CARTAS DESDE CHICAGO
Te rento mi tumba (en dólares)
/Por Rogelio Faz/
Todos queremos aportar una dosis de optimismo y hasta de buen humor al combate contra la pandemia del coronavirus, pero si las cosas siguen como hasta ahora, o sea; sin un antiviral, estamos hablando de más enfermos, muertes y más delitos por la inseguridad. En otras palabras, más tapabocas, distanciamiento y miseria humana.
En estas condiciones las reglas del juego de la vida cambian. En cómo vivir, convivir y hasta cómo enfrentar la muerte. Por consiguiente, habrá un reacomodo de conceptos morales, éticos, criterios profesionales y emocionales.
Los que vivimos en el extranjero, si llegáramos a ser víctimas del contagio, tal vez ya no podremos cantar el: «si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí».
Algunos ni siquiera tendremos una ceremonia fúnebre digna. Donde no habrá de otra más que la incineración/cremación indeseada o en el peor de los casos la fosa común. Pues hay situaciones donde no se podrán solventar gastos funerarios o transporte del cuerpo.
El gobierno mexicano en lo de repatriar cadáveres casi siempre ha reaccionado de manera limitada y en ocasiones se hace el occiso. Que ironía, por un lado, a los paisanos se les dice héroes por la aportación de las remesas; fuente económica más impórtate para México, y por el otro no se cuente con un programa que sustente la posibilidad de llegar con los pies por delante a la tierra que «nos vio nacer». A veces la coperacha apenas da para el traslado en una cajita.
El no salir y estar la mayoría del tiempo en un mismo lugar modifica la forma de pensamientos y el actuar, para bien o para mal. Podremos relacionarnos con la moda cibernética y comunicar lo que antes nos costaba trabajo decir cara a cara, lo que es una ventaja. Para los cobardes será una forma de sacar sus complejos.
La falta de contacto directo, relajará emociones y modificará las muestras de afecto, de amor, de indiferencia o las ofensas.
Para evitar el contagio de enfermedades a los hijos, los padres los controlaran más y estos a su vez procuraran dejar la casa lo más pronto posible. Los abuelos se perderán la etapa más maravillosa de la vida, que es valorar la existencia a través de los nietos; el sentimiento más sincero y noble que puede sentir el ser humano en toda su vida. Habrá quienes no lo sientan así, pero lo lamentaran al borde de la tumba.
Quienes nazcan en estos momentos, su nueva forma de interactuar a distancia será algo natural. Verán impráctico y peligroso los hacinamientos familiares por salud y economía. Se reducirá la familia y quienes querían obtener los papeles en el extranjero teniendo hijos o trayéndolos de sus países serán mal vistos hasta por la misma comunidad inmigrante. No se han dado cuenta que ya estamos en otro mundo.
También algo sucederá cuando nos llegue la hora del sueño eterno, que, a falta de ese acercamiento, convivio o compromiso, los velorios de cuerpo presente serán la excepción.
Sabemos que morir es natural pero ya no será una perdida tan grande y dolorosa. A los entierros acudirán pocos por decreto o por desapego. Imaginémonos ¿quién nos ira a visitar a la tumba después de diez años de muertos? En el Día de Muertos se restringirá la entrada a panteones.
En esta vida moderna casi todo se había convertido en cosmético para sentirnos confortables y satisfacer la vanidad. Ya desde ahora están quedando definidas las actividades ‘no esenciales’, o sea, las que fueron creadas para satisfacer los egos y los gustos. Desafortunadamente hay muy pocos jóvenes estudiantes de nuestra comunidad que se dedican a las ciencias exactas. La de servicios ya no será estrictamente indispensable.
Con respecto a lo religioso ya desde hace tiempo se había aceptado modificar lo de: «polvo eres y en polvo te convertirás» ahora es: «en polvo te convertirán» ya sea por salud pública, pérdida de valor inmaterial o para economizar.
Nuestras tumbas con el tiempo quedaran abandonadas como ya sucede, ya no tendrá sentido comprar un terrenito para el descanso eterno a donde nos puedan visitar los seres queridos desarraigados.
Lo practico será comprar ese terreno para que, con el tiempo, digamos, después de una generación inmediata al difunto o antes, rentar el mismo espacio para que sea ocupado por alguien más, aunque no sea familiar, y pague una renta por un tiempo determinado; 5, 10, 20… años. Después de todo somos polvo y en polvo nos convertirán.
No dude que si no salimos pronto de esto lo podríamos ver en vida, y también es probable que por ahí vea anuncios de: Se Renta Tumba con los servicios incluidos. Solo se aceptan dólares. Y en letras chiquitas diga: si los sobrevivientes no pagan a tiempo recibirá el aviso de desalojo.
¿A la mejor de ahí sale para el traslado de paisanos «dormidos»? o, quien quite para entonces ya practiquemos el entierro ecológico; la promación, o sea, someter el cuerpo a temperaturas bajas extremas al punto de convertirlo en polvo sin dañar el medio ambiente como la descomposición del cuerpo en entierros que penetra en el subsuelo o la incineración que produce tóxicos ambientales.