Confesiones de un alcohólico
¡Embriagarse por Frustración!
- Justino P., secretario del Grupo de Alcohólicos Anónimos del centro de Veracruz, creció en el seno de una familia de escasos recursos, compuesta por sus padres y 4 hermanos.
- “Soy muy sensible, tomé el alcohol como una fuga, una catarsis, por la frustración de no poderme ordenar como sacerdote, tal como quería mi madre”.
- “Para pertenecer a AA sólo basta el deseo sincero de dejar de beber y practicar los tres legados que son: la recuperación, la unidad y el servicio”.
/Paola Topete/
Justino P., secretario del Grupo de Alcohólicos Anónimos del centro de Veracruz, nos relató su experiencia familiar y personal ocurrida antes, durante y después de conocer Alcohólicos Anónimos.
Creció dentro de una familia de escasos recursos compuesta por sus padres y sus 4 hermanos.
La comunicación no era muy fluida en su núcleo familiar, además de que sus padres los “educaron” a base de gritos, regaños y maltratos físicos.
“Fui un niño serio y porque no decirlo, bastante introvertido, no reía, a pesar de ello siempre obedecí a mis padres, en el caso de mi hermano era muy rebelde, a cada rato le pegaban por no obedecer, tanto que presencié cuando le quemaron sus manitas, mi madre por corregir lo que él había hecho le puso sus manos en la lumbre, para hacerle entender que lo que hizo no estaba bien, así era la forma de respetar a nuestros mayores, todas esas acciones me las fui quedando”.
Tampoco la relación con sus hermanos fue muy cordial, nunca hubo palabras cariñosas, ni abrazos, ninguna muestra de afecto.
“Crecimos para vivir solos ante la pérdida de nuestros padres, hasta ahora tenemos un poco más de convivencia en año nuevo, cumpleaños, Día de Reyes y festejos que antes no pudimos tener”.
Sus padres no tenían los recursos para pagar sus estudios, pues Justino P. iba a la primaria descalzo, no tenía uniforme, pero siempre aprovechó lo que tenía y se destacó por sus conocimientos y su dedicación.
Dice que a la hora del recreo, cuando tenía la oportunidad “gorreaba” la comida a quienes tenían la posibilidad de compartirle algo de comer.
Al terminar la primaria su padre falleció de hepatitis; la situación económica empeoró para su mamá, fue entonces cuando él y su hermano deciden apoyar en algunas labores, y buscan trabajo para no descuidar la escuela o en temporada vacacional.
“Ella (su madre) nos sacó adelante, lavando o planchando ajeno, buscaba la manera para que no nos faltarán los alimentos en casa, llegamos a decirle que dejaríamos de estudiar, pero no, nos permitió”.
Desde su infancia le inculcaron la religión católica y ayudaba como monaguillo al padre de la iglesia, poco se volvió su apoyo y su padrino que siempre lo orientó.
“Él comenzó a persuadirme para seguir con los conocimientos religiosos, decía que veía talento y cualidades para ser sacerdote, habló con mi mamá, pero ella no podía con esos gastos ni para que yo continuará estudiando, desde entonces, agradezco al padre a pesar de que ya falleció, por haberme apoyado en mis estudios económicamente y guiarme al éxito”.
Se acercaron las fechas del pre-seminario para ser sacerdote, pero por cuestiones económicas no logró entrar y su padrino el sacerdote no se encontraba. Su mamá tenía el deseo de verlo como sacerdote.
“Quise complacer a mi mamá, además me gustaba el ambiente, yo sentía que era una buena vocación para mí”.
Sintió mucha frustración cuando se apagaron sus sueños, a la fecha sigue trabajando en sus objetivos no alcanzados, pero por un tiempo dejó de estudiar y se puso a trabajar.
Posteriormente retomó la preparatoria y la terminó con éxito, pero poco tiempo después su mamá falleció. Por fortuna se encontró de nueva cuenta con su amigo el sacerdote, quien le brindó nuevamente el apoyo para que siguiera estudiando y retomara el sueño de ser cura.
“A través de él inicié una Licenciatura en Antropología en la Universidad Veracruzana, para tener una base y así inclinarme al seminario sacerdotal”.
Sin embargo, Justino tuvo algunos tropiezos pero sus deseos de superación fueron más grandes: logró otra Licenciatura en Ciencias Sociales y buscó trabajo como profesor en una Preparatoria porque necesitaba dinero.
A partir de los 28 años, siendo un profesionista, inició con el problema del alcohol.
“Yo soy muy sensible, tomé el alcohol como una fuga, una catarsis, porque recordaba cuanto padecí, la frustración de no haber complacido a mi madre como sacerdote me dolía, me la pasaba llorando en recordar todos aquellos sucesos que viví con mis padres, sufría no tenerlos”.
Justino decido formar una familia y se casa a los 33 años por la Iglesia Católica, pero de su mano, iba el vicio del alcohol.
El papá de uno de sus alumnos se acercó de manera desinteresada a brindarle información de ayuda ante su problema de alcoholismo.
“Un señor me llamó, me acerqué con cerveza en mano, me dijo: ‘oiga maestro, perdone el atrevimiento, pero yo a usted lo apreció, sé que usted es una persona responsable, trabajadora, ¿Usted no ha pensado en dejar de beber?.
Le respondí que si lo había pensado, pero no podía, me ganaba la obsesión por beber.
¿Usted sabe que hay grupos de AA?, si usted quiere lo puedo contactar con algún compañero para que le ayuden. Acepté la propuesta.
Justino P. llevó su enfermedad durante ocho años hasta el 27 noviembre del 2005, a partir de la visita a su domicilio que le hicieron los miembros del Grupo de AA. Este año cumplirá 13 sin probar una gota de alcohol.
“Hasta hoy me siento con gusto de permanecer en el agrupamiento, en mi caso, siempre me baso en el 4to. y 5to. paso, ‘hacer el inventario de las causas de mi alcoholismo’.
Mi esposa me preguntaba ¿por qué bebes?. Siempre me decía que como profesor tratara de cambiar mi imagen ante mis alumnos. En nuestro matrimonio solo tuvimos un hijo, lamentablemente perdimos uno, mi esposa tuvo complicaciones durante el embarazo. Eso me puso triste porque quería tener más hijos, somos tres integrantes: mi esposa, mi hijo de 22 años y yo.
La bebida en él fue una salida a todas las adversidades en su vida, sin embargo, nunca puso en riesgo su integridad física,
Tuve algunas discusiones por mi manera de tomar, en una ocasión, una persona que no tenía nada que ver conmigo, ni yo con ella, me agredió y me golpeó. También recuerdo que al “calor de las copas” discuté con un amigo y terminamos en problemas. Eso sí, no arriesgué jamás a mi familia, ni mucho menos puse en juego mi vida, pues tomar para mí era un escape para olvidar de toda frustración que cargaba”.
Justino P., ante la experiencia con el alcohol, asegure que el Grupo de Alcohólicos Anónimos es un cambio de vida.
“En lo fundamental, para pertenecer sólo basta con el deseo sincero de dejar de beber, a partir de la aceptación como alcohólico, una vez de que decide ser un miembro del Grupo se necesita perseverancia, estudiar un poco de la literatura, practicar los tres legados que es: la recuperación, la unidad y el servicio”.
“Lo mejor es ahorrarse el tiempo de salud, de gozo a la vida, se viven experiencias a congresos, convenciones, prepararse con temas para no sufrir físicamente, moralmente y psicológicamente. Algo que le caracteriza al Grupo AA, su prioridad ante la transmisión del mensaje es de voz en voz, a través de las experiencias vividas durante y después de ingresar a esta institución, la metodología es tener la decisión, disposición de realizar el cambio”.
Alcohólicos Anónimos, Sección México,
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