lunes, noviembre 25, 2024 - 3:58 am

RENCUENTROS

ABANICO

RENCUENTROS

/Por Ivette Estrada/

Cada año, la busco en abril. A ella, a la niña que fui.

No hablamos mucho. Ella es muy dada a sólo asentir, tal como yo. Pensamos cosas y analizamos tonos de voz y contextos, reflexionamos sobre ello. Nos gusta abrazar con todos los sentidos a quien conversa con nosotros. No interrumpimos. Así, logramos memorizar conversaciones que ocurrieron hace muchos años, a veces con personas que ya no están en esta realidad.

Ella no habla con fantasmas. Yo sí. Le gusta que le platique de ello. Se asombra cuando le aseguro que están más cerca que antes, cuando vivían aquí. Que sus consejos y voces llenan muchos silencios, que sus consejos tienen sabores de eucalipto, chispas de chocolate y limón. Se asombra que juegue con mis papás que ya viven en el cielo, que pinte con mi abuelo y persiga a mi abuelita Angelita para que me cuente un cuento.

A mi bisabuela la miro con un resplandor, como deben tener todas las personas alegres cuando se van a la realidad, a ese lugar mágico que llamamos cielo.

Mi yo niña me mira con una especie de asombro y dulzura. Le cuento de mis grandes amores como Leo, que ahora maúlla bajito a las estrellas. A ella le cuento que hay citas expectantes y felices, como las que cada mes tengo con mis primos. ¡Bendito Rol que genero esos encuentros!. Ahora mi familia es grande aquí en la tierra. Y nadie se imagina el solaz que eso es para mí.

Cada año le doy un regalo diferente a la niña que fui. Cosas en verdad valiosas: una pluma con tinta verde, una colección de muñequitos de tela, el frasco de vidrio lleno de piedras de río, una hoja seca de arce…

Un día le contaré que en nuestra vida no habrá príncipes, pero si muchos aliados y amigos, que los dragones duermen siempre y no asustan, que las flores y las cosas buenas resucitan, que Dios y todo lo verdadero e importante, como nuestros padres, viven siempre.

Ella me dirá que no la traicioné. Que siempre anheló serenidad, esa paz que se extiende de la cabeza a las manos, en la mente y bajo los sueños. Sabe que trato de conquistar esa sensación de plenitud. Y también sabe que muchas veces lo logro. Es cuando una rebanada delgadísima de misticismo ilumina mis días.

Este año le contaré que dos personas que me importaban mucho ya no están en mi realidad y que trato de sacarlas de los recuerdos, aunque aún no lo logro. Pero a punto de exorcizar su nombre de los rincones de mis pensamientos se irán totalmente y no tendré heridas que sanar.

Ambas me pidieron que no las buscara.

_Esos dos saben que soy pertinaz. Que me rehúso a dejar ir, dejar pasar. Pero no puedes obligar a nadie a que te quiera…

La niña que fui me mira:

_¿Y cómo te van a querer entonces, si no insistes?

_Aún no lo sé. Lo tendremos que averiguar. ¿Me ayudas?

Feliz día del niño, reducto de las fantasías y alegrías más grandes.

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