Crónicas de una Inquilina
Las mazorcas oreándose
/Por Ilka Oliva Corado/
Cada vez que puede, Perfecto le cuenta al que se va encontrando en su camino que desde hace años tiene a su familia en Estados Unidos y que les arregló papeles a todos sus hijos, que hasta nietos le nacieron en El Norte. Pero la verdad es otra, la realidad de Perfecto es como la de miles de indocumentados, le da vergüenza decir que no tiene documentos y el miedo a la deportación lo hace mentir constantemente sobre su vida en el país.
Emigró hace más de treinta años, aún en la adolescencia. En su primera noche en El Norte la angustia no lo dejó dormir, estaba en un lugar en el que no hablaba el idioma y a miles de kilómetros de su casa, sin ningún familiar cerca. Perfecto se fue con un puñado de muchachos que un día dejaron San Francisco Cajonos, para aventurarse en la búsqueda de un mejor porvenir para su familia, al otro lado del río Bravo.
Crecido en un pueblo en donde la gente hace siembra comunal, a Perfecto el ego e individualismo de la urbanidad lo desmoralizó, se sintió abatido. Treinta años después se siente ajeno a esa sociedad con la que no comparte absolutamente nada. Es de los miles que no ha aprendido el idioma porque todos sus trabajos los ha realizado con latinoamericanos que no hablan inglés.
La paranoia por el miedo a la deportación le hizo mella en los nervios, por esa razón un día decidió inventarse una vida distinta, se imaginó que tenía sus papeles en orden y que podía viajar a su natal Oaxaca, de ahí que lleve años contando historias de sus viajes vacacionales y de los negocios que tiene en su tierra natal. Por la noche cuando su jornada laboral ha terminado, Perfecto llega al apartamento que comparte con otros doce hombres, se acuesta sobre el colchón que tiene tirado en la sala y hace todos los esfuerzos posibles por dormir, pero desde que emigró las noches cada vez son más largas en la vela del insomnio a donde van a dar las madrugadas de los indocumentados.
La urbe con su bullicio gigantesco de fiesta y de caos sólo se calma un poco en las noches gélidas de invierno, mientras el frío se cuela por la ventana del apartamento, Perfecto sueña con las montañas de su pueblo natal, con el olor a pino, las mazorcas oreándose y la hora de la cena en la mesa familiar. Sólo en las noches de invierno Perfecto vuelve a ser niño, un niño que no tiene que verse obligado a emigrar.
Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com
Ilka Oliva-Corado. @ilkaolivacorado