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¡Rompiendo cadenas de la infancia!

Confesiones de un alcohólico

¡Rompiendo cadenas de la infancia!

 

  • “Mi niñez fue de un papá alcohólico, siempre que llegaba golpeaba a mi mamá, a mi hermana mayor y a mi, por consiguiente, crecí con mucho resentimiento, odiaba a todo el mundo”.
  • “Todo lo hacía para huir, quería que mi familia no se preocupara de mi por ello me alejaba…”.
  • “Agarre a mi hija la mayor la eleve para sujetarla y se me zafó…”.

/Paola Topete/

Enrique D. nos comparte su vivencia con el alcoholismo y al integrarse al Grupo de Alcohólicos Anónimos,

“Mi niñez fue de un papá alcohólico, siempre que llegaba golpeaba a mi mamá, a mi hermana mayor y a mi, por consiguiente, crecí con mucho resentimiento, odiaba a todo el mundo”.

Solo estudió la primaria por ausencia económica en la familia, a los once años inició a trabajar para llevar el sustento a casa, pues la familia era numerosa con solo once hermanos; la parte paterna no asumía los ingresos en el hogar.

“Mi primer trabajo fue en el campo, limpiar los chilares, el maíz, después me dediqué a la siembra, luego un tío materno se acercó a mí para que trabajara y aprendiera en un taller de joyería, yo tengo una discapacidad en la pierna (poliomielitis) y decía que el campo era muy duro para mí condición”.

A pesar de tener maltrato físico, el crecimiento de él generó una decisión futura, “Yo jamás voy a maltratar a mi familia”. Para ese tiempo los muchachos ya tomaban, fumaban, “Como veían que yo no lo hacía me decían que si era maricon, hasta cierto punto se burlaban”.

Incluso llego a decir que él no bebería, pero desafortunadamente el contacto con el alcohol causó inquietud, “Me gustaron los efectos porque me hacían olvidar mis frustraciones, pero nunca me gusto el sabor del alcohol”.

Al comenzar a trabajar en la joyería socializó a primera instancia, “El taller era muy grande, encontré amigos, me daban de comer, tomábamos para pertenecer al grupo social aceptaba unos tragos primero, así hasta ponerme bien borracho”.

A los diecisiete años comenzó a beber con mayor frecuencia y a dañar a las personas, “En especial a mi madre, la tuve con preocupaciones, me volví agresivo por tomar demasiado, decía que aguantaba mucho, pasaba tres días perdido, regresaba como si nada, después el alcohol me domino poco a poco tuve lagunas mentales, amanecía en la calle tirado”.

Enrique D. comentó que en su Estado natal siempre hay fiestas de xv años, bodas muy agradables, “Son lo más socorrido porque corre el alcohol de dos o tres días, siempre hay pleitos o la fiesta puede terminar en tragedias”.

Cuando vivía con su mamá estuvo en muchas ocasiones su vida en peligro, porque en Guerrero todo hombre porta un arma blanca, “A veces por beber había diferencias, una ocasión tuve que defenderme, la otra persona quedó mal herida, me agarró la judicial me dieron una golpiza, enseguida me llevaron detenido, después salí gracias a mi familia como dijeran ‘la influyente’ hablaron con el comandante, de lo contrario me iban a tener preso por la cuchillada que había dejado en el pecho, de milagro estoy vivo por muchas vivencias que tuve”.

Enrique analizó que su mamá pasaba angustiada todo el tiempo, por lo que decidió moverse de lugar, “Bebía para divertirme, no para hacer sufrir a los demás, estuve un tiempo en el puerto de Acapulco, luego a Oaxaca, después me fui a Cuernavaca, quise probar en la Ciudad de México pero no me gustó solo dure dos días, tome un camión para Coahuila”.

“Todo lo hacía para huir, quería que mi familia no se preocupara de mi por ello me alejaba, actualmente veo la realidad, ellos querían saber de mí, en no pensar si ya me habían aventado, si a caso me tenían detenido o si pude causarle daño a alguien por los efectos del alcohol”.

A sus veintiseis años llegó a Coahuila buscando trabajo en billares, cantinas, de talachero, todo oficio se esmeraba a desempeñar no importando su discapacidad,

“Quería irme del lugar, pero una persona que conocí platicando de lo que yo sabía hacer, me comentó que un dueño de un taller requería de un ayudante gane más lamentablemente para mi, bebía en exceso”.

Al llegar por primera vez a Coahuila era inexperto en manejar autos, chocó en diferentes ocasiones, lo único que sabía dirigir eran burros, caballos,

“Un día íbamos de un pueblo a otro tomados dos amigos, yo manejando me gano el sueño pero justamente al pasar un puente el carro pego en una parte del auto, dio la vuelta y quedamos colgados, yo le llamo suerte porque la mayoría de los alcohólicos podemos lastimar a otros, sin embargo, uno siempre sale ileso, en ese instante pasaron unas personas, nos auxiliaron entre asustados, conscientes, alcohólicos nos fuimos al pueblo a seguir tomando”.

Tres años después conoció a quien ahora es su esposa, “Me case a los treinta años, me fui para abajo en el vicio, nació mi primera hija, dije hasta aquí, nació la segunda, luego la tercera de mis hijas pero no pude dejar de beber al verlas crecer me entró remordimiento porque yo no quería darles la vida que pase en mi infancia, por ello, ni a mis hijas ni a mi esposa las maltrate”.

En el caso de su familia, todos los domingos bebía, su lugar favorito era llevarlas al campo para hacer carne asada en esas circunstancias, “Uno cree que es muy bueno para manejar pero no es así, gracias a Dios no paso nada, excepto que llegue a casa borracho, agarre a mi hija la mayor la eleve para sujetarla y se me zafó, mi intención era jugar con ella, gracias a dios no alcanzó a caer al piso, reaccione rápido, se me bajo lo alcoholizado pero si eso hubiera ocurrido mi hija hubiera caído de cabeza”.

De tantos acontecimientos, buscó ayuda, hizo juramentos que no logro llevar acabo, hasta que un conocido le platicó del Grupo de Alcohólicos Anónimos, él desde Querétaro conoció el agrupamiento dejo de beber se fue a Coahuila, “Mi conocido con la experiencia sin beber, me paso la información, me acompañó a la primer junta, yo estaba renuente hasta que la tercera junta él me dijo que decidiera, no me iba a obligar, entonces lleve a cabo los principios del grupo y me deje llevar”.

En el mes de Septiembre de éste año, cumplirá veinti un años de pertenecer al Grupo de Alcohólicos Anónimos y a su vez colaborando en escuelas, cárceles, hospitales, “Salgo voluntariamente a la unidad a otras ciudades, en apoyo a mejorar la vida de quiénes nos necesitan”.

Muy a pesar de asistir a las juntas diarias, lleva un tratamiento actualmente de los resentimientos de su padre, pues es un círculo que combate para liberar sus emociones personales.

“Ahora disfruto de mis tres hijas que son profesionales, tengo cuatro nietos , estoy apunto de jubilarme de un taller de joyería, hasta el día de hoy vivo sin alcohol, lo único que necesite fue tener buena voluntad, no fuerza de voluntad y decisión”.

Enrique D. recomienda, “A todas las personas les invito a que investiguen lo que no conocen , si no les gusta el grupo de AA no se les juzga, solo intenten conocer por el bien de sus familiares quiénes afectamos constantemente sin darnos cuenta, en especial por cambiar su ritmo de vida para no afectar a la larga su salud”.

 

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