Confesiones de un alcohólico
¡El alcohol me producía un efecto mágico de liberación!
• Pepe B., es originario de José Cardel, Veracruz, su padre padecía problemas alcohólicos y su mamá era una mujer sumisa, neurótica y abnegada.
• A los 15 años tuvo su primer contacto con el alcohol, “me dieron tres cervezas de cuartito, (el alcohol) tiene un efecto mágico de liberación”.
/Paola Topete/
Pepe B., de 63 años, nació en José Cardel, Veracruz en el seno de una familia pobre. Su padre era alcohólico y su mamá era una mujer sumisa, neurótica y abnegada. Su hermano mayor su hermana menor,fueron su mejor compañía durante su infancia.
Dice que creció en la promiscuidad, pues la familia vivía en un «cuartito», su padre siempre les mencionaba que ya llegarían tiempos mejores,
“Cuando llovía, las goteras que caían, era como estar en la calle bajo la lluvia, quizá si llegaron esos tiempos de mejora, pero el alcoholismo de mi padre nunca permitió que fluyera el dinero al hogar como hubiésemos querido, excepto algunos gastos cuando nos comparaba ropa a mi y a mis hermanos».
Los insultos, neurosis, irá y cólera de su padre desarrolló en Pepe B. miedo. Su instinto fue refugiarse en su madre que siempre le decía: “¡Pórtate bien hijo!. Esa frase significaba que debía aceptar lo que no me parecía, «ver, oír y callar». Desde entonces me volví un chico tímido, delgado, acomplejado, las groserías de mi padre me dejaron muy marcado.
Las posibilidades económicas de sus padres no fueron sólidas, sin embargo, lo apoyaron en sus estudios académicos, Pepe B. se destacó por su aprovechamiento, a pesar de que reprobó tercer año de primaria, eso si, los deportes no eran su fuerte.
“Mis miedos eran altos, cuando cursé la primaria me «ganó del baño» en los pantalones, le pedí permiso a la profesora, me negó la salida al sanitario, me puse nervioso, tanto era mi temor que no pude decirle mi necesidad y así me fui a casa”.
A los quince años tuvo su primer contacto con el alcohol, en una tardeada, mientras que sus amigos traían chica de la mano, él se reprimía.
“Me dieron tres cervezas de cuartito, tenía amistades muy buenas como también solía tener amigos desastrosos, me incitaban a beber diciéndome que con eso iba a animarme a sacar a bailar a la chica que me gustaba, las primeras dos cervezas no me
agradaron, la tercera me dio un hormigueó, después me salió la valentía, caminé con demasiada decisión que saqué a una chica a bailar rock and roll, luego me volví celoso, posesivo, ella me decía que estaba guapo, considero que el alcohol es un efecto
mágico de liberación”.
Al tiempo su padre fue despedido, como premio de consolación le cedieron un bar para sostener a la familia.
Mientras tanto, Pepe B. al cumplir los 16 años, decidió estudiar en la Escuela Naval Veracruzana en Xalapa por cuatro años, donde recibió una beca económica por sus excelentes calificaciones, pero los malgastaba en alcohol y los amigos. Los fines de semana permanecía en el bar de su padre, su hobby era parrandear, antes de regresar a Xalapa pasaba a ver a su mamá.
“Tuve una euforia alcohólica, según mis amigos era bueno contando chistes, audaz para bailar, aunque no se hacerlo hasta la fecha, se presenciaron relaciones amorosas, decepciones, pero aún así continúe mi vida experimentando después de esos miedos
que tenía”.
Hasta que un día le llego su golpe de suerte, a sus 20 años concluyó sus estudios con excelente promedio, tomó la mejor oportunidad laboral: andar a caballo en otras tierras lejanas, fuera de la familia, sin que nadie lo reprimiera tomar.
“Estuve alcoholizado a punto de caer y perder la vida en barrancos grandes, pero gracias a Dios siempre la libré, hasta los 26 años, se desenfrenó mi situación, bebía con mayor exceso, me juntaba con amigos drogadictos, pero nunca me drogué, andaba con mujeres de bares y cabarets. En las comunidades que me mandaban a trabajar la gente me hacía honores, diciéndome: ¡Eres un excelente profesionista, de lo mejor que han enviado al pueblo, lástima que eres un borracho!”.
Con empeño se hizo de su primer carro, en donde vivió dos accidentes en la carretera, “el vehículo salió de la vialidad, dio dos vueltas y cayó parado, dos compañeros que e acompañaban y yo intentamos arrancarlo, y nos fuimos del lugar.
Dijo que en otra ocasión se quedó dormido, uno de mis amigos salió con raspones, perdió una prótesis dental, no supimos si se la tragó o la perdió, yo solo me lastimé mi rodilla”.
En ese tiempo padeció «lagunas mentales» y a veces no sabía donde andaba. Sus padres se preocupaban mucho. En una ocasión que fue a visitarlos, su madre le suplicó que el mejor regalo que le podría dar era que dejara de tomar, «con eso puedo morir en paz», de dijo.
“Hoy me encuentro más tranquilo porque he trabajado en ello, pero me dolían esas llamadas de atención de mis padres, mi madre tiene 24 años que partió, mi padre 15, lamento no haberlos escuchado cuando se acercaron a mi”.
Fue querido por muchos compañeros de trabajo, a punto de perder su empleo en distintas ocasiones, hasta que comenzó a sentirse sólo, vacío, a pesar de las conquistas que tenía, no encontraba a la mujer de su vida, las parrandas que empezaban con
alegría se convirtieron en tristezas.
“Es bonito llegar a los escuadrones de muerte, tembloroso, con frío en el cuerpo, pero más en el alma, te enseñan a ver ese trapo mugroso que es útil para cobijarte la espalda, tomar un vaso de agua, utilizar la cuchara para llevarte esos alimentos a la
boca, cuándo sientes esos tragos amargos y no te van a pasar al estómago”.
“Cuándo se te olvidó que tienes un trabajo, que tienes una esposa, esposo, novio, novia, hijos, amante, que tienes quien te espera o se preocupe por ti, yo amaba a mi trabajo, fui profesor, amaba a mis chicos, ellos me veían desolado, me motivaban ‘vamos a buscar ayuda para usted’, faltaba en el trabajo y a veces llegaba trasnochado y oliendo a alcohol”.
A los 30 años detuvo su ritmo de vida por insistencia de un amigo acudió al Grupo de Alcohólicos Anónimos Tradicional.
“Se le denomina Tradicional, debido a que se practican roles diferentes a un anexo, no se recluta, nadie es nadie forzado, las aportaciones son totalmente voluntarias, realizamos reuniones nocturnas de 2 horas en mi zona, los padrinos son sugeridos no obligados, todo es de buena voluntad, existe convivencia entre otros Grupos de la República Mexicana”.
“A los nueve meses me sentí incómodo, la terapia me aburría, no hice buen uso de la tribuna, solo presumía mis conquistas o los momentos cuando tomaba durante varios días sin parar, decía cosas que alimentaban mi ego, el miedo y la desesperación que sufrí en mi niñez, en una palabra: no aceptaba mi problema de alcoholismo”.
Esta situación orilló que se alejara del Grupo, no bebió durante muchos meses, cuando estaba a 10 días de cumplir un año sin tomar ocurrió algo inesperado.
“Mi madre emocionada de verme sobrio iba a hacerme tamales por mi primer aniversario, pero se me ocurrió visitar a una pareja que tenía en Nautla, y ahí tuve una parranda de una semana, llegué a la casa con la misma ropa, sucio, con un aspecto desagradable, al ver su rostro de mi mamá me sentí avergonzado”.
La recaída le duró 10 años más. En una ocasión conoció a una mujer que tenía tres hijos, se encontraba enferma de sus emociones y se enamoró de él.
“Ella estaba segura que podía rescatarme de mi manera de beber, establecimos nuestra relación en amasiato, llegaba a su casa, sus hijos me recibían con gusto, conviví con ellos desde que eran muy pequeños, me respetaron como un papá”.
“Sin embargo, la recaída fue brutal, a pesar de ello, jamás les falté a los niños ni a ella, siempre recordando mi niñez de lo que viví. Hoy, ellos son mi familia, mi esposa, mis hijos y mis nietos, los amo porque sin necesidad alguna me aguantaron, pasando vergüenzas de tenerme como tutor, como su compañero”.
Existieron momentos de riesgo, en una pelea de cantina con un familiar de su esposa y otras tres personas,
“Discutimos y terminamos en golpes entre familias, el familiar de mi esposa iba a llevar a mi casa, pero uno de ellos nos alcanzó y me dio una patada por la espalda dejándome unos días en cama, mi madre me dijo que me fuera a mi casa, porque estaba viviendo en una colonia peligrosa”.
“Después, presencié el sentimiento de culpa como padre, porque alcoholizado llevé a mi hijo el menor a comprarle algunas cosas que le gustaban, pero lo puse en riesgo, reté a un carnicero con el que ya había tenido problemas, por fortuna el no estaba borracho, llevaba los cuchillos que sabía manejar por su trabajo, estuve a nada de que me acuchillara o que le hiciera algo a mi niño, pero gracias a Dios no pasó a mayores, fue una gran irresponsabilidad”.
“Mi hijo le contó a mi esposa, ella me pidió que me fuera de la casa por haberlo expuesto, poco tiempo regresé con ellos y me los lleve a mi casa”.
En el lado laboral, su director le pidió que buscara ayuda y después retomara mis actividades.
Antes de fallecer, su mamá le pidió a su papá que anexara a Pepe B. antes de que lo fueran a encontrar golpeado o muerto en la calle.
“Mi padre le mencionó que yo ya había conocido la libertad de Alcohólicos Anónimos, si yo quería morir de borracho era como ejemplo para aquellos que siguen bebiendo, por no aprovechar la oportunidad de Dios, mejorando el camino de vida”.
Así llegó el tiempo preciso para que Pepe B. retomará su rehabilitación en AA. “El 2 de septiembre de 1996 regresé al Grupo Tradicional, la dinámica ya era diferente, con rigor e insultos, estaba derrotado pero convincente de que ese era mi lugar, antes de salir de la junta uno de los compañeros se acercó a mí diciéndome: ¡Mira Pepe, ya vienes muy golpeado, no te vamos a golpear tu mente, pero así como te sentaste hasta enfrente, ya no te vayas, quédate con nosotros!
“Recuerdo que también mi esposa fue al Grupo de Comelones Compulsivos ese mismo día, para tratar sus problemas emocionales basados en la alimentación”.
Sorpresivamente en AA se percataron que un miembro dejó de asistir (encargado del aseo), sus compañeros propusieron a Pepe B., que de inmediato aceptó.
“Iba de regreso a casa, con esos minutos de reflexión ‘les recordé a su jefa’, porque dije: apenas voy entrando y éstos ya me quieren traer de su criado, pero Dios me dio entendimiento para ejercer el servicio sin renegar, hoy apoyo como Coordinador del área de Veracruz, a casi 22 años de dedicación sin tomar una gota de alcohol, no dejo mi responsabilidad de atender a mi familia, disfruto y llevo a cabo la calidad del tiempo”.
Pepe B. brinda un consejo a todas las personas que tienen problemas con el alcohol o quiénes tienen un familiar o conocido que padece está enfermedad.
“Les pido se acerquen al Grupo de Alcohólicos Anónimos, rompan prejuicios informándose, no rechacen algo que no han experimentado, es un lugar donde no se imponen creencias religiosas, allí se encuentra la paz y tranquilidad no nada más del afectado, sino también de quiénes lo rodean, salgan de la oscuridad, en caso de brindarles un cargo como servicio acepten la invitación, es agradable ayudar a los demás como nos gustaría ser tratados”.
Alcohólicos Anónimos, Sección México,
Ofrece una alternativa de solución para quien
Sufre la enfermedad del alcoholismo.
Servicios totalmente gratuitos.
Tel. 57055802. Lada sin costo 018005613368