lunes, noviembre 25, 2024 - 10:39 pm

MÉXICO «N»

CARTAS DESDE CHICAGO

México “N”

/Rogelio Faz/

En México, en materia de justicia penal y seguridad pública, el sistema inquisitivo, como era anteriormente, paso a ser acusatorio. O sea, en lugar de que el imputado demuestra su inocencia, la ley debe de demostrar su culpabilidad. El propósito es esclarecer hechos, proteger a inocentes y garantizar la integridad de víctimas y de acusados. Sin embargo…
Parece que a los presuntos delincuentes se les otorgan mejores garantías aun cuando las evidencias los incriminan.
Cuando las autoridades atienden un delito solo dan a conocer el nombre de pila del delincuente seguido de la letra “N” en lugar del apellido. Supuestamente para ajustarse a la norma del debido proceso acusatorio. De lo contrario de eso se podrían valer los delincuentes para salir en libertad.
La Comisión de Derechos Humanos y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, coinciden en el derecho a la presunción de inocencia. Si se comete una falta durante el proceso acusatorio prevalece la presunción de inocencia. Que por cierto se contradice con la figura de arraigo y prisión preventiva donde parece aplica un debido «retroceso».
Es decir, se sigue expuesto a las arbitrariedades o ignorancia de la autoridad, donde prevalece la corrupción, venganzas políticas, rencillas personales o falta de preparación profesional en la materia. Y no a un órgano jurisdiccional capacitado que garantice con imparcialidad la justicia penal.
El sistema penal acusatorio trata de evitar la criminalización social anticipada de los presuntos responsables de un delito, omitiendo el nombre completo y/o se les oculte parte de la cara (ojos), aunque se sepa de antemano de quien se trata.
Esta norma en el proceso aplica a policías, ministerios públicos, medios de comunicación, autoridades administrativas, etcétera. Que en la práctica no sirve para proteger a las víctimas.
A los sujetos ya plenamente identificados por sus delitos, hay que hacerles valer su presunta inocencia. De lo contrario podrá obtener su libertad que en la mayoría de los casos es para seguir delinquiendo.
La lista de los N se ha vuelto una constante en México, donde el malandro de su oficio de mala vida hace una “profesión” delincuencial.
Las video cámaras que graban escenas como robos, extorsiones o asesinatos; a los delincuentes les cubren el rostro para proteger su presunta inocencia.
Presunción de inocencia y debido proceso pasan a ser clichés de la retórica legal, que en los hechos sirven un pito. Las autoridades reaccionan tarde, a medias, se hacen los despistados o se quedan chiflando en la loma como si no alcanzaran a despertar a la realidad.
Muchos casos terminan en impunidad por que un juez o el Estado no se ajustaron al órgano jurisdiccional. Y el arraigo o prisión preventiva queda a merced de algún interés ajeno a la justica o las víctimas.
Así que, a criminales les tapan los ojos, aunque estén confesos o hayan sido capturados infraganti, con lo que convierte a todo México “N”.
Ya sea por negligencia, omisión, corrupción, parcialidad o ignorancia; tendemos de manera infantil a ser acusaciones o a dar perdones como si se tratara de una “natural selection”, para después de una fatalidad ponerle una “R” al nombre, cuando deberíamos de escudriñar en la mochila de la conciencia.
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