ENTRESEMANA
Democracia y malandros
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Sentado a la siniestra del licenciado López Obrador, en la mañanera del reciente viernes, Manuel Bartlett Díaz no se inmutó cuando fue aludido por el inquilino de Palacio como uno de los malandros de cuello blanco que ha pisoteado a la democracia.
Y es que, el influyente y poderoso director de la Comisión Federal de Electricidad –¿a poco no?—fue director de otra Comisión Federal, pero ésta Electoral, en 1988 cuando se cayó el sistema y Carlos Salinas de Gortari fue ungido Presidente de la República.
Entonces como en los días que corren, Bartlett Díaz ha sido dueño de un envidiable cuanto sospechoso arropamiento presidencial. ¿Malandro de cuello blanco?
Bueno, bueno, el licenciado Andrés Manuel cuyo pecho no es bodega, en la mañanera del viernes de la semana pasada, luego de que se abordó hasta con peras y manzanitas que la CFE es víctima de los conservadores y neoliberales, casualmente se trató el caso de los candidatos Félix Salgado Macedonio y Raúl Morón, a quienes el Consejo General del INE decidió retirar las candidaturas a los gobiernos de Guerrero y Michoacán.
–¿Lo que resolvió el INE es un juego sucio?—preguntó al licenciado López Obrador una asistente a la homilía.
—Ya expliqué en el contexto –respondió Andrés Manuel. Yo siempre voy a defender la democracia, siempre, y no voy a aceptar que de arriba, por intereses cupulares, por intereses de mafias, por los intereses de la maleantada, de los malandros de cuello blanco, se pisotee la democracia.
Y matizó:
–Puede ser que no coincidamos, pero yo siempre digo lo que pienso. Desde luego, van a ser las autoridades correspondientes las que van a decidir, pero yo ya hablé, porque no me voy a quedar callado en un asunto que nosotros padecimos mucho, muchísimo.
¿Por qué aludir a Bartlett como un malandro de cuello blanco?
Mire usted, cuestión de sacudir conciencias, y recordar aquellos días en los que, de acuerdo con diferentes versiones, entre las que por supuesto no está en sentido afirmativo la del entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, que luego sería secretario de Educación Pública y gobernador de Puebla, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano fue despojado de la victoria ganada en las urnas.
Entonces, el licenciado López Obrador supo de primera mano de ese actuar del licenciado Bartlett Díaz pero de nada valieron marchas y protestas en las que doña Rosario Ibarra de Piedra y José de Jesús Clouthier del Rincón, junto con un puñado de políticos escindidos del PRI, entre ellos la maestra Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo y Rodolfo González Guevara, fundador de la Corriente Democrática del PRI.
No se requiere hacer mucha memoria para recordar que la Comisión Federal Electoral, en 1988, la presidía el secretario de Gobernación, el licenciado Bartlett que, de acuerdo con el licenciado presidente, es un malandro de cuello blanco que, en los comicios de entonces operó esa caída del sistema de cómputo de votos que dio cerrada victoria electoral a Carlos Salinas de Gortari.
Y luego, la ruta política le fue como miel sobre hojuelas. Decía, secretario de Educación Pública, peleado con la maestra Elba Esther Gordillo Morales por aquella fallida Reforma Educativa, y luego gobernador de Puebla, aunque sus orígenes son, sí, tabasqueños.
¿Será por el paisanaje que Andrés Manuel ha perdonado todo a Manuel? No se ría, por favor.
Porque, caray, hoy resulta que ese órgano colegiado que se fundó a partir de la reforma política obligada para validar la unción de Carlos Salinas de Gortari, es decir, el Instituto Federal Electoral en 1990 que devino en Instituto Nacional Electoral en abril de 2014, traía la estela de corrupción y compra de conciencias, acuerdos soterrados incluso con Cuauhtémoc, en los que el licenciado Bartlett estuvo involucrado, aunque hoy sufra amnesia selectiva en la materia.
Ahí está la historia política mexicana contemporánea. Del asunto se ha escrito con vastedad. ¿Y?
El IFE sustituyó precisamente y por mandato constitucional, a la Comisión Federal Electoral que dependía de la Secretaría de Gobernación y, por ende, dejaba en manos del gobierno federal usos y costumbres en la elección presidencial y, en general, de las federales y estatales.
Entonces, ¡caray!, resulta que el licenciado Andrés Manuel López Obrador ha olvidado –amnesia selectiva como la de su paisano Manuel Bartlett Díaz—que precisamente a partir de la ciudadanización de los procesos electorales, con todo y sus yerros, el IFE hoy INE ha transitado en esa democracia que en el año 2000 dio el triunfo al panista Vicente Fox y, en 2018, a él.
Por tanto, esta embestida desde Palacio Nacional y secundada en el Congreso, elemental por su pertenencia partidista y mayoría en Cámara de Diputados y el Senado—tiene asideros legales poco o nada firmes, sobre todo en el momento en que se habla de una campaña en la que los consejeros electorales, específicamente su presidente Lorenzo Córdova Vianello, tendrían toral participación para descarrilar candidaturas mediante ardides legaloides.
Pero, las decisiones del Consejo General del INE están fundamentadas y sólo han sido cuestionadas mediante tramposas explicaciones que pretenden negar actos de precampaña cuyos gastos no fueron reportados en tiempo y forma. Pareciera una nimiedad de procedimiento de fácil acuerdo; pero no es así.
La ley se aplicó y resta la última palabra del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, organismo en el que hay evidente proclividad a apoyar y secundar decisiones del licenciado López Obrador. Los recursos de inconformidad irán a esa instancia y es posible que los magistrados resuelvan por mayoría que los muchachos Félix y Raúl pueden continuar en su carrera por convertirse en gobernadores.
El punto, empero, de los malandros de cuello blanco, alcanzaría al licenciado presidente por su tozuda y valemadrista intervención en el proceso electoral en marcha. Hoy, sin rubor, habla en plural cuando insiste en que hay una especie de compló de todos sus opositores para evitar que “mantengamos la mayoría en la Cámara de Diputados”.
¿Dónde aquella declaración de que estaba fuera de Morena y no intervendría ni en su vida interna ni en elecciones? Falaz y listo, listo.
Pero le juega al vivo. Basta recordar que, en diciembre del año pasado, durante un foro realizado con motivo de los 30 años del IFE-INE, el consejero electoral Jaime Rivera Velázquez advirtió que el Instituto Nacional Electoral, ante el intervencionismo del presidente Andrés Manuel López Obrador en el proceso electoral, aplicará lo que establece la Constitución y las leyes.
Así de simple y sencillo pero así de contundente. Rivera Velázquez recordó que, en la reforma electoral de 2007, se estableció la prohibición tanto de la contratación de tiempos en radio y televisión para propaganda electoral, como la intromisión presidencial.
Y fue contundente cuanto premonitorio:
“Me temo que vamos a tener muchas tensiones por ese problema, pero el INE va a hacer lo suyo por cumplir esas normas, restrictivas sí, pero están en la Constitución y en las leyes, y estamos obligados a cumplirlas.
“Lo que vamos a hacer es aplicar las normas. El artículo 134 Constitucional es muy claro y también la ley. Les prohíbe uso de recursos públicos a favor o en contra de un partido y les prohíbe la propaganda personalizada y pronunciarse a favor o en contra de algún partido.
“Y esta restricción es una herencia más o menos directa del reclamo en el 2006, nada más que han cambiado un poco de lugar donde está cada quién”.
¿A qué le teme el licenciado López Obrador?, pregunta nomás por hacer una pregunta, disculpe. El poder no se comparte y Andrés Manuel está en esa línea; para ello es sustancial, fundamental, no perder mayoría legislativa.
Y, en ese tenor se entiende su campaña para desprestigiar al árbitro de la contienda. ¡Árbitro vendido!, le ha gritado y lo describe como el “aparato de organización de elecciones más caro del mundo”.
Además, justifica su triunfo porque “era imposible hacer un fraude, pero en las elecciones anteriores, lo permitió (el IFE)”.
El viernes pasado acusó al INE de haberse convertido en el “supremo poder conservador”, y sostuvo que, el retiro de candidaturas especialmente las de Félix y Raúl, es parte de un juego sucio y un atentado a la democracia.
Y el licenciado Bartlett, sentado a la siniestra del inquilino de Palacio, no se inmutó, ¿Malandro? ¡Bah!
Por eso y solo por eso, lo que digan Mario Delgado y los prohombres del morenismo, porque entre los integrantes del gabinete hay silencio –como momias, el licenciado dixit—es simple eco de la tertulia electoral de la 4T.
Porque, vaya, qué valor puede tener una declaración del presidente nacional de Morena, es decir, el itamita Delgado Carrillo, cuando dice que algunos consejeros electorales actúan como “gatilleros del PRIAN».
Y luego advirtió que desde el Congreso “se tendrá que pensar seriamente si renovar o exterminar” al INE. O sea.
Hay democracia cuando ganan; son malandros de cuello blanco los responsables de la elección, cuando pierden. Digo.
COMO ME LO PLATICARON. Con nuevas producciones para conectar más y mejor con la gente y sus necesidades, se relanza el canal del Congreso de la Ciudad de México, que a partir del pasado 23 de marzo se identifica como Congreso TV, 21.2, la señal de la pluralidad. La intención de los congresistas de la CDMX, mediante el director del Canal, Diego Saturno, es fortalecer los lazos con los capitalinos y visibilizar al máximo los trabajos legislativos de la Ciudad de México. Por televisión abierta y plataformas digitales el 21.2 abordará de manera clara, directa y coloquial los temas del diálogo capitalino que son llevados a la discusión parlamentaria por las distintas voces y posturas de los diferentes grupos legislativos que reflejan la pluralidad ciudadana, así como transmitir los hechos más relevantes de la ciudad, el país y el mundo. De octubre a diciembre de 2020 la señal del Congreso capitalino llegó a 320 mil 456 televidentes, 909 por ciento más sobre 35 mil 221 reportados de audiencia en el mes de septiembre anterior y por arriba de algunos otros canales públicos. Ahora Congreso TV 21.2 la señal de la pluralidad, va por más. Conste.
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