CARTAS DESDE CHICAGO
¿A quién le habla el Peje?
/Rogelio Faz/
México estuvo en boca de todo el mundo la semana pasada a raíz de la captura del chapito, hijo del Chapo; su liberación; la violencia de su rescate; el sometimiento del Ejercito, pero, lo que hizo acaparar la atención de todo lo anterior fueron las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador: se exhibió gobierno y sociedad fallida.
La idea de AMLO de combatir a la criminalidad con justicia respetando los derechos humanos es loable. Dice que nadie está por encima de la ley. Pero en esta ocasión fallo a su prédica, dejo que se salieran con la suya.
Sostiene que la corrupción es herencia de gobiernos anteriores y para acabar con ella “hay que barrer las escaleras de arriba hacia abajo”. Es su manera rustica de ver las cosas y parece así actúa.
En el extranjero entender porque o como se llegó a este punto sirve para dos cosas: saber quiénes son los responsables del pasado y, justificar a los presentes.
Si López Obrador no se hubiera comprometido en erradicar este problema sin más garantías que su presencia desde el primer día de su gobierno, quizás no sería el centro de tantas críticas válidas como burlonas.
Es evidente que la situación está fuera de control y no se ve por donde pueda resolverlo, en el extranjero da la impresión que la sociedad está inmersa en una violencia generalizada, empezando por él presidente con sus declaraciones hirientes hacia sus oponentes e, infantiles a sus seguidores.
Hay un desfase entre las decisiones vertiginosas que toma, con el letargo para explicarlas, al punto de poner en duda su ubicuidad mental. Dice “amaos los unos a los otros” y hace lo contrario.
Las supuestas reuniones que él dijo tiene con su gabinete de seguridad “todos los días, todos los días” ¿Y no le informaron del operativo? ¡chale! ¿estaban hablando de baseball?
Basta verlo hablar en las mañaneras para ver su desfase con los resultados. Ante cuestionamientos serios en su rostro se dibuja una sonrisa sarcástica acompañada de frases bíblicas y chuscas.
El que no quiera reconocer que ha sido rebasado por las circunstancias se entiende, cualquier mandatario lo haría. Sin embargo, sus frasecillas trilladas que repite hasta el hartazgo no ayudan en nada. En cambio, irrita a la parte de la sociedad que no acaba por digerirlo.
Cuando no tiene respuestas puntuales, se va al pasado donde hay mucha tela de donde cortar.
En ocasiones da la impresión de estar en un trance de regresión al siglo XIX, cuando antagoniza entre conservadores y liberales.
Poco le falta decir que el espíritu de Francisco I. Madero se comunica con él en Palacio Nacional, como dijo en su tiempo Madero cuando los espíritus de Juárez y Morelos, según Madero lo conminaban a no ceder en su empeño por transformación al país.
El que México este en esta situación, es culpa de la sociedad en su conjunto, el mismo AMLO ha sido un protagonista de las injusticias violentando el derecho de los demás y alterando la paz social. Pero insiste amar al prójimo como parte de un libreto de conservadores.
La liberación del chapito se considera prudente ante el riesgo de exponer a la sociedad civil, a militares y sus familias. Ni modo, no todas las batallas se ganan. En México todavía no se sale de una y ya está en otra: antes la emboscada a los militares y ahora Tepito.
Pero AMLO se cubre con el cuento del error que cometieron sus antecesores cuando le declararon la guerra al crimen organizado. La estrategia de ahora podría ser otra, amorosa digamos, pero igual de fallida o con peor resultados.
Es absurdo que pretenda resolver esta situación desde el pulpito presidencial rociando palabras bendita y se mofa de los feligreses que lo cuestionan en su templo. Los que están de su lado recibirán la indulgencia de su teología política por bula presidencial.
Es como si sus discípulos deberían tener una fe ciega a su credo para ser aceptados en su reino. Entoncesss ¿A quién le habla AMLO? ¿Cree que todos son chairos fervientes? ¿Habla un presidente o un peje?
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