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EL VICIO ES COMO UN GATO QUE SE ENREDA EN UNA BOLA DE ESTAMBRE

Confesiones de un Alcohólico

EL ALCOHOLISMO ES COMO UN GATO QUE SE ENREDA EN UNA BOLA DE ESTAMBRE

/Por Catalina Guadarrama/

En esta ocasión Enrique N. de Sinaloa comparte sus experiencias en el mundo del alcohol “La primera vez que tomé alcohol fue en secundaria a los 14 años, durante una reunión escolar; tenía la curiosidad de saber qué se sentía andar borracho. Esa primera vez, me sentí mareado y alegre, bebí demasiado que anduve vomitando todo el camino a la casa, todavía en mí habitación todo me daba vueltas, sufrí más estaba contento. 

Me gustó mucho, porque sin beber no me sentía así: alegre, desinhibido, era mejor que los demás, más grande e importante según yo. Terminé la secundaria y continué con la prepa, tenía mi grupo de amigos borrachos igual que yo, apenas terminaban las clases los viernes y las canchas eran el punto de reunión, a veces nos amanecíamos y regresaba a la casa hasta que se terminaba el alcohol. 

El alcoholismo es como el gato que se enreda en una bola de estambre, cuando te quieres salir, no puedes y en cada movimiento te metes más profundo. No sentía vergüenza de nada, invitaba a bailar a una muchacha y si me rechazaba, buscaba otra todo me daba igual; era feliz siendo un borracho. 

Mis padres estaban enterados de mi alcoholismo, me aconsejaron que no siguiera tomando, me advirtieron de las situaciones que podía evitar, pero no me importaba nada más que el alcohol. Con mucho esfuerzo terminé la prepa y dejé de estudiar, por supuesto, mis padres me reclamaron porqué dejaba la escuela, yo les gritaba “déjenme en paz ya soy un hombre, puedo decidir sobre mí vida, no los necesito”. 

Me fui a trabajar como jornalero al campo, después estuve de albañil, a todos les encantaba tomar y yo estaba contento porque nos embriagábamos diario terminando el día. Con el tiempo ya tenía problemas para llegar al trabajo sobrio, si me corrieron de algunas obras por andar borracho, hasta que un día un familiar me avisó de una oportunidad de trabajo en una escuela preparatoria como conserje, por suerte me aceptaron; esto cambió radicalmente mi vida, porque me alejó un tiempo del alcoholismo, de andar en el rancho ahora vivía en la ciudad y mí ego se engrandeció porque ganaba más que cuando trabajaba de albañil.  

Poco tiempo pasó, para que conociera a los borrachos compañeros de trabajo y comencé a tomar otra vez; nos ausentábamos del trabajo antes de la hora de salida, con mentiras y pretextos todo para irnos a embriagar.

A veces, huíamos del trabajo cinco o seis compañeros y nos jugábamos un volado para ver quien se quedaba a checar las tarjetas de todos los demás, de esa manera nos íbamos a la cantina, hasta que fuimos descubiertos por las autoridades administrativas, nos levantaron un acta por abandono de trabajo, sin embargo, no me despidieron y sigo laborando activamente en ese centro educativo. 

Aún con todos los problemas que el alcoholismo me causaba, lo primero era estar briago y disfrutando con los amigos, en varias ocasiones tuvimos accidentes de autos menores, nos llevaron a los separos por beber en la vía pública, éramos un desastre, bebiendo nada importaba, salíamos a la carretera perdidos de borrachos. 

Entre una borrachera y otra me iba dando cuenta que sucedían cosas nada gratas de recordar cuando mis amigos hacían comentarios, tenía muchas crudas morales porque en ciertos episodios de mis borracheras no recordaba cosas que había dicho o hecho.  

Tuve lagunas mentales, lapsos de olvido entre una briaga y otra, siempre había discusiones, pleitos con los compañeros. Todos andábamos tan mal, que una reunión terminaba en una batalla campal de todos contra todos, volaban piedras, ladrillos, sillas, en fin. No recordar nada, me atormentaba, entendía que no era nada bueno. 

Comenzaron a caer los veintes, cuando nos estrellamos contra un tráiler que estaba estacionado en la carretera; el carro quedó muy dañado y por fortuna a nosotros no nos pasó nada grave, sólo golpes y contusiones leves. 

Paré un poco de tomar cuando conocí a mi esposa, aunque como buen alcohólico hicimos una fiesta y lo primero que pensé fue en los cien cartones de cerveza para que fuera una buena fiesta, esa noche no pude estar bien con mi mujer debido a lo briago que estaba, porque bastaba una sola cerveza para no poder controlar lo que bebía. 

Gracias al trabajo, pude hacerme de una casa antes de contraer nupcias, pensando en tener lo propio para que nadie me dijera nada, tuvimos tres hijos. 

Más seguía bebiendo, no era un hogar, cuando llegaba aquello parecía un manicomio, le exigía a mi esposa que trajera de comer porque llegaba con amigos, mis hijos llorando por los gritos de su madre; era una locura. 

Cuando llego por primera vez al grupo de AA en 92, fui con mucho remordimiento porque tenía tres hijos que yo pedí para darles lo mejor de mí y ya que los tenía, sólo los hacía sufrir, con un padre borracho no tenía planes para ellos. Desde entonces, no he vuelto a tener contacto con el alcohol. 

Cuando llego al grupo, ya andaba buscando una salida, cómo controlar mí manera de beber, no quería dejar el trago, quería saber cómo beber sin ocasionar problemas. Cambié de ambiente, de amigos, pero siempre volvía al alcohol. 

En AA el único requisito para pertenecer es querer dejar de beber, eso me gustó, porque era por voluntad propia, es una comunidad de iguales, esto convenció para seguir hasta hoy en el grupo.  

Sin el alcohol, mi familia y yo, tenemos una vida diferente, tranquila; encontré la verdadera felicidad, con la mente lúcida en sano juicio, en sana paz conmigo mismo.  

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