- La cooperativa procesa al año entre 15 y 20 toneladas de amaranto que se convierten en “alegrías”, ya sea en barras, galletas, chocoalegrías, barras con chocolate, enchiladitos (fritura o botana en forma de churros pequeños), harina, cereal, granola y calaveras
/Por Nadia Altamirano Díaz/
Zimatlán, Oaxaca.- El amaranto fue utilizado por los mayas y los aztecas en sus ritos religiosos; su importancia llega hasta nuestros días en forma de adorno y alimento. En Oaxaca, una empresa comunitaria, lo produce esta época del año en forma de calavera para los altares de los fieles difuntos.
“Las calaveras no las hacemos todos los días, el 30 de octubre elaboraremos mil 500 piezas de 100 gramos, el precio tienda de cada una es de 18 pesos”, explica Dolores Blas, encargada de la producción en la fábrica de la cooperativa “Amaranto de Mesoamérica para el Mundo”, en Zimatlán de Álvarez, a 30 kilómetros de la ciudad de Oaxaca.
La cooperativa procesa al año entre 15 y 20 toneladas de amaranto que se convierten en “alegrías”, ya sea en barras, galletas, chocoalegrías, barras con chocolate, enchiladitos (fritura o botana en forma de churros pequeños), harina, cereal, granola y calaveras.
La situación de empleo en Oaxaca es muy complicada, y aquí tenemos el trabajo seguro y permanente, son cinco las encargadas de elaborar todos los productos y “trabajamos seis días a la semana por producción más que por horario”, detalla Dolores Blas al mostrar la pequeña fábrica.
No cuentan con grandes máquinas industriales, sólo algunas de tamaño mediano, que en su mayoría mandan a elaborar porque “no las hay de línea”. La mayor parte del trabajo se hace de manera manual y alternada. Al día se elaboran dos o tres productos, porque sólo hay cinco trabajadoras.
En una olla de peltre, Elizabeth Delgado vigila que el melado (agua, piloncillo y miel de abeja), hierva a 112 grados centígrados, además de que le da un sabor dulce al pequeño grano reventado, la mezcla funciona como aglutinante. Para lograrlo, ambos ingredientes deben pasar por lo menos un minuto en la batidora, el único paso en el que interviene una maquina.
Una vez que el amaranto toma forma de masa seca y chiclosa, las manos empiezan a trabajar con rapidez, llenan y comprimen el amaranto en moldes de plástico, de donde salen cráneos perfectos.
La maniobra debe ser veloz porque “el cereal se seca, adquiere una forma muy tostada y ya no se puede manejar”, detalla Elizabeth, mientras sus manos llenas de caramelo no dejan de moverse.
En minutos, la mezcla se acaba y los cráneos desnudos empiezan a adquirir colorido. Dos círculos de papel brilloso son los ojos; una pasa la nariz; los pedazos de cacahuate son los dientes, y granillos de colores simulan el pelo. La calavera se envuelve en una bolsa de celofán y está lista para venderse.
EMPLEO PARA ELLAS
El olor a amaranto caliente y endulzado es penetrante, pero para las trabajadoras ya pasa desapercibido. “Cuando entré (hace nueve meses) todo se me antojaba, huele muy rico, sobre todo cuando fríen los enchiladitos y dan ganas de robar de la producción”, confiesa Libia Lourdes, una de las cinco trabajadoras que al igual que sus compañeras ha comprobado las dificultades para conseguir un empleo.
Para Jacqueline Morales, de 22 años, desde hace año y medio, ésta es su primera oportunidad laboral, después de que concluyó el bachillerato y no pudo continuar sus estudios, por ser la última de seis hermanos, en su mayoría mujeres. “Lo que me gusta es que tengo un empleo seguro y es un trabajo muy saludable”.
“El trabajo no lo encontramos tan fácil”, relata María Hernández, soltera de 32 años de edad, quien hace tres meses ingresó a la fábrica y sin complicaciones aprendió a elaborar las calaveras de amaranto.
LA INICIATIVA
El cultivo del amaranto empezó a promoverse en la entidad en 1996, a iniciativa del Centro de Desarrollo Comunitario Centéotl A.C. La idea inicial fue que las familias incluyeran en su dieta un cereal que tiene mayor valor nutricional que el maíz.
La respuesta fue tan positiva que en 2002, se creó una cooperativa para comercializar las 10 toneladas de excedentes que cosechaban 400 familias de 20 comunidades de Valles Centrales y la Sierra Sur. La cooperativa está formada por 81 socios, 37 de ellos son mujeres.
Mario Enrique Rendón, representante legal de Amaranto de Mesoamérica para el Mundo, destaca que “una de nuestras prioridades es ofrecer empleo a las mujeres para que puedan desarrollarse y tener ingresos”. El proceso de producción se sustenta en cinco mujeres y sólo tres hombres apoyan en el área administrativa, de ventas y comercialización.
En las comunidades son también 20 las mujeres quienes se han convertido en vendedoras que al mes pueden obtener hasta 700 pesos de ganancia. Sin contar a las familias que venden la tonelada de amaranto a 12 mil pesos, cuando regularmente en el mercado no rebasa ni los ocho mil pesos.
Los productos que ahí se elaboran, pero sobre todos las calaveras “tienen un potencial importante para llegar a diferentes lugares del estado o del país, pero lo que nos limita la comercialización es el transporte, sólo abarcamos la capital y la zona conurbada”.
A pesar de que el consumo del amaranto es una excelente opción para disminuir la obesidad y la desnutrición, porque contiene el doble de proteína que el maíz y el arroz, en Oaxaca el amaranto no es visto como un cultivo estratégico que ayudaría a mejorar los niveles de nutrición y contribuir a la economía de los productores.
Por ahora Amaranto de Mesoamérica para el Mundo A. C. es la única empresa comunitaria que lo procesa, y reproduce las calaveras, un elemento de la identidad mexicana más, en el culto a la muerte.