Este 27 de abril cumplo 27 años sin probar una gota alcohol

Este 27 de abril cumplo 27 años sin probar alcohol

• Rodolfo recuerda con mucha emoción cuando decidió dejar su vida parrandera y de excesos para rehacer su vida y compartir el mensaje de Alcohólicos Anónimos

/Por Ricardo Contreras Reyes/

 

Rodolfo recuerda el mes octubre de 1985 como una señal de Dios.

Acostumbrado a la juerga y a la parranda, sus amigos fueron a su casa a invitarlo a una discoteca.

A bordo de un Galaxi Negro, modelo 1969, el grupo se fue después por unas amigas. Para que todos cupieran en el auto, Rodolfo tuvo que cambiarle su lugar a “El Totoy”, uno de sus amigos.

Todo estaba listo para una noche inolvidable.

Y asi fue: Rodolfo no olvidará aquella noche cuando sus ojos se pusieron en negro. Ahí perdió el conocimiento. Luego se recuerda tendido en una cama del Hospital de Urgencias de La Villa, con golpes leves en la cabeza y el cuerpo.

¿Cómo están mis amigos?, preguntó.

Su madre le respondió que todos estaban bien.

¿Y “El Totoy”?

Su madre miró hacia el suelo y prefirió no responder.

Horas después de salir del hospital se enteró que su amigo, a quién le cambió el asiento, falleció a causa del fuerte impacto que recibió el Galaxi al estrellarse contra la caja de un tráiler.

“Ese cambio de lugar, fue el intercambio de la vida por la muerte”, dice.

Esta situación, lejos de alejarlo del alcohol, lo orilló a seguir “haciendo de las suyas”, incluso, al año siguiente fue a parar al Reclusorio Norte por romper los vidrios de una casa.

Rodolfo se inició en el consumo del alcohol a los 14 años de edad por invitación de un compañero de la secundaria. El grupo de 8 estudiantes que se reunía todos los días para tomar truncó sus esperanzas de continuar los estudios. Todos desertaron.

“La mayoría de los que integrábamos el grupo, teníamos problemas familiares y de aceptación”, nos refiere.

Pero el alcohol les daba valor, “con unas cervezas encima me volvía bailarín, poeta, cantante y sobretodo, me ponía muy agresivo”, reconoce.

Su agresividad fue el boleto de entrada para ingresar a la pandilla de la colonia. En una ocasión discutió con uno de los miembros del grupo, de las palabras pasaron a los golpes, Rodolfo tomó una botella y se la rompió en la cabeza. Con esta acción se ganó el respeto de la banda.

Durante su breve estancia en el Reclusorio Norte le llamó la atención el anuncio que vio en un periódico tirado en el piso, se trataba de una campaña de Alcohólicos Anónimos dirigida a los jóvenes. Rodolfo contaba con 25 años de edad y 11 con problemas en su manera de beber.

Su sorpresa mayor fue cuando llegó al Centro de Alcohólicos Anónimos y se encontró a sus excompañeros de parrandas. “Me sentí seguro, me dieron la bienvenida, me sentí integrado, pese a mis defectos y mis errores”.

Y como muchos son los llamados y pocos los elegidos, de los siete amigos que asistían al Centro de AA, sólo sobrevivieron 4, los otros fallecieron o terminaron recluidos en la cárcel porque recayeron en las garras del alcohol.

A partir del 27 de abril de 1990 la vida de Rodolfo cambió. Por eso, no olvida las dos fechas que lo han marcado, la primera fue cuando ocurrió el fatal accidente y que pudo sobrevivir gracias a que se cambió de lugar. La otra, cuando decide romper las cadenas del sufrimiento y dolor que le produjo el alcohol.

A partir del 27 de abril de 1990, dice, “mis relaciones con mi madre, mis tíos y mis amigos cambiaron radicalmente”.

Dicen que son 27 años de una nueva vida sin una gota de alcohol y que su misión es compartir el mensaje de Alcohólicos Anónimos para ayudar a las personas con problemas con su manera de beber.

Convencido de las nuevas oportunidades que le dio la vida, Rodolfo concluye:

“Transmitir el mensaje de Alcohólicos Anónimos es una forma de agradecimiento a Dios y a la Vida”.