EN CONFESIONES DE UN ALCOHÓLICO
Cada vez que me sentía desesperada había una copa de alcohol esperándome
/Por Catalina Guadarrama/
En esta ocasión, Marina de Veracruz, comparte con nosotros sus vivencias en el mundo del alcohol: “El primer contacto con el alcohol fue a los 14 años en mi pueblo Mandinga, la gente se mantiene de la pesca y desde muy pequeña trabajé para ganarme la vida, era una escuincla e inexperta, hubo siempre alguien que me invitó a tomarme esa primera copa: yo estaba triste porque tenía problemas con mis padres, había recibido una golpiza por parte de mí madre y sin pensarlo tomé ese trago de alcohol, me sentí bien, ligera, libre y el alcohol me sirvió como una fuga para esconderme de esa familia que me golpeaba y yo me escapaba de los problemas. No dudé en seguir tomando, pues el alcohol se convirtió en mí refugio.
Vengo de una familia disfuncional, soy la segunda de siete hermanos y me voy con abuela paterna, a la ciudad de Veracruz, porque mis padres se separaron, hasta que me envía con mi mamá a su pueblo Mandinga de regreso, porque corría peligro, en la casa de mi abuela vivián muchos hombres, mis tíos, hermanos de mí papá, me faltaban al respeto, me manoseaban y casi me violan por fortuna llegó mi abuela a tiempo y me salvó de ser mancillada, por esas bestias.
Mi abuela me decía que mi madre no me quería, porque, era alcohólica y mi padre también, él terminó en un escuadrón de la muerte, un pobre teporocho viviendo en la calle, nunca me cuidó cuando viví con él y mi abuela, no existí para él. Cuando regreso con mi madre la cosa era igual, mis hermanos trabajaban para comer y mi madre era poco valorada en el pueblo, era analfabeta y para ganar un poco de dinero limpiaba casas; con ese poco dinero se emborrachaba y terminada tirada en la calle, yo estaba resentida con mi madre, porque golpes, hambre, malos tratos no faltaban en casa, nunca hubo amor, cariño, nunca tuve juguetes.
Cuando tengo el contacto con esa primera copa se me olvidó todo tipo de sufrimientos en mi vida, era el mejor escape que pude encontrar.
Sólo estudié hasta la primeria, no había dinero y todos mis hermanos y yo, nos ocupábamos en conseguirlo. Yo buscaba alguien que me ayudara a seguir estudiando, los vecinos del pueblo me ayudaron, a pagar la escuela de belleza, donde aprendí algo.
Un día, mi madre me golpeó peor que de costumbre, sólo porque estaba jugando en la calle y no quería regresar a la casa. Luego de la golpiza, me fui a la casa de unos vecinos nuevos y les pido ayuda, aceptan llevarme con ellos y me dejan con el hijo de la familia de 18 años, se aprovechó y me violó, al parecer los padres estaban de acuerdo porque les digo, lo que había pasado no se asombran, ni dicen nada, yo estaba asustada por todo, pues no sabía nada de sexo. Con esto se detona mí alcoholismo y empiezo a tomar diario, solo quería fugarme de la realidad, regreso al pueblo, y todos se enteran de la violación y mi madre me dijo, “antes no valías nada, ahora menos”, y me hundo en el vicio. Porque era señalada, pues ya no era nada.
Ya no me interesaba nada solo quería embrutecerme, solo quería salirme de ese pueblo, inmundo llamado Mandinga, que carecía de todos los servicios, sin agua, ni luz, vivíamos en un jacal, con piso de tierra en condiciones insanas, sin un ventilador, sin camas, dormíamos en tapetes en el suelo. Ya no pude más y regreso a Veracruz donde conozco al padre de mis hijos.
Ya estando en la ciudad, conozco a unos muchachos gay, pronto nos hicimos amigos: me ayudaron mucho, eran dueños de estéticas, aprendí mucho del negocio y encuentro clientela para trabajar en las casas. Buscaba salir de la pobreza en la que siempre había vivido y me involucro con un hombre 20 años mayor que yo y me daba todo, por supuesto era un alcohólico empedernido y tenía el poder del dinero. Para mí, era una felicidad infinita, por fin podía beber a mis anchas, sin preocupaciones de dinero y tenía una pareja quien podía embriagarme, hacíamos escenas de lo peor, no teníamos límites, no recuerdo como salíamos de las cantinas y los bares; a veces amanecíamos en algún hotel, otras en el carro, no sabía nunca qué iba suceder. De él, tengo dos hijos.
Con el alcoholismo, desenfrenado, terminamos como todos terminan: llegamos a los golpes y cuando nos golpeábamos, repetía la historia de mis padres, porque hice lo mismo, tenía cruda moral y la remediaba poniéndome ebria hasta no saber de mí, según yo, mitigaba el dolor con alcohol y más alcohol. Ni siquiera cuando estuve embarazada, yo necesitaba sentir el efecto del alcohol dos veces por semana por lo menos, tuve a mi hija y seguía bebiendo y luego cinco años después nació mi hijo y seguí bebiendo. Me separo definitivamente de este hombre y en el camino del alcohol, la parranda y los novios ocasionales, encontré a otro hombre que era borracho igual que yo, y su familia también, pero ya no estaba bien, cada 8 días nos inventábamos la fiestas y nos emborrachábamos, yo decía que no era alcohólica, porque ahora era bebedora social.
Cada borrachera, terminaba mal, peleando, llorando, corriendo, nada me hacía feliz, cada vez que yo me sentía desesperada siempre había una copa de alcohol esperándome, era comerciante creció el negocio me iba muy bien, ya no tenía carencias de dinero, pero no aceptaba que era alcohólica.
El vicio y el desenfreno terminó en divorcio y caí peor en el alcoholismo, manejaba ebria, me llevaron presa seis veces a la cárcel, se llevaban el carro al corralón y terminaba caminando en la calle, descalza, sin mercancía, porque iba lleno el carro, me robaban.
Un día termino en una cantina de mercado, después de una parranda, salí con amigos y no supe cómo llegué ahí, sin saber nada , sin tener nada, me llevan a la cárcel y me dijo un policía que ya me conocía: “señora tiene un grave problema con su manera de beber, ya no le vamos a dar su carro, antes tiene que ir a un lugar para que la ayuden”, se que Dios se manifestó para llegar AA, acudí algunas juntas de información, contesté, en cuestionario, y todo fue afirmativo, era ejemplo perfecto del alcohólico; y llegué para quedarme, no tengo la menor duda que el programa funciona, acepté que mi vida era ingobernable, que si no hacía algo pronto ya no tendría remedio.
Me apliqué al programa, recuperé a mis hijos, porque cuando me divorcié, mis hijos me abandonaron porque yo estaba al borde de convertirme en teporocha, no tenía control de mí.
No tengo pareja porque me produce muchas ansias y no quiero caer de nuevo, son tantos los sentimientos a los que me enfrento con una pareja que no quiero desequilibrarme otra vez.
En el grupo te vuelves responsable, vas un día a la vez, tener un servicio es una afirmación quedarme en el grupo, para anclarme y estar un año más.
AA si funciona, no es fácil llegar, no es fácil aceptar que tenemos un problema. AA salva vidas les comparto esas mujeres que tenemos la garra para salir adelante, tenemos valores y lo podemos hacer, la mujer tiene un lugar y podemos recuperar el respeto de la sociedad, recuperas la fe, tú vida cambia para ser útil y feliz, un día a la vez, es la salvación y sí se puede.
Alcohólicos Anónimos, Sección México,
Ofrece una alternativa de Solución para
quien Sufre la enfermedad del alcoholismo.
Servicios totalmente gratuitos.
Tel. 57055802. Lada sin costo: 018005613368