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EL ALCOHOL ME GANÓ LA PARTIDA, EL CUERPO ME LA PEDÍA Y LA MENTE LO EXIGÍA

CONFESIONES DE UN ALCOHÓLICO

EL ALCOHOL ME GANÓ LA PARTIDA, EL CUERPO ME LA PEDÍA Y LA MENTE LO EXIGÍA

/Por Catalina Guadarrama/

En esta ocasión, Julio N., de la Ciudad de México, narra sus experiencias con el alcohol “la primera experiencia que tuve con el alcohol fue a la edad de 15 años, en una reunión de la secundaria. Era muy tímido y bebí para integrarme al grupo, todo empezó como un juego y terminó en borrachera, nos acabamos cuatro botellas de vodka oso negro con naranja, al inicio me desinhibí, me integré al grupo de amigos y después me volví el bufón de la reunión, bailé hasta el cansancio, vomité, al final de la reunión varios nos quedamos tirados en el patio de la casa hasta que alguien me llevó a mi casa.

Así comencé a tomar porque me agradaba el efecto del alcohol y los problemas con mi padre también crecían, aunque él era bebedor agresivo, pronto se le olvidaba que su hijo también tomaba. Cuando salí de la secundaria se me hizo el hábito de beber, como mi padre lo hacía y no existió ninguna guía de su parte no le tenía respeto, bueno ni a mi madre.

Las amistades al final del día fueron las únicas que se quedaron porque todos bebíamos, éramos hermanos de vicio. Con el tiempo, empecé a entender que el alcohol se volvió en una espada de doble filo: comencé a sentir el terror de que amaneciera para continuar bebiendo por otra parte, deseaba que todo terminara para ya no beber más, pues el alcohol me ganó la partida, el cuerpo me lo pedía y la mente me lo exigía, estaba atrapado.

Yo pensaba que podía controlar la bebida porque tomaba sólo ron, pero luego le revolvía y me volvía loco, pues siempre terminaba igual o peor, en la constante búsqueda de huir de la realidad, porque los problemas eran frecuentes pues era “mala copa” agresivo y me rechazaban en las reuniones pues cambiaba mi personalidad.

Era habilidoso, cuando me emborrachaba no llegaba a dormir a la casa, mi padre también andaba bebiendo con sus amigos, ni se daba cuenta, mi madre se percató de mi problema, porque dejé de estudiar y comencé a trabajar, entonces me dijo un día, “es la última vez que te la paso, vuelves a tomar y te dejo a afuera, mejor ya no regreses”, por supuesto esa amenaza me causó risa porque nada me importaba. Le decía a mi madre que iba al trabajo y me iba de borracho, era mentiroso.  

Sabía con quién comenzaba la parranda, pero no con quién terminaba, en una ocasión desperté con un grupo de borrachos y ninguno era amigo del otro, nadie supo dónde nos encontramos, eso sí, mientras había dinero todos eran amigos y cuando se termina el dinero hasta te desconocen.

A los 18 años ya parecía vagabundo, trabajaba dos días y descansaba cinco para beberme el dinero que ganaba, no tenía conciencia del daño, sólo respondía a lo que mi cuerpo me pedía: alcohol.

M e encontraba en un estado lamentable física y moralmente, pues la soledad interna me atormentaba, me sentía en un lugar oscuro. Con el vicio, buscada otros borrachos igual que yo irresponsables, sin ilusiones, sin un proyecto de vida que se conformaban con tener una botella. En los pocos momentos de lucidez un día vi como el alcohol, me iba despojando de la familia, de las buenas compañías, es un monstruo que te despoja de todo.

Cuando llego a la mayoría de edad y tramito la cartilla iba bien crudo, por suerte no me tocó marchar, para celebrar solo quería tomar, me agarraron los soldados y me encuartelaron un día, ya no tenía límites.

Hasta el fallecimiento de compañeros de borrachera, me cayó el veinte, algunos compas fallecieron por riñas, entre ellos se desconocían y peleaban hasta matarse, otros por congestión alcohólica. Un día desperté tirado en la calle, no supe cómo había llegado ahí, un sitio que no conocía lejos de donde acostumbraba reunirme con mi grupo de vagos, ya tenía pérdida de la memoria y hacía muchas cosas reprobables que no lograba recordar, por eso la gente me rechazaba, pero aun así el alcohol era mi amo porque no concebía la vida sin estar ebrio.

Estuve en las cárceles preventivas por beber en la vía pública muchas veces, no había orden en ningún aspecto de mi vida.

Hasta que un buen día, me corren del trabajo y mis compañeros de parranda seguían muriendo, ahí se prendieron focos rojos, un amigo me invitó a un grupo para dejar de beber, pero no hice caso y mi padre me llevo al grupo AA, ya para que mi padre se preocupara de mi lamentable estado, siendo también borracho, en verdad estaba mal. Asistimos a una charla y ambos salimos con la mejor actitud para dejar de beber, sin embargo, a los tres días, cada quién por su lado, comenzamos de nuevo a embriagarnos.

En una ocasión comencé a tomar un jueves y desperté hasta el lunes, se me borró todo, no tengo memoria de lo que pasó esos días y entonces decidí ir al grupo AA y desde ese día, ya pasaron más de 25 años sin beber.

Fui un bebedor problema, como llegué en diciembre les dije, “denme chance de beber en diciembre y en enero regreso”, pero no lo hice porque comprendí que me podía morir por tanto alcohol y mi salud estaba cada vez peor.

En diciembre del 92, fue mi primera navidad con mi familia, me gusta la manera de vivir sin alcohol, ya sin beber comencé a trabajar con grupos, mi papá también dejó de beber, tiene 25 años sobrio. El agradecimiento eterno, es llevar el mensaje pues la comunidad AA es una alternativa de solución, para quien tiene problemas con su forma de beber.

Trabajo en Naucalpan y vamos a la prisión militar, donde hay un grupo que yo dirijo, con la esperanza que dentro de prisión también se puede cambiar de vida, ellos son los que nos comparten más sobre sus problemas, hablamos de las experiencias porque muchos de ellos cometieron delitos bajo los influjos del alcohol y las drogas.

En AA, te brindamos la oportunidad de conocer el trabajo y la forma de ayudar, a veces las familias tienen el problema en casa y no saben dónde ir para auxiliar a su familiar; como comunidad siempre estaremos dispuestos de ayudar a la gente. Compartimos la fortaleza y esperanza de salir del alcoholismo, todos serán bienvenidos y se puede ayudar eliminar de diez a quince años sufrimiento.

Alcohólicos Anónimos, Sección México,

ofrece una Alternativa de Solución para

quien sufre la enfermedad del alcoholismo.

Servicios totalmente Gratuitos

Teléfonos 55 5705-5802 / 800 561-3368

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