CARTAS DESDE CHICAGO
TEMPLO DEL PUEBLO
/Rogelio Faz/
Cuando no se está familiarizado con algún culto religioso o alguna secta, vemos con escepticismo todo lo que sucede en ellas, sean sus rituales o las doctrinas con los que se rigen. Cuando las conductas nos parecen absurdas, ridículas y extremas; son peligrosas. Y no debería de sorprendernos que suceda algo fuera de lo común.
El 18 de noviembre de 1978, sucedió una tragedia que conmovió y sorprendió al mundo. Se daba el mayor suicidio-homicidio colectivo que se tenga registrado en la historia.
El pastor estadounidense Jim Jones, líder espiritual del Templo del Pueblo, en su comunidad agrícola en Jonsetown, Guayana, indujo a sus seguidores al suicidio como vía de escape al mundo que los acosaba. Quienes se opusieron recibieron el tiro de gracia. En total fueron 912 muertos.
¿Que ven los seguidores en esos pastores o líderes para seguir fielmente esas convicciones? ¿No perciben la manipulación emocional, material y espiritual? Los motivos se podrían justificar por abuso, desamparo, desorientación, ignorancia, insatisfacción o un vacío espiritual. Utilizados para venderles la idea de un paraíso terrenal, y una salida a esos males que aquejan a la sociedad como: discriminación, racismo, pobreza, explotación, corrupción, usura, crimen, etcétera.
Jim Jones era un cristiano fanático y un socialista consumado, quiso conjugar ideologías opuestas: cristianismo y comunismo. Algunos le llamaron socialismo religioso o socialismo apostólico. Al parecer en eso se basó para engatusar a sus seguidores.
Cuando algo así sucede es un indicador de alarma. Un desajuste entre lo bíblico, la realidad y las “buenas intenciones” de un pastor. Hasta que se agotan los argumentos para transformarse en autoritarismo.
Este líder Jones como otros (David Koresh) hacían creer a sus adeptos que se acercaba el fin del mundo y el acoso del exterior era la señal para transitar hacia ‘la otra vida’. Donde el capitalismo era el anticristo que acechaba con la moralidad.
En aquella orgia de muerte por la “salvación”, entre envenenados con cianuro y tiros de gracia, incluían a niños y ancianos a manos de los seguidores fanáticos que los consideraban traidores. Se imponía la fuerza de los fieles creyentes. Una constitución de fe que salvara las almas desviadas.
Esta secta religiosa llamada Templo del Pueblo surgida en Estados Unidos a mediados del siglo pasado, había conseguido engatusar a sus seguidores con la promesa de encontrar ese refugio en un paraíso terrenal. Pero había que prepararse para la transición hacia el otro mundo diciéndoles: “la muerte solo es el tránsito a otro nivel”, “esto no es un suicidio, sino un acto revolucionario”, una transformación.
El mismo llegó a considerarse una divinidad y se comparó con Jesucristo y otros personajes. Como Lenin y Stalin. Sus libros de cabecera eran la Biblia y El Libro Rojo de Mao. Lenin rechazaba la idea de un Dios, y convirtió el ateísmo en religión de estado; pero uso a la religión para asegurar el apoyo popular. Stalin apoyo esto para su beneficio y se presentó como sucesor elegido.
La pregunta sigue ¿cómo es posible que los seguidores caigan en la seducción de un líder cuando estos son inspirados por dogmas a su modo? De que el mundo está podrido, no hay duda, incluidas las Iglesias. ¿esto justifica lo otro?
Esto en política se interpreta como plan con maña. Una cosa es que se busque apoyo para contrarrestar a los oponentes, y otra burlarse de la feligresía social para ganar espacio político. Esa osadía se paga por que ‘el pueblo es sabio’ y más temprano que tarde se revelara la verdad. Ojalá no sea demasiado tarde cuando una comunidad fanática sea capaz de eliminar a sus detractores infieles.
Posiblemente nadie este libre de estos rituales o ceremonias paganas y religiosas como sucede con el Día de Acción de Gracias, la Navidad, entre otras, sin embargo, estas no parecen interfieren con la realidad.
Si alguien hace una observación a esos cultos incondicionales, y es insultado o atacado, es un indicador de fanatismo, síntomas de un suicidio colectivo digno de una secta fanática.
Recordemos que, según Karl Marx, “la religión es un instrumento al servicio de las clases dominantes para someter a las masas desfavorecidas, un recurso para aminorar el sufrimiento a través de la emoción religiosa”. Pero cuando es por parte del Estado es obligación y sacrifico para la salvación de todos. La variante moderna es consultar al pueblo para no cargar con toda la responsabilidad.