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IDEAS SOBRE EL CONSERVADURISMO Y CONTRADICCIONES POR EL PODER EN MÉXICO

 

Columna El Rincón del Giróvago

IDEAS SOBRE EL CONSERVADURISMO Y CONTRADICCIONES POR EL PODER EN MÉXICO

/Por Alejandro Gamboa C./

A lo largo de la historia política de México, el conservadurismo ha estado marcado por una dualidad que oscila entre la defensa de valores tradicionales y la ambición por el poder, incluso a costa de sus propios principios. En el siglo XIX, los conservadores mexicanos no dudaron en solicitar la intervención de potencias extranjeras, como Francia, para imponer un sistema monárquico frente a las reformas liberales impulsadas por Benito Juárez y su Constitución de 1857.

Este patrón de recurrir a influencias externas continuó durante el siglo XX, aunque de manera más sutil. A medida que México avanzaba hacia la modernización y la institucionalización de una república laica, el conservadurismo pasó de defender los valores católicos a adaptarse a un nuevo escenario político, donde lo moral y lo religioso se convertían en herramientas de control.

En su lucha por contrarrestar las políticas liberales, los conservadores no siempre se mantuvieron fieles a sus principios, haciendo alianzas estratégicas que les permitieran mantenerse en posiciones de poder.

Durante la primera mitad del siglo XX, el conservadurismo se posicionó como un bloque opositor frente a las reformas educativas y sociales, rechazando las políticas que buscaban un estado laico y socialista. Sin embargo, con la llegada del neoconservadurismo en las últimas décadas, este movimiento empezó a asumir un papel más pragmático, estableciendo alianzas con otros grupos religiosos, como los evangélicos, en su lucha por mantener el control moral en la sociedad.

Una de las grandes contradicciones del conservadurismo mexicano fue su disposición a aliarse con movimientos y actores políticos que, en apariencia, contravenían los valores cristianos que decían defender. Esta flexibilidad táctica permitió a los conservadores ocupar importantes espacios de poder, especialmente a través del Partido Acción Nacional (PAN), que se consolidó como la principal fuerza política conservadora en México a finales del siglo XX.

La inevitable influencia extranjera

Si bien el conservadurismo mexicano ha sido históricamente visto como el defensor de la moralidad y el orden, su gusto por lo extranjero, tanto en términos de influencia cultural como de apoyo político, ha sido una constante. Desde el siglo XIX, cuando promovieron la intervención francesa, hasta su aceptación del neoliberalismo económico en el siglo XX, los conservadores en México han demostrado una falta de congruencia con sus valores fundacionales.

Este deseo de controlar el poder, incluso mediante alianzas que socavaban la soberanía nacional o el bienestar de las clases populares, es una de las principales críticas que se les ha hecho a lo largo de la historia.

Conservadurismo tenaz…

El conservadurismo mexicano ha demostrado una increíble capacidad de adaptación. A medida que las dinámicas políticas y sociales cambian, han pasado de ser un bloque homogéneo católico para incorporar nuevas corrientes evangélicas y pentecostales, creando alianzas que a menudo responden más a intereses de poder que a principios religiosos.

Este reacomodo ha permitido a los conservadores mantenerse relevantes en la arena política, aunque muchas veces a costa de sus propios valores.

La historia del conservadurismo en México revela un movimiento en constante contradicción: defensor de la moral religiosa, pero dispuesto a comprometerse con influencias extranjeras y alianzas pragmáticas para lograr sus objetivos políticos.

A propósito, Giovanni Sartori señala: “el ideal democrático no define la realidad democrática, y viceversa, una democracia real no es ni puede ser una democracia ideal”, planteando que la política, en especial en contextos democráticos, debe equilibrar los ideales con la realidad política.

Para nuestro autor, una democracia funcional es aquella que consigue una adecuada combinación de representatividad y eficacia, lo cual es esencial para un gobierno democrático que pueda realmente gobernar, sin perder la legitimidad que otorga la participación ciudadana informada​.

Al final, la clave es comprender las tensiones en el ejercicio del poder político en México y ampliar nuestra visión sobre la democracia (poder del pueblo), especialmente cuando los intereses conservadores han buscado influencias externas, como hasta hoy, para mantener su visión particular de orden social.

 

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