Mochila Política
Caro Quintero, el jefe
Por Héctor Moreno
Desapercibido, lejos del ruido de las mañaneras, un proceso de reconfiguración del narcotráfico ha comenzado a darse. El más importante en 40 años.
Y todo parece indicar que los augurios se cumplieron:
“La reconfiguración del poder institucional tras las elecciones, pero sobre todo las señales de entendimiento del Presidente López Obrador con poderes fácticos refuerzan su afán de restablecer el viejo sistema anclado en una simulación democrática sostenido mediante acuerdos obscuros o inconfesables.
“También ahí puede entenderse un hecho que pasó casi desapercibido en plena batalla electoral: en abril pasado la OFAC sacó a Rafael Caro Quintero y a toda su familia de la lista negra. Eso quiere decir que el origen de toda su cuestionada fortuna desde 1985, hoy cobra legitimidad completa.
“Solo el tiempo dirá si Caro Quintero vuelve a emerger como el gran capo de México”.
Para el FBI, Rafael Caro Quintero es el nuevo jefe del Cártel de Sinaloa y del suyo propio.
Además, Caro Quintero supuestamente ocupa un cargo activo y clave entre los cabecillas del Cartel de Sinaloa, y dirige las actividades de este cartel y de la organización de narcotráfico Caro Quintero en la región de Badiraguato en Sinaloa, México.
Así lo establece esa agencia del gobierno estadounidense en un aviso de los diez prófugos más buscados en donde aumentan a 20 millones de dólares la recompensa a quien entregue información que conduzca a su arresto y condena.
El Programa de Recompensas contra Narcóticos del Departamento de Estado de los Estados Unidos ofrece una recompensa de hasta USD 20.000.000 por información que conduzca al arresto y/o la condena de Rafael Caro Quintero.
En México nada ha dicho el gobierno mexicano.
Fin de una era
Rafael Caro Quintero forma parte de una generación de personajes del mundo de la delincuencia organizada de los años setenta y ochenta del siglo pasado entre quienes figuran Miguel Ángel Félix Gallardo, Pablo Acosta, Ernesto Fonseca Carrillo, Ismael El Mayo Zambada y otros más.
Bajo una época de un sistema hegemónico, vertical, cerrado, corrupto y corruptor se tejieron con la delincuencia organizada relaciones de control, impunidad y complicidad para beneficio mutuo.
Particularmente, hasta donde él mismo reveló en su momento, Caro Quintero estableció relaciones muy cercanas con el grupo de Javier García Paniagua a través de la familia Cosío Vidaurri y gozó de la protección de la Dirección Federal de Seguridad, la policía política del régimen de entonces.
Fue detenido en abril de 1985 acusado y condenado a 40 años de prisión por el crimen del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena Salazar y su piloto, Alfredo Zavala en una trama hasta hoy no esclarecida y bajo una disputa de lecturas que va desde quienes sostienen que el norteamericano era un agente doble hasta la extendida versión de un pleito más de la CIA y la DEA.
Caro Quintero fue condenado a 40 años de prisión, pero fue liberado el 9 de agosto de 2013, cuando llevaba 28 años de su condena. Salió gracias a un tecnicismo jurídico, pues un tribunal de Jalisco resolvió que su caso debió ser juzgado en el fuero común no en el federal como había sucedido.
En esas casi tres décadas de su encierro se dieron cambios en muchos órdenes, el político, el económico, el cultural y en los grupos de la delincuencia organizada. Todos esos años desfilaron personajes como los hermanos Arellano Félix, Amado Carrillo Fuentes, Joaquín El Chapo Guzmán, Héctor El Güero Palma, los hermanos Beltrán Leyva, Juan García Ábrego, etcétera.
Solo el llamado Cártel de Sinaloa ha permanecido con preeminencia aún con todos los cambios de gobiernos, tanto en México como en Estados Unidos y de esa generación de los ochenta solo uno ha sobrevivido al paso de los años: Ismael El Mayo Zambada García. Son insistentes las versiones sobre su retiro, merced a una enfermedad.
De lo que se conoce de ese grupo en la actualidad parecían perfilarse únicamente los hijos de El ChapoGuzmán para encumbrarse, pero el aviso del FBI manda una señal muy clara.
A diferencia de otros personajes de ese mundo, Caro Quintero ha buscado dar su versión sobre su vida y actividades, como lo hizo en una entrevista videograbada que concedió a la revista Proceso, publicada el 23 de julio de 2016.
Ahí reiteró -como siempre ha sostenido- que él no había matado a Camarena; pidió perdón a la sociedad, a la DEA y al gobierno de Estados Unidos. “No estoy en guerra con nadie; El Chapo y El Mayo son mis amigos”, dijo, entre otras cosas.
En ese año, el gobierno estadounidense ofrecía 5 millones de dólares por su captura.
Cinco años después algo se movió. La Corte de Nueva York ordenó a principios de abril de este año confiscarle cinco propiedades de él y su familia, asentadas en Zapopan, pero unos días después la OFAC los borró de la llamada lista negra.
Ahora, el FBI triplica la oferta: 20 millones de dólares por su captura. Suena lógico. Ahora es el jefe.
Perímetro
La descripción que Eduardo Campos hizo de la relajada vida que llevaba Caro Quintero en el Reclusorio Norte del entonces Distrito Federal, en El Norte de Monterrey a ocho meses de haber sido detenido (diciembre de 1985), es una joya de evidencia de la corrupción política.
Este es un extracto:
Hablando casi a gritos, con un acento norteño distintivo de los hombres del campo, Caro Quintero profiere toda clase de insultos a los policías, y a las autoridades en general, cuando recuerda la forma en que ha sido tratado.
“Nomás fíjese, me decomisaron un avión nada más porque viajé en él. A mis hijos les quitaron una línea aérea que mi mujer les compró, hasta a mis abogados los metieron al bote y todo sin pruebas ni justificación”, dice.
Las autoridades, señala, cometieron un grave error al detenerlo, pues siempre les ha sido útil afuera. “Yo limpié de bandas de asaltabancos y salteadores de caminos desde Jalisco hasta la frontera, cosa que ellos nunca podrían hacer”.
Mire, cuando dijeron que [Sara Cosío Vidaurri] estaba secuestrada, ella andaba en Costa Rica en un Toyota del año comprando todo lo que le daba la gana”.
“Nada más pregunte de dónde sacó el cuñado (el hermano de Sara) el reloj de 50 mil dólares que trae. Imagínese, yo me iba a cenar y a comer con la suegra (Cristina Martínez Cosío)”.
Gracias a una videocasetera que posee, junto con una televisión portátil de color, Caro Quintero puede ver el estado de los animales y de sus tierras, ya que sus ayudantes le envían periódicamente grabaciones e informes de todo cuanto acontece en ellos.
Frente a la cama, otros estantes sirven de escritorio y para mantener ropa y pocos libros. Abajo destacan dos imágenes de la Virgen de Guadalupe y una del Santo Niño de Atocha.
Al salir del dormitorio, después de que otro recluso le prepara el almuerzo, sale a recibirnos no sin antes saludar a los casi 20 visitantes que para las 13:00 horas se habían reunido en el jardín.
Colgando del cuello, sobre la camisa, lleva un llamativo “medallón” sostenido por cadenas dobles de oro con brillantes engarzados en toda su extensión.
En el “medallón”, de forma romboide, destaca un juego de piedras negras que hacen un mosaico entre el oro y los brillantes.
En su muñeca derecha, un brazalete de 25 centímetros de largo y labrado en caminos de oro y brillantes, lleva el mismo mosaico de piedras negras, que su vez concuerda con el de un anillo que lleva con la misma figura.
Su muñeca izquierda luce un reloj de oro, cuya carátula está delineada por brillantes pequeños.
“Desde que llegué he sacado como a unos 300, pagándoles las fianzas”, expresa. “Precisamente hace poco saqué a un muchacho que ya tenía aquí un año por 15 mil pesos de fianza. ¿Usted cree?, no se darán cuenta estos pen… de que les sale más cara la comida”.
Para sus amistades y trabajadores, Rafael Caro Quintero es “El Señor”.
La reverencia es tal que a la hora que sale de su celda listo para almorzar, todas las personas, reclusos y visitantes, salen del edificio para que él pueda ser atendido sin molestias al tomar sus alimentos.
Su importancia dentro del Reclusorio es indiscutible, ya que a nadie sorprende la visita del jefe de vigilancia a la hora del almuerzo. El vigilante es autorizado a pasar al comedor para platicar con Caro Quintero por algunos minutos.
Sus hijos varones, Héctor Rafael de 9 años, Enoch Emilio de 6 y Mario Gibrand de 2, lo visitan casi a diario y pueden quedarse con él a ver televisión.
“Yo no tengo educación, lo único que aprendí fue a dar lata, pero tengo confianza en que voy a salir libre una vez que las presiones se acaben, dice”.
Seguramente las presiones se acabaron el 9 de agosto de 2013 cuando salió libre…