Ciudad de México, , 26 de Abril de 2024

¡Morir para volver a nacer!

Ricardo Contreras
6 abril, 2018

Confesiones de un alcohólico

¡Morir para volver a nacer!

 

  • “Fume mi primer cigarro en aquel entonces se llamaba Carmencita me gusto el efecto”
  • “Ofrecí mi cuerpecito para tener dinero y zacear mi necesidad…”
  • Mi deseo fue morirme y en efecto… desde hace 20 años en el Grupo de Alcohólicos Anónimos el 30 de agosto de 1997”.
  • Escojan entre la Locura o una Vida feliz, tranquila, que puedan detenerse a elegir que vida quieren llevar…

 

/Paola Topete/

Fernando, de 45 años de edad, nos comparte su experiencia de vida en la Ciudad de México, desde la infancia fue un niño dejado a todos los entornos sociales, “Me rechazaban, me hacían a un lado, había gritos, me insultaban, sufrí maltrato físico y abusaron de mi sexualmente”.

A pesar de esos detalles, le apasionaba el fútbol soccer, “jugaba muy bien y cantaba”, como todo niño tenía sueños de ser un profesional, “Quería ser Ginecólogo, Físico-Matemático, Cibernético pero la rebeldía estuvo de mi lado”.

La figura paterna se ausentó en la familia al decidir partir de las responsabilidades de un hogar, mientras que el lado materno sobresalió a la dedicación de cuatro hijos y ocupar ambos papeles, “Mis respetos para mi madre inigualable, luchona, con mucho valor, fue madre y padre al mismo tiempo para nosotros”.

A los ocho años él comenzó a conocer el mundo de las adicciones, “Fume mi primer cigarro en aquel entonces se llamaba Carmencita me gusto el efecto”. Sin embargo, la curiosidad abarco dos años después con las bebidas alcohólicas “Fue un sabor exquisito, algo formidable, el alcohol me lleno de gozo”.

Empezó a juntarse con un grupo de jóvenes en la colonia donde vivía,  “Yo me sentía con mucha libertad, tánto, que decidí salirme de mi casa, no me gustaban las reglas del hogar, lo único que me pedían era portarme bien y estudiar”.

De esta manera, se convirtió en una persona independiente, nunca le gustó vivir con su mamá, porque no le gusta que le dijeran que tenía que hacer.

“Yo me enamore profundamente de las drogas, a los doce años me llevaron a robar, yo mezclaba el alcohol con las drogas consumía de todo tipo, bajo ese efecto me volví una persona demasiado agresiva, sin escrúpulos, sin sentimientos, sin dolor, me encantaba hacer sufrir a la gente, me gustaba que se humillaran los demás como si yo tuviera el poder del mundo, disfrutaba ver llorar a las personas, literal fui un psicópata, jamás sentí sentimiento de culpa por todo el daño que hice, me daba coraje ver feliz a los demás, me daba por gritar en las calles, pues yo necesitaba un abrazo, sentirme cobijado, querido, importante para alguien”.

La pobreza abundaba en él, “Pasaba caminando sin zapatos, sin ropa, comía de la basura de los mercados de lo que salía, había ocasiones que nos peleábamos con los perros por comernos las tripas de pollo crudas”.

Sobre el camino de la calle, Fernando fue protegido por jóvenes mayores entre los veinte y veinticinco años de edad, “Tenía amigos con los que conviví: El patán, el moco, por mencionar algunos, curioso yo estaba en la pre-adolescencia y ellos más grandes”.

La vida apresurada lo llevo a decidir juntarse por primera vez, teniendo trece años, “Mi primer relación sexual fue drogado”. Cada vez se abastecía con hacer su voluntad, vivir en la calle era el mejor refugio comentó.

Desde esa época conoció el Grupo de Alcohólicos Anónimos, poco después se dio cuenta que su alcoholismo y drogadicción era una enfermedad.

“A los quince recaigo aún más, era un joven de la calle paseando por el Centro de la Ciudad de México, me gustaba robar carros, viví un tiempo en el Estado de México por Cuatro caminos, después en Tacuba, luego por Azcapotzalco, posteriormente en Nezahualcóyotl donde me pegaron, me llevaron en unos bordos de basura y terminé en la zona Centro, recuerdo que amanecí tirado en unas coladeras entre homosexuales, prostitutas, niños de la calle, fuimos abusados sexualmente, aparte nos prostituíamos para comprar más vicios”.

Cayó en el penal de Barrientos por robar un camión, así mismo, le asistieron en el psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez inconsciente por ocho meses y saliendo le informaron de varios centros de rehabilitación.

“Se que es una persona desleal, puesto a que lograba obtener dinero a manera de lo posible y por encima de quien fuera, todo por seguir consumiendo, por que ni siquiera era para comer”

Uno de los factores que impidió acercarse a su familia fue: “El orgullo creció para no ver a mi familia, de hecho los odiaba a todos ellos, de mis hermanos sólo me habla uno de ellos por el daño que les cause”.

Triste pero cierto, “Mi mamá fue la persona que deseaba que sufriera en esta vida”, Fernando Intentó matar a su mamá en un estado de ira apunte a su cabeza con un arma de fuego, una ocasión ella estaba hospitalizada, tome una almohada e intente asfixiarla; solo necesitaba un poco de su tiempo, me rechazaba pero era de entenderse, por todo lo malo que fui”.

Hasta que un veinti cuatro de Diciembre hubo cercanía con su mamá al pasar veinti tres años, ella le comentó: “No te creemos nada pero adelante, eres bienvenido”.

En el caso de los amigos de la infancia no existió problema debido a que se aislaba, “Nunca pude socializar por mi cuenta, me costaba trabajo estar dentro de un grupo para convivir, pues mi carácter no me favorecía, en vez de juntarme con los buenos, me junte con los más malos”.

“Me doy cuenta que quise sentirme bien malo, cuando la realidad soy bueno y bien chillón con un caparazón que me ayudaba a protegerme de los demás”.

Su madre siempre lo busco a pesar de lo agresivo que era, “Considero que ella me alejo porque nunca hacía lo que yo quería que hiciera por eso la odiaba más”, La reacción de la señora fue: “Tu no quieres entender, no quieres vivir bien pues vete a la calle yo tengo más hijos”.

Cumpliendo dos décadas el ingreso al Reclusorio Sur, el cual, le dieron oportunidad de rehabilitarse pero no le interesó, “Yo no servía como persona, estaba mugroso, iba como zombi, me percate que yo había matado mi vida por todos los excesos”.

De los golpes que le enseño la calle atentó contra su vida aventándose a los carros para que lo atropellaran, se ahorco, se puso un arma de fuego en la cabeza, “Algo muy chusco quería matarme desde un puente pero me dan miedo las alturas y como veía la velocidad de los coches, pues dije…no es buena opción, por fortuna el miedo siempre me ganó”.

El peor rato amargo en la vida de Fernando fue rebajarse para obtener más drogas y/o alcohol, así completar su felicidad del instante.

“Ofrecí mi cuerpecito para tener dinero y zacear mi necesidad llegaban mujeres que me maltrataban, me humillaban, me pisoteaban, incluso infectadas de gonorrea te hacen que tengas relaciones sexuales y te infectan o quieren que camines como perro detrás de ellas; en el caso de los hombres te patean, te meten juguetes sexuales en tus partes íntimas, en el momento no te importa eso, llegan a meterte en un bote caliente con lumbre, aguantas muchas cosas porque no tienes otra opción para percibir, no piensas en ser una persona de bien”.

A pesar de haber sufrido en su infancia abuso sexual, al  pasar el tiempo nuevamente se presenció una incómoda vivencia, “En el reclusorio abusaron más de siete personas, no tienes fuerzas para defenderte, al siguiente día tienes que levantarte como si nada pasará, con un vacío, con una muerte espiritual, te quedas ahí tirado, ya ni las drogas te saben te drogas por drogar”.

Un día, Fernando se encontraba en un parque sobre la Avenida Bucareli, “Drogándome con una bolsa de cemento me entró una necedad de decir ¡Ya no, ya estuvo, hasta aquí! , por la noche pedí un deseo, mi deseo fue morirme y en efecto, morí para volver a nacer desde hace 20 años en el Grupo de Alcohólicos Anónimos el 30 de agosto de 1997”.

Tan solo facetas de vida habían transcurrido en veinti cuatro años, “Llegué pidiendo ayuda mugroso, con cabello largo, en mal estado, pedí que me apoyaran a morirme, uno de ellos le dio risa, ¿Quién te dijo que un Grupo de AA es para morir?… Aquí vienes a vivir, ellos se encargaron de mi, limpiaron mis pies, me llevaron a un Toxicológico rumbo a Xochimilco, me dieron de comer, al otro día ya había decidido no drogarme, obviamente, gritaba, me desesperaba, me pegaba contra la pared, en el agrupamiento me decían que no me preocupara”.

Sus creencias religiosas resurgieron, “Una de las personas más importantes en esa etapa es ¡Mi Dios!, estoy enamorado de la vida, agradecido por el agrupamiento de Alcohólicos Anónimos; actualmente ayudo a las personas de la calle, hoy puedo decir que los amo, los quiero a todas las personas que me rodean, puedo compartir una sonrisa o hacerles pasar un momento agradable, recuerdo quién fui para seguir adelante”.

“Mi aportación en AA es en las Oficinas de Servicios  Generales soy voluntario y aparte trabajo de taxista, disfruto mi trabajo, me gusta llevar a las personas con bien a sus destinos”.

Tiempo después, formó una familia y desde entonces tiene dos hijos, uno de veinte años y el otro dieciséis años, “Los veo cada vez que se puede”.

“Fui casado, labore en una Institución de Gobierno me corrieron y la mamá de mis hijos me pidió el divorcio, algo cómico, regrese a vivir en la calle sólo que sin drogas, alcohol, sin cosas, sin tener a donde ir, así me avente tres años hasta que un día le dije a Dios ¡Ya regrésame a AA! (riéndose), ¡Ya no manches!”.

Estudio una carrera técnica en Urgencias Médicas, a través de una enfermera de 75 años lo impulso a estudiar esa especialidad, “Ella me salvó de que perdiera mi pierna, si ejercí la carrera, tuve iniciativa con todos mis pacientes en tomarlos con delicadeza, deje el servicio por las consecuencias a mi salud de llevar una vida apresurada”.

Su mejora de vida estaba bloqueada, hasta que en el instante fijo su decisión de retomar el camino de la voluntad, “Nunca pensé traer unos zapatos limpios, una camisa color blanco, bien planchado, perfumado, la calidad en mi persona no me hace olvidarme de las personas que conocí o de las nuevas a cada paso que doy me fijo quién necesita de mi”.

Fernando es una prueba más de fuerza de voluntad, “A todos los que tienen este tipo de enfermedades les invito a que escojan entre la Locura o una Vida feliz, tranquila, que puedan detenerse a elegir que vida quieren llevar, No tengan miedo de acercarse al Grupo de AA, soy de los privilegiados que volvió a nacer en mejora a mi nueva vida”.

 

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