ENTRESEMANA
Mentirosillo, mentirosillo…
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Usted cree que a Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto molesta que Su Alteza Serenísima cotidianamente diga que no se parece a ninguno de ellos? Se carcajean.
Pero, vaya, el clasemediero Andrés Manuel se regocija con esa distancia que marca con sus antecesores. Los acusa de todas las desgracias del México contemporáneo, pero en un acto timorato se puso a salvo y evitó ejercer el poder y enderezar una demanda para llevarlos a proceso penal. ¿No que muy, muy?
Por eso la consulta que impulsa para que por lo menos 40 millones de mexicanos vote por procesar a los ex presidentes. Falaz, aduce que él no desea ese escenario, pero va a promover que el pueblo decida ese proceso.
¿Y?
No cabe duda. El licenciado presidente es el primer presidente de México cuya imaginación es pródiga en inventar cómo perder el tiempo en fruslerías, es decir, cosas de poco valor o por capricho. ¿A poco no?
Y se enreda en forma tal que en su muy, pero muy personal filosofía encuentra explicación a lo inexplicable y, usted dígame si miento, recurre al invento del hilo negro.
Por ejemplo, cuando se dio cuenta de la metida de choclo en la que incurrió cuando descalificó y ofendió a la clase media, dijo que construirá otra clase media, mejor que la que votó en contra de Morena en la capital del país y la zona conurbada del Estado de México.
Ni qué decir de ese desprecio con el que trató a las víctimas de la tragedia de la L12 del Metro. ¿Al carajo con ir a dar el pésame a las familias enlutadas? ¿Al carajo con la obligación de ir a la zona cero y estar con sus gobernados?
Luego dijo que todos los días lamenta y le duele la tragedia.
Es, esa praxis de mentir cotidianamente con tal impunidad que termina creyéndose sus dichos, como reflejándose en el espejo de Maléfica:
–Espejo, espejo, ¿quién es el mejor presidente del mundo, el universo y más allá?
Y sólo él escucha al espejo imaginario que le responde:
–Tú, Andrés Manuel, tú”.
No, no es una referencia simplista, sobre todo en tratándose de quien es depositario del Poder Ejecutivo Federal, elegido Presidente de la República por más de 30 millones de mexicanos que no se merecen un gobierno de fantasías y ocurrencias, éste que gobierna con la vista puesta en el pasado, olvidándose del presente y arrastrando al país a un futuro poco halagüeño.
Así, desde el Palacio que tiene prestado, el licenciado Andrés Manuel se anotó como cliente dorado para el ejercicio semanal del quién es quién en la mentira nuestra de cada día, que propuso en la mañanera.
“(…) Entonces, hay que estar informando, vamos a estar aquí dando a conocer todas las noticias falsas y también aclarando, informando, aunque hay gente conservadora que no quiere ver la mañanera, o sea, ni vernos; entonces, pues por eso también los manipulan; porque si vieran la mañanera, pues aquí tendrían información de lo que está sucediendo, pero se quedan sólo con la información que les dan sus medios”, planteó el clasemediero López Obrador.
Y puntualizó:
“Pero sí vamos a tener esta sección una vez por semana, nada más estoy viendo quién nos ayuda, porque tienen que hacer en análisis de todo y aquí presentar qué no es cierto, o sea, cuáles son las noticias falsas.
“Para ver si las conservadoras, conservadores… Y también, cuando digo fifí estoy hablando de un sector de muy arriba, no se vayan a creer fifí todos, porque ya sería el colmo pues”.
Como dicen los clásicos: ¿quién será el guapo, o la guapa, que se atreva a anotar, a la cabeza de la lista diaria, al licenciado presidente como declarante de noticias falsas?
No es invento y usted lo sabe. El pasado 15 de abril, le refiero, la agencia EFE divulgó en sus despachos uno que alude a esa praxis del clasemediero Andrés Manuel. A saber:
“El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, miente o brinda datos inexactos 80 veces en promedio en cada una de sus conferencias matutinas, según el informe “El valor de la verdad. A un tercio del sexenio” de la organización Signos Vitales El Pulso de México.
“Este gobierno se ha caracterizado por la pérdida del valor de la verdad, el uso frecuente y sin recato de mentiras, medias verdades y datos no verificables”, informó este jueves Signos Vitales en un comunicado.
“De acuerdo con el informe, que fue elaborado con base en el análisis realizado SPIN Taller de comunicación política sobre las conferencias matutinas, el mandatario recurre a “medias verdades y datos no verificables” para no tocar temas relacionados con la pandemia, la militarización, la deserción escolar o las energías limpias”.
Bueno, bueno, para no ir más lejos, en la mañanera de ayer miércoles, acerca del ensalzamiento que hizo del ingeniero Carlos Slim quien gentilmente ofreció colaborar motu proprio con la doctora Claudia Sheinmabum en la rehabilitación de la Línea 12 de Metro, para atender la demanda de cientos de miles de capitalinos pobres y clasemedieros, Su Alteza Serenísima parafraseó a su modo la máxima que quiso aplicar al empresario pero es un autorretrato. Lea usted:
“El poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos. Se resisten las tentaciones del poder cuando hay principios, cuando hay ideales; pero hay quienes se suben a un ladrillo y se marean por esos comportamientos prepotentes. Se les olvida que el poder es humildad, no es prepotencia, arrogancia, el creerse sabiondo”.
Prepotente, arrogante, sabiondo que todos, todos los días descalifica, miente, insulta, se desdice y, lo peor, presume que gobierna y pretende crear una sociedad mexicana mediocre y conformista. Sí, para desarmar a la oposición. El virrey en su palacio reflexiona en voz alta y ofrece su visión del país que quiere:
“(…) A eso me refiero cuando planteo que debemos de luchar por una sociedad mejor, no materialista, no buscar progresar a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole, treparnos, triunfar. ‘El fin justifica los medios’, no, hay que tener lo necesario para vivir, para mantener a la familia, que no falte nada en la casa, que no le falte nada a los hijos, pero al mismo tiempo vivir con mucha dignidad, con moralidad, con valores espirituales, que nos obnubile el dinero, que no sea lo material lo principal.
“Siempre digo que la felicidad no es acumular bienes materiales, dinero, fama, títulos, grados académicos, la verdadera felicidad es estar bien con uno mismo, estar bien con nuestra conciencia y estar bien con el prójimo. La ambición al dinero desmedida, el querer salir adelante, destacar a como sea, pasando por encima de todo, ese aspiracionismo produce mucha infelicidad”, acotó SAS (Su Alteza Serenísima) en la mañanera.
Seamos, pues, pobres pero felices; jodidos pero no aspiracionistas, crédulos de corazón porque el licenciado presidente lo pide. Palabra divina; mentirosillo, mentirosillo. Digo.
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