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SIEMPRE CREÍ QUE EL ALCOHOL ME DABA ESA LIBERTAD QUE SENTÍA Y TANTO NECESITABA

EN CONFESIONES DE UN ALCOHÓLICO

              Siempre creí que el Alcohol me daba esa Libertad que sentía y tanto Necesitaba

 

/Por Katy Guadarrama/

En esta ocasión, Sergio, originario de Chihuahua, comparte sus turbias experiencias en el alcoholismo.

Muy amable toma el curso de la charla: “Comencé desde muy pequeño, sólo eran traguitos de los vasos que dejaban mis tíos, sin embargo, estuve aguantándome hasta terminar mí carrera de profesor,  me enviaron a trabajar a la Sierra Madre Occidental donde se encuentran los Rarámuris, desde el día que llegué me invadió una sensación de libertad y me desbordé en el alcohol, brindamos mis compañeros y yo, por el inicio del trabajo, luego por inicio de cursos, todo era motivo de brindis y de terminar borrachos, desde la primera semana de clases, fui crudo a impartir las lecciones, los pequeños se daban cuenta de mi estado,  hasta se reían de mí y como era de esperarse, le comentaban a sus padres y venían las quejas, las reprimendas. Había pocos maestros asignados a esa zona, entonces me cambiaron muchas veces de escuela, luego de zona escolar, nunca estuve a punto de perder mi trabajo.

Andando en el  alcohol, nunca son buenas experiencias que le pasan a uno,  dejaba tirado el trabajo y peleaba con los mismos compañeros de parranda que generalmente eran otros maestros; en una ocasión nos enviaron a realizar trámites de una comunidad a otra y antes de subir al ferrocarril, que es el medio de transporte en la Sierra, decidimos mis compañeros y yo  echarnos unas copas, en lo que llegó el transporte ya estábamos borrachísimos, invitamos a los soldados, que también viajaban y todos bien ebrios, comenzamos a jugar y les  quitábamos las armas a los soldados y todos estúpidos marchábamos con las pistolas y rifles, sin medir las consecuencias, los demás pasajeros tenían show gratis.

Las barbaridades que cometíamos no tenían límite, hacíamos apuestas para brincar de un carro a otro en plena marcha del tren, y pagaba las botellas el que no saltaba para seguir la “peda”, y borrachos decir que andábamos era poco.

Una vez, me llevé a mis alumnos de primer año a la Sierra con el pretexto de ir a conocer la naturaleza y estar en contacto con ella, pero era sólo el pretexto porque quería seguir bebiendo ya que andaba bien crudo, después de alcoholizarme toda la noche anterior, estaba tan mal que me temblaban las manos y sólo quería sentir la libertad que me daba el seguir borracho; por fortuna nunca hubo un daño a ningún pequeño. Pero el alcohol continuaba en mí. Se preguntarán porqué me aguantaron tanto, siempre estuvo el sindicato viendo por sus miembros.

Todo se justificaba a través del alcohol, cuando el inspector me cambiaba de una comunidad a otra y todos maestros eran compañeros de parrada, hasta el inspector tomaba con nosotros. Al lugar donde me enviaran, siempre había otro briago igual que yo y seguía la fiesta, sentía mi libertad.

Mi familia sabía del alcoholismo, pero como estaba lejos, no hacía caso, no tenía nadie que me limitara, ni el trabajo, o el compromiso con los estudiantes. Me casé y pensé, al tener una responsabilidad, que todo mejoraría y pero fue momentáneo uno o dos meses y volví a las andadas, comencé a tener problemas con mi esposa, la maltrataba verbalmente, se quejaba y yo me encolerizaba, la insultaba, me enojaba de cosas sin importancia, sólo buscaba un pretexto para comenzar a tomar. Lastimaba a mi mujer, al acusarla por no tener familia, ya que hasta los siete años de casados pudimos ser padres y eso también me servía para embrutecerme. Utilizaba todos recursos y el fin único y último era embriagarme.

A veces me perdía hasta no saber a donde andaba, despertaba en la calle y no reconocía el lugar, mareado, tambaleándome, pasaba horas hasta encontrar el camino de regreso a mí casa. Después de hacer muchas tarugadas en la Sierra, me dieron el cambio a la Cuidad de Chihuahua, pero no dejaba de beber, en ese tiempo casi no había grupos de AA, y yo no pensaba en la ayuda, no creía que era alcohólico, que no necesitaba el apoyo, me decía “soy borracho social, me gusta divertirme, sentirme bien, ¿qué mal puede existir en eso?”

Pero no paré con el alcoholismo, seguí bebiendo, yo no entendía porqué volvía siempre a beber, en mi familia mis tíos eran alcohólicos y como parte de disculpa, decía que era hereditario. De seis hermanos fui el único con este problema, hablaban conmigo, yo prometía que era la última vez, pero no era cierto, no estaba dispuesto a dejar mi libertad, siempre creí que el alcohol me daba esa libertad que según yo sentía y tanto necesitaba.

Mi punto de quiebre fue el temor de perder a mí familia, eso era muy fuerte vi a mí esposa decidida, quería divorciarse y yo no quería dejarla ir. Me sentía acabado, sin ella la vida no tenía sentido y por fin tuve miedo; decidí ir al grupo (Alcohólicos Anónimos), fue una sorpresa como me trataron, no se me obligó a nada, la buena forma de compartir sus experiencias hizo que me quedara.

En la colonia donde vivo se formaron los primeros grupos. A pesar de vivir a unas cuantas cuadras de un grupo no estaba enterado de su existencia, cuando fui por primera vez, estaba muy crudo con mucho miedo porque no sabia de qué se trataba, oculté mi dolor de cabeza, pero el miedo de perder a mi familia hizo que soportara lo que me decían los compañeros.

Hubo una situación muy benévola, cuando me hablaron de las consecuencias, si seguía por el camino de la embriaguez y si me quedaba y seguía por el camino de la sobriedad porque jamás iba a tomar otra copa, nunca volví a beber desde el día en que llegué, aunque yo decía después de un tiempo volvería a probar las mieles del alcohol.

Con el paso del tiempo se fueron quitando mis ganas hasta vencer este hábito, pero no fue nada fácil… Hasta aquí Sergio luego de una amena charla se detiene, está pensativo y luego de un hondo respiro continúa compartiendo sus experiencias…

La obsesión de beber es algo mental, fue duro aguantarme para no volver a tomar una copa, son unas ganas imparables, feroces de tomarse una copa, ese impulso, horrible, que te hace sudar, gritar, implorar y me revolcaba con tal de superar esa ansiedad por el alcohol, fueron dos años de desintoxicación, no deseo que nadie pase por esa etapa, tan fuerte, es como estar en un remolino del que no puedes salir. Por fortuna, mi esposa estuvo para apoyarme, le agradezco porque creyó en mí.

Y luego pude escribir todas mis fallas y mis errores durante mi estadía con el alcohol hasta que pude comentarle a un compañero y así te vas librando, vas paso a paso, día a día, sólo así superé esas ansias y te da mayor seguridad para no volver a beber, y sigo participando dentro del servicio de alcohólicos anónimos.

Hoy puedo tener comunicación con mis hijos, mis nietos y con mi adorada esposa es completa y totalmente diferente la relación que cuando bebía.

Ya tengo 32 años dentro del grupo, recomiendo que se informen los jóvenes de esta enfermedad porque no es sano andar así.

En el grupo donde me encuentro, llegan jóvenes, son enviados por la policía de la localidad para ayudarlos y es una gran oportunidad de informarse y hacer un alto en su vida, aunque quien es alcohólico difícilmente va a dejar de beber por sí solo, necesita de apoyo para salir de ese estado, porque hay que reconocer, que uno es alcohólico y si no es capaz de hacer eso, no se puede hacer todo los demás. Espero que alguien le pueda servir, como a mí, me ayudaron.

Alcohólicos Anónimos, Sección México, Ofrece una alternativa de Solución para quien Sufre la enfermedad del alcoholismo.

Servicios totalmente gratuitos.

Tel. 57055802. Lada sin costo: 018005613368

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