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EL REGRESO DE LOS DRAGONES

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EL REGRESO DE LOS DRAGONES

Por Ivette Estrada

Los síndromes llevan nombres de personajes famosos de la vida real o ficticios para lograr identificar más fácilmente características y símbolos. Así, al autoengaño, autocompasión y autosabotaje se les asocia con el dragón.

Los dragones son animales duales: destruyen, pero al unísono brindan protección. Los síndromes que aumentan durante crisis como la actual pandemia del Covid-19, la guerra y recesiones de mercado tienen ambas funciones: proteger, pero también devastar.

El autoengaño es “no querer ver”, pasar por alto las evidencias. Protegen cuando tenemos una realidad dura que afrontar, pero dañan si al ignorar hechos fehacientes no logramos cerrar círculos, actuar para afrontar peligros o simplemente ocultarnos tras una burbuja rosa…e inexistente.

Un personaje paradigmático del autoengaño es el Quijote de la Mancha, héroe que lucha contra Gigantes y le profesa amor a una bella dama, aunque en la realidad es un loco apasionado de las historias de caballería que forja el mito de belleza en una humilde posadera.

Bajo esa óptica, la autopercepción del Quijote no daña a nadie. Sin embargo, al aferrarse a esa fábula, el ingenioso hidalgo no buscará un trabajo que le permita incrementar en la realidad su autoestima y respeto.

La autocompasión se caracteriza por la sentencia de “¡Pobre de mi!”. Resulta idónea para curar heridas y sobrepasar un duelo. Sin embargo, si se hace crónico este comportamiento, engendra personas quejicas y desvalorizadas. Las telenovelas mexicanas explotan este paradigma de comportamiento y la victimización la consideran, erróneamente, emulable.

El papel destructor en la autocompasión surge cuando asumimos que somos víctimas de las circunstancias y dejamos de luchar por lo que queremos. Internamente el menosprecio, burlas y segregación se vuelven parte de nuestra personalidad.

Por último aparece el autosabotaje: la autodestrucción. Es quien “por poco” obtiene un trabajo fabuloso, un ascenso o un premio. “Por poco”. Existe una reticencia a lograrlo. Es cuando se nos olvida una cita importante, cuando fallamos en el último momento.

¿Cuál autoprotección puede haber en ello? Que lo que estamos a punto de conseguir, lo que nos autosaboteamos, en realidad no lo queremos. Y al mismo tiempo, es altamente destructor porque si se emplea de manera consistente acaba cualquier proyecto que emprendamos.

Ahora lo más importante: ¿cómo mantener controlados a nuestros dragones internos? Los antídotos son éstos: vivir conscientemente o respetar la realidad, aceptar quiénes somos y nuestras características, lo que implica un gran trabajo de introspección.

El manejo de nuestros dragones también  es responsabilizarnos de nuestras acciones y decisiones, autoafirmarnos o asumir que merecemos, lo que nos gusta, de todo aquello que somos capaces. Es muy recomendable, asimismo, tener un propósito de vida y ser íntegro o congruente, es decir, que lo que pienso lo digo y hago. No hay discrepancias.

Vivimos una era en la que podremos ver el retorno de los dragones. Y sólo de nosotros depende asumirlos como amigos protectores o bestias que nos devastarán.

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