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LA APUESTA POR EL BIEN COMÚN

Mochila Política

La apuesta por el bien común


Por Héctor Moreno

La movilización del 3 de octubre en más de 70 ciudades  A favor de la Mujer y de la Vida -convocada por el Episcopado Mexicano- marca de facto un punto de quiebre para esta etapa política del país.

Es la única alternativa ciudadana con una clara identidad, narrativa propia y un enraizamiento profundo entre la población.

Sí, los otros debates sobre los avances tácticos de la restauración del viejo sistema autoritario y populista son relevantes, pero los temas de vida, familia, libertad religiosa, libertad de expresión son derechos humanos fundamentales, porque están en el núcleo de los seres humanos, porque sin ellos no hay vida, no hay comunidad y menos democracia.

Lo que ha hecho hasta ahora el actual régimen es imponer otra cultura, la de la muerte, de la división, en otras épocas postulada como marxismo, socialismo, nacionalismo revolucionario y hoy 4T.

Inspirado en el liberalismo de Benito Juárez y de Lázaro Cárdenas el régimen liderado por Andrés Manuel López Obrador avanza en la destrucción de instituciones y marcos legales en el afán de imponer una cultura de exclusión en donde solo importa mantener el poder y autocolocarse en su narrativa histórica junto a esas figuras.

De ahí su insistencia en emular el régimen socialista de Lázaro Cárdenas.

Han tratado de avasallar, han ignorado la división de poderes, han atropellado la autonomía de los estados su único interés es imponer las bases de un proyecto que sea irreversible.

Soportado en diversas corrientes y expresiones políticas emanadas del mismo sistema recuperan el viejo e ineficaz modelo estatista, de ahí lo de la marcha atrás a la construcción del nuevo aeropuerto y construir otro desde cero, bajo la insignia de un liberal, como Felipe Ángeles; el empecinamiento en recuperar a Pemex y ahora la iniciativa de hacer de la Comisión Federal de Electricidad el monopolio de la energía eléctrica.

Una pinza cultural del proyecto es la despenalización del aborto; la legalización de las drogas; la intromisión en la conciencia de las personas al querer obligar a los médicos a convertirse en sicarios de los más desprotegidos, los que aún están en el vientre materno.

Carece de toda lógica imponer leyes que promuevan la muerte en un país en donde el año pasado, en promedio, fueron asesinadas 97 personas cada 24 horas.

Otra pinza es el control del sistema educativo oficial, en donde, a su llegada abolieron las leyes en la materia e impusieron otra que solo ha servido para ideologizar los contenidos curriculares y satisfacer las demandas de aliados provenientes de corrientes jacobinas, como la CNTE o el viejo Partido Comunista.

Es claro porque, la noche de la imposición de su reforma educativa, Mario Delgado, entonces coordinador parlamentario de Morena invocará al jacobino, miembro del Constituyente, Francisco J. Múgica con las mismas palabras que pronunciara en esa época tras la aprobación del artículo tercero constitucional.

También se explican algunas otras decisiones de este régimen, como el afán de designar como responsable del contenido de los libros de texto a un incondicional ideológico y no a un profesional de la educación o la impresión de cientos de miles de libros ordenados por el director de Fondo de Cultura Económica para resaltar el pensamiento liberal o insistir en resaltar a figuras como Salvador Allende mártir de la izquierda radical y del echeverrismo.

Cabe en esas acciones su interés en mantener una clientela electoral dependiente económica y socialmente, por eso toda la estrategia del Bienestar; las pensiones a menores, a jóvenes y adultos mayores; las supuestas “universidades”; el llamado “banco de los pobres” y etcétera.

En el fondo se trata de la imposición de una cultura y lo que estamos viendo son sus diversas expresiones.

Y ninguna expresión partidista tiene hasta ahora un respuesta igualmente de fondo e integral a este proyecto lopezobradorista.

Para los políticamente correctos que buscan afanosamente construir una opción socialdemócrata moderna, funcional, con libertad de mercado e ignorando una defensa de los auténticos derechos humanos -la vida, la familia, la libertad religiosa- el sentido de la marcha les marca una disyuntiva, pues ellos carecen de base social.

Por eso la toma de las calles en 77 ciudades por parte de decenas de miles de mexicanos para exigir respeto a derechos humanos fundamentales pone una marca en la agenda para los próximos años, porque en su lectura es una lucha cultural de largo aliento.

El Episcopado Mexicano y las otras denominaciones religiosas respondieron – como lo han hecho en otras etapas del país – al sentir de millones de mexicanos desesperados por la violencia, la incertidumbre y el ataque a los valores y principios que se han transmitido de generación en generación.

Se trata de una apuesta más allá de la formalidad democrática y de la inmediatez del poder, se trata de darle contenido solido y de largo plazo a los esfuerzos a favor de la mayoría de los mexicanos, en pocas palabras, el 3 de octubre se definió una propuesta para el bien común.

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