ENTRESEMANA
El mártir de Palacio
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Vaya, vaya con el licenciado presidente y su estrategia de insultar y descalificar como método para levantar el tiradero que provoca con sus declaraciones.
Ahora resulta que es víctima de la perversa prensa extranjera y del alto clero pero olvida que es el clero secular el que le demanda revisar su plan de seguridad pública y que periodistas y sacerdotes ultimados no militaban en partidos políticos diferentes al Consorcio Morena.
Por eso, por eso, si asesinan a periodistas en Jalisco, Tamaulipas o Chihuahua y ejecutan a dos sacerdotes y golpean despiadadamente a otro en Michoacán, téngalo presente, Su Alteza Serenísima Andrés Manuel I sostiene que “no es para rasgarse las vestiduras”.
Mire usted, el jueves de la semana pasada, 30 de junio, a la postura de miembros de la Compañía de Jesús, por el asesinato de dos de sus integrantes, Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, en Cerocahui, Chihuahua, ocurrido el lunes 20, Andrés Manuel I respondió agriamente e incluso los llamó hipócritas.
¿Recuerda lo que declaró el licenciado presidente? Juzgue usted.
“¿Qué quieren, entonces, los sacerdotes? ¿Qué resolvamos los problemas con violencia? Vamos a desaparecer a todos, vamos a apostar a la guerra. ¿Por qué no actuaron cuando Calderón de esa manera, por qué callaron Cuando se ordenaron las masacres, cuando se puso en práctica el ‘mátalos en caliente’, ¿por qué esa hipocresía”, dijo Su Alteza Serenísima a quienes osaron cuestionar su estrategia de seguridad pública.
Incluso recomendó a los sacerdotes tener cuidado con la politiquería porque, adujo, “una cosa es que tengan simpatía con los partidos conservadores, otra la calumnia y la mentira”.
¿Será que los jesuitas militan o simpatizan con el Partido Acción Nacional? O de plano son priistas, emeceístas y perredistas. ¡Caray!
Porque cinco días antes, el 25 de junio, en la misa presencial oficiada en la iglesia de Cerocahui por el asesinato de los padres Campos Morales y Mora Salazar, el sacerdote Javier Ávila, líder de esta comunidad en la sierra de Chihuahua, alzó la voz, firme pero sin estridencias.
“Respetuosamente pido, pedimos, señor Presidente de la República, revise su proyecto de seguridad pública, porque no vamos bien. Y esto es clamor popular”, declaró Ávila en la misa y fundamentó la petición:
“Este evento –el asesinato de dos de sus hermanos jesuitas—no es aislado en nuestro país, un país invadido por la violencia y por la impunidad, nuestro tono es pacífico pero fuerte y claro”.
Quizá lo que provocó el enojo del licenciado presidente fue la frase “los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”, dicha por el padre Javier Ávila. ¿Mintió? ¿Fue una demanda partidista?
Entonces, reza la conseja popular, que Dios nos agarre confesados porque Su Alteza Serenísima no solo tiene otros datos, no, evidencia que es el dueño de la verdad y que, quien se atreva a contradecirlo, a discrepar de sus decisiones y actos de gobierno, simple y sencillamente es un enemigo y, cuidado, cuidado porque luego viene la horda fundamentalista que lincha y estigmatiza. ¿A poco no?
¿Será que Mateo Calvillo Paz, sacerdote de la Arquidiócesis de Morelia es un militante de uno de esos partidos conservadores a los que alude Andrés Manuel I como opositores a su gobierno, y por eso un sicario lo golpeó salvajemente el domingo último, 3 de julio, en Queréndaro?
No, no se puede culpar expresamente a Su Alteza Serenísima de ordenar ataques a periodistas y sacerdotes, pero sí es responsable del clima que ha creado en torno a ellos, a quienes ejercemos el periodismo y no somos parte de esa pléyade aplaudidora y condescendiente con la 4T.
El riesgo, sin duda, es caer en manos de delincuentes, fanáticos y oficiosos que presuponen carta abierta dictada en el discurso presidencial.
¡Ah!, ahora resulta que Su Alteza Serenísima tiene otros datos, ve mano negra en la postura del clero mexicano pero, hete aquí que casi, casi es cuaderno del papa Francisco y, ¡faltaba más”, hasta se parece a Jesucristo.
En serio, no se ría. Lea usted.
“Nos identificamos muy bien con el papa Francisco y también tenemos muy buenas relaciones con pastores, con ministros de otras Iglesias, pero ya estoy viendo la mano negra, ¿no?, de los conservadores que quieren ahora echarnos encima a las Iglesias. No, que nadie se confunda”.
Y si le quedaba duda alguna y para que los más de 90 millones de católicos mexicanos no duden de su buena voluntad de pastos cristiano, les dijo en la mañanera de inicio de semana que, “si me piden que yo exprese cuál es mi dirigente social más admirado, al que respeto más por su entrega en favor de los desposeídos es Jesús Cristo, que, de acuerdo a mi interpretación teológica, encabezó un movimiento en favor de los pobres y por eso los poderosos de su época lo seguían, lo expiaban, lo llamaban alborotador, agitador del pueblo, y lo crucificaron. Y también por eso me identifico mucho con el papa Francisco”.
Y qué de los periodistas, el colega Pedro Villa y Caña, reportero de El Universal, refirió al licenciado Andrés Manuel I que, en una entrevista Fernando Yarza, presidente de Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias, calificó como inadmisible el número de periodistas asesinados en México.
–¿Cuál sería su opinión sobre esta declaración?—preguntó Pedro.
—Pues es más de lo mismo, es la campaña de desprestigio en contra del Gobierno de México.
Estas asociaciones que hay de todo tipo, que aparecen cuando no les gusta un gobierno o no les conviene un gobierno o protegen a medios de información de México, que están también molestos porque ya no reciben subvenciones o el dinero de publicidad que se les daba. Pero esto es así, no es para rasgarse las vestiduras—respondió el licenciado presidente.
Es el mártir de Palacio, maestro de la distracción que hoy se alza defensor de Julian Assange y amenaza con emprender una campaña para desmontar la estatua de la Libertad donada por Francia a Estados Unidos, si al autor de WikiLeaks lo extraditan a Estados Unidos para condenarlo a cadena perpetua.
—¿Plantearía esto con Joe Biden?–le preguntaron.
–Sí –respondió en automático–, lo voy a tratar con él. Lo traté con el presidente Trump, le mandé un escrito. Pero no puede haber silencio.
Imaginemos a Joe Biden anunciar desde la Casa Blanca que ha decidido secundar al licenciado López Obrador y, contra una sentencia de tribunales estadunidenses, desmontará a la Estatua de la Libertad.
Los sueños, las puntadas de Su Alteza Serenísima. Todos, pero todos los días se levanta con ganas de joder a quien se le ponga enfrente. Total, es el dueño del poder. ¿Cuándo gobernará? Digo.
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