martes, noviembre 26, 2024 - 2:34 am

APESTILANDO AMOR

CARTAS DESDE CHICAGO

Apestilando amor

/Rogelio Faz/

A estas alturas de la vida espantarse de un divorcio es estar fuera de onda. Aun así, no se puede negar que el estado óptimo de un matrimonio es mantener a la familia unida: papá, mamá e hijos.Esta cuestión surge con la separación de la ex “primera familia” de México: Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera. Que dejan saber la disolución de su matrimonio después de ser pareja presidencial.La formación de familias con diferentes familias, como sucedió con los Peña-Rivera, no significa que no se pueda convivir en un ambiente saludable y de cordialidad, incluso de amor. Sin embrago, cuando se contrae matrimonio, en cualquier circunstancia, es con la idea de mantener esa unión hasta el final. Claro, si la situación lo permite.Pero, si el matrimonio Peña-Rivera surgió con la idea de satisfacer la imagen de familia para ganar simpatías electorales, fue un engaño de amor que apesta a corrupción.Que si no hubieran sido lo que fueron, malamente importaría un comino a la sociedad mexicana. Pero era la pareja presidencial. Sí se casaron para dar una imagen de unión familiar al país, con el divorcio dan la impresión no les importaba el concepto de matrimonio, menos el país.Posiblemente este asunto corresponda más al medio de la farándula, que va a escudriñar debajo de la cama y dentro de los closets para satisfacer el morbo social. Toda una novela de amor e intriga.  Algo similar a la telenovela Destilando Amor con Rivera como protagonista, que inspiro a muchas a luchar desde abajo con ingenuidad y honradez.     Si este matrimonio motivó a muchos mexicanos, en su mayoría mujeres a votar por él, ¿Qué se espera de esa generación de jovencitas que vieron en ella la representación de la mujer mexicana? ¿Un inicio feliz con triste final? Lo inverso a una novela tradicional.Hay muchas otras cosas y muncho más importantes que atender que el rompimiento de una pareja por muy presidenciable que haya sido. Sin embrago, México es muy susceptible a estos aspectos sociales que acaban por ser influencia.Basta recordar a los artistas de la “época de oro” del cine mexicano en que todavía se sienten sus efectos. Como los de Pedro Infante, con toda su gracia y carisma arraigó en la mentalidad del mexicano la idea del borrachón ‘lleva serenatas’ a pie de ventana (siendo abstemio).Donde se topa con su rival (Jorge Negrete) para enfrentarse en duelos de coplas, que ahora padecemos hasta en la política de lavadero en el Congreso de la Unión. Donde abundan los trovadores rematicos de la política que se enfrascan como buenos borrachos con dimes y diretes haciendo honor a los clásicos de oro.Los Peña-Rivera con el afán de sellar una historia de amor de seis años en la política, no solo lastimaron a sus hijos, dejaron un mal ejemplo de ambición y poder en el país; apestilando amor.Pero como a estas alturas ya no nos asombran los divorcios ni las novelas churros, menos los políticos fanfarrones, no queda más que aguantar a otro churro chicharachero.   [email protected]

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