fiesta me gritó todos lo que pensaba y lo que pensaba mí, fue horrible escucharlo, aunque en el fondo siempre supe que ese día llegaría pues nunca tuve una buena atención para él.

Cuando mi hijo tenía 15 años me pidió que tuviera un hermano para no sentirse tan solo y decidí adoptar una niña, pero mi hijo no estuvo contento y sigue el coraje, estamos distanciados hoy todavía, yo estoy orando por él, dejo que sane, hasta que de pronto me llama para saber cómo estoy, como si no hubiera pasado nada. Mi hija está conmigo, a mi pareja le dice mamá.

Un 2 de noviembre fue la última vez que tomé, estaba en el patio de la casa, estaba borracha, sucia, orinada, le gritaba a mí madre cosas horribles, me dieron de comer en el patio junto a los orines como un perro, tenía coraje, pero no podía pararme, y le pedí a Dios que me ayudara, no quería morir.

-” Ayúdame señor por mis hijos”. En este momento Auri rompe la charla y llora, le toma unos momentos para seguir, limpia sus ojos y prosigue.

Así comencé a bajarle al consumo de alcohol, pero me llamaba la borrachera, entonces fumaba mucho más. Un día, en el trabajo llegó información de AA, leí la información y llené un cuestionario y saqué diez, porque yo tenía el perfil de un alcohólico, ahí entendí que tenía un gran problema.

Mi madre decía; “no vas a ir al grupo”, y la odiaba por eso, empecé asistir al grupo, y poco a poco fui dejando las ganas de tomar y un día al Cereso No.9 de Acapetahua y se formó el grupo y yo iba con el grupo institucional, así me mantuve alejada del alcohol, porque me daban muchas ansias de tomar.

Me armé de valor para dejar de tomar, estuve en oración, cada vez que salía del trabajo, me ponía a rezar a pedirle a Dios, cuando no podía más sólo ponía sal en mi boca.

Soy cofundadora de varios grupos en Escuintla, así me he mantenido trabajando para no irme a beber. Cuando veo a mi familia que toma en una fiesta, me retiro, porque sufro de una alergia que se llama alcoholismo, no me arriesgo a probar nada que contenga alcohol, no pruebo ni los nanches para no tener tentaciones.

A las mujeres les digo: que no tengan pena de llegar al grupo de AA, porque ahí uno encuentra una familia, que te va ayudar, y Dios te da la oportunidad de superar esa enfermedad y obediencia de los 36 principios que te ayudan a mantenerte sobrio, en el grupo encuentras los valores que se pierden, la gente te respeta.

 Gracias al grupo de AA, soy muy feliz porque aún disfruto a mí madre. Trabajo de noche y yo estoy todo el día con mi madre, la cuido le hago sus papillas y me duele porque sé que un día se va y no la quiero perder. Auri, sigue llorando y no puede hablar más…

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