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EL CUENTO DE CACHIRULO, REVIVE EN LA 4Ta

El Cuento, de Cachirulo, revive en la T4a

*El Fanfarrón pretende eternizar el reinado. Los aldeanos en alerta

Por Luis Repper Jaramillo*

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El nombre Enrique Fernández Tellaeche, tal vez no les diga nada. Para nuestros lectores de mi generación (50’s), lo recordamos con su nombre artístico, Enrique Alonso y su seudónimo “Cachirulo”, un personaje cuasi único (hasta la llegada de Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”) que guardando toda proporción por el contenido de sus historias, “Cachirulo” nos hizo soñar, ilusionarnos, disfrutar, con la candidez propia de un niño de 6/7 años que admiró al actor, director, escritor, productor que dio vida al inicio de la televisión mexicana (1955), llevando a los hogares por Telesistema Mexicano –de Emilio Azcárraga Vidaurreta –abuelo del actual dueño de Televisa- un programa (1956) que hizo época “Teatro Fantástico”, que durante mi niñez disfruté compartiendo con mis 8 hermanos, cada domingo por la noche para mirar “El Cuento” en donde Cachirulo nos contaba historias fantásticas de reyes, reinas, princesas, príncipes, brujas, lobos, hechiceros, leñadores, etc. que nos ponía al filo del sillón o tumbados en el suelo gozando de esa historias y personajes, que hicieron placentera nuestra infancia.

Cachirulo, además de actuar siempre fue el héroe. Explicaba antes de iniciar El Cuento, la razón de la historia, en donde su personaje siempre tenía la razón, triunfaba y todos vivían  felices.

Wooow, gran infancia la mía. Luego en juegos con hermanos, amigos y primos escenificábamos historias (hoy inverosímiles) emulando al rey, la reina, príncipes, princesas; a quien nos caía mal, le asignábamos el papel de Bruja Escaldufa, el Hechicero, que asustaban con sus maldades y pócimas de humo de colores, sapos, patas de rana, uñas y orejas de ratón, colmillos de murciélago, que una vez bebida nos transformaban (a los buenos) en monstruos, bestias horribles, estatuas de piedra.

Pero siempre triunfaba el bien, no sin antes soportar la insensatez, locuras, inestabilidades, malevolencia del Fanfarrón, que contrataba al Hechicero y la Bruja Escaldufa para dañar al “pueblo (aldea) bueno”, por su avaricia, locura de poder o desenfrenada visión del mal.

Teatro Fantástico (El Cuento) marcó generaciones de niños cándidos, obedientes, responsables, respetuosos, de lo contrario nuestros abuelos, padres o hermanos mayores nos amenazaban con llamar a la Bruja Escaldufa para que nos llevara con ella.

En honor a ese hito y personajes que hicieron la televisión infantil en la década de los 50’s, mencionaré los nombres y personajes que nos hicieron una infancia sana, fantasiosa, alegre, divertida; maduramos sobre el bien, a rechazar el mal y despreciar a quienes nos hacían daño… época que nunca más regresará:

Enrique Alonso (Cachirulo), Ángela Villanueva (Bruja Escaldufa), Carlos Alonso (Fanfarrón), Roberto Antúnez, Aurora Alvarado, Marina Isolda (príncipes), María Rojo, Alicia Montoya, María Rubio, Sergio Zuani (príncipes), además de René Azcoitia, Roberto Comadurán y Jorge Gutiérrez Zamora.

Gratos recuerdos de mi infancia.

Pero volviendo a la realidad, aquel añejo programa “Teatro Fantástico” y su Cuento, parece fue retomado por la Transformación de 4ª y su pléyade de testaferros, pues cada mañanera Fanfarrón (personaje malo de la serie) nos pinta una aldea (país) maravillosa, en donde todo es dulzura, amor, tranquilidad, paz, bienestar, orden. Los malos son rechazados y combatidos por “el pueblo bueno” (ciudadanía), sin que jamás intervengan las fuerzas del orden. 

De regreso del corte comercial, la realidad. Una aldea devastada, insegura, enconada, vapuleada por los malos (T4a, cárteles, delincuencia organizada, anarquistas, gavillas, malandrines comunes, violadores, huachicoleros, sicarios, acosadores, curas pederastas, corrupción, impunidad, insalubridad, y cientos de desastres más), seguro envenenada por las pócimas que Fanfarrón y la Bruja Escaldufa (Claudia Sheinbaum) esparcieron por el territorio nacional y la CDMX.

Cachirulo, antes de iniciar la reproducción del Cuento, explicaba, con verdad, la trama de la historia. Hoy, Fanfarrón, desde su nicho de poder, nos reseña cada mañana como está su aldea, –con sus datos– pese a ser una realidad desastrosa. Inventa hechos que sólo él  y sus cortes (gabinetes legal, ampliado, paraestatales, descentralizadas, chairos, botts, enajenados y fanáticos) ven, cuando los aldeanos padecen calamidades, pero en el psique rudimentario del malo, son ataques de los conservadores y de los desestabilizadores.   

Por eso Fanfarrón es miguis, miguis, de la Bruja Escaldufa y del Hechicero (Ricardo Monrreal), dicho triunvirato trae en jaque y amenaza con destruir al” pueblo bueno” (ciudadanía) con menjurjes, hechizos, brebajes (ideologías, adoctrinamiento, aleccionamiento, etc.) para eternizarse en la aldea (totalitarismo, dictadura).

Pero están subestimando a los aldeanos. Siempre cautos, calculadores, inteligentes, sabios,  guardan hábil silencio. Acumulan pruebas, testimonios, simulaciones, mentiras, engaños, deshonor a la palabra de los dirigentes del reino, para en su momento encarar, enfrentar, destruir las malévolas intenciones de Fanfarrón, la Bruja Escaldufa, el Hechicero y sus cortesanos, que desprecian, ignoran, desdeñan, displicean, anulan a quienes los hicieron llegar al poder.

“El pueblo sabio” ya se cansó. Está harto, hasta la madre del Fanfarrón, que sólo ocurrencias, errores, mentiras, falsedades, engaños, malevolencia hace, sumiendo al pueblo en inseguridad, terror, desempleo, pobreza, marginación, olvido, que pretende compensar con estúpidas e inadecuadas frases –ante su incapacidad de razonar- como si se portan mal los acuso con sus mamacitas, piensen en sus mamás que sufren mucho cuando hacen cosas malas, o para agredir a los “pregoneros” del reino (periodistas) los califica como Fifís, chayoteros, mentirosos, conservadores, hampa del periodismo, pues le incomoda que  divulguen, exhiban, muestren, comenten, opinen, las calamidades, desaciertos, incapacidad y nulidad del reino y de sus aldeas cooptadas.

El malo de la historia con su nula capacidad para guiar a los pardales, se inventa enemigos de papel, para sentirse perseguido, agobiado, acosado y responsabiliza a los reinados anteriores de las calamidades que asolan a la comunidad. Fanfarrón, ha peleado con todos quienes forman “su” imperio: mercaderes, sabios, maestros, artesanos, peones, jornaleros.  Para mostrar su poder, retiró bienes y dones a beneficiados que llevaban por  buen término sus negocios, cosechas, habilidades. Como usurero y malandrín advierte que  los tributos a su reinado aumentarán o creará otros; quienes no aporten o rehúyan esta obligación serán perseguidos, en el menor de los casos, o requisadas sus propiedades.

Como todo dictador, Fanfarrón creó su cuerpo élite de seguridad adiestrados para enfrentar la desobediencia a las ordenanzas del castillo. Para este fin, desmanteló guardias profesionales, capacitados y leales, cuya reacción fue de rechazo e inconformidad, por el hecho de obligarlos a sumarse al cuerpo especial (Guardia Real), que no tiene otro fin que resguardar la espalda de Fanfa, a excepción de evitar que mendigos, sátrapas de otros reinos, se infiltren al Imperio vecino. Con obediencia, ya saben quién, acató la orden del hombre blanco/cabellos dorados.

Echando el cassete atrás (50 años), los Cuentos que escenificaba Cachirulo eran atractivos, llenos de vida, ilustrativos, agradables. 5 décadas después la vida real nos pinta una aldea  desolada, pisoteada, sin cabeza, abandonada, expuesta, enferma, agobiada, desamparada, cuya nobleza vive en la opulencia, con privilegios, recibe diezmos, dádivas; desprecia al plebeyo, lo utiliza para beneficios personales, sin dar a cambio nada ¡vamos, ni representarlo en las Cortes!, menos resolver sus necesidades, cuando prometió en campaña elevar su calidad de vida.

Ahora, Fanfarrón tiene otros planes perversos. Ya no le llena gobernar el reino, pretende convertirlo en su parcela permanente, a través de la tiranía, modificando las leyes del Imperio de manera tal que controle la Justicia, las Cortes, los ejércitos (GR), los grupos oscuros (anarcos, cárteles, gavillas, delincuentes, etc.) a sueldo o privilegios. Desactivar, infiltrando incondicionales, inconformidades, movimientos rebeldes, espiando, agrediendo, rompiendo, diluyendo todo intento de confabulación popular; incluso atrapando, derribando, cazando a las palomas mensajeras (redes sociales) con que se intercambian información, planes, escenarios y estrategias que quieren revertir la tiranía de Fanfarrón.

Pero éste es longevo, está cansado, senecto, con incapacidad mental para gobernar, actualizarse e impulsar un reino moderno, de vanguardia, con visión de futuro. Sus lacayos rondan la misma edad física y mental, por lo que será imposible elevar a reino desarrollado ante la desilusión de los aldeanos.

“El pueblo bueno” se cansa, está a un tris de reventar, de inconformarse, de protestar y derrocar. Subestimarlo es un riesgo, los sabe Fanfa, pero desdeña la ira, enfado, desencanto de la población, pues sus lacayos le susurran “el canto de la sirenas”, pero su incapacidad de comprender, por senecto, deja pasar la oportunidad de corregir errores, su soberbia, indolencia y vanidad lo ciega.

No hay remedio. Su sino está marcado… Así será hasta perder el reino.

Lo que eran sueños, ilusiones, fantasías, alegrías en mi niñez con “El Cuento” de Cachirulo, en el sexto piso de mi vida, con la Transformación de 4a se ha convertido en pesadilla, frustración, impotencia, inconformidad y rabia.

El malo del Cuento destruyó la ilusión de los aldeanos… y esta historia apenas comienza.

Van 310 días de reinado, nos restan padecer 1825, en un ambiente de encono, inconformidad, desilusión, enfrentamientos y falacias… A ver quién aguanta más, Fanfarrón en el castillo o los aldeanos con presión y exigencias.

A Enrique Alonso, Cachirulo, si viviera en esta época, le fallaría el final del Cuento, porque los aldeanos no vivimos felices con la gobernanza de este reyezuelo de pacotilla.

*Miembro de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT) y de Latitud Megalópolis (LM)

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