Mochila Política
AMLO, el discurso del odio;
la evocación de Echeverría
Por Héctor Moreno
El uso constante de un discurso de división y odio, así como de promesas populistas de parte del Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador evoca el sexenio de Luis Echeverría, porque esas actitudes fueron el precedente para la violencia política y el desastre económico.
No solo se trata de un parecido de ambos en el estilo personal de gobernar, sino de su origen de una misma matriz ideológica política, cuyas raíces se encuentran en aquel viejo sistema priista.
Ideológicamente, para diversos analistas, la trayectoria de López Obrador y su grupo se inscribe en las corrientes del cardenismo – lombardismo – echeverrismo postulantes y defensoras del nacionalismo revolucionario, una especie de socialismo a la mexicana.
Por eso, para algunos líderes de la izquierda, López Obrador es un liberal revolucionario, con lo cual se explica su admiración –casi idolatría por Benito Juárez – y los héroes oficiales como Francisco I. Madero, Lázaro Cárdenas.
Ese origen y permanencia en sus postulados lo hizo encontrar puntos de convergencia con la izquierda histórica, pero también le ha hecho diferenciarse claramente de ellos, al grado de contar hoy con un instrumento nuevo, como lo es Morena, a costa de desfondar el único resquicio de la izquierda, el PRD.
Pero en la práctica, López Obrador y su grupo han ido asumiendo actitudes de división, encono, excluyentes… y sin haber llegado todavía al poder.
El odio promovido desde el poder
La administración de Luis Echeverría Álvarez, 1970 – 1976, estuvo marcada por una violencia política en la cual, el hecho más sentido fue el asesinato de Don Eugenio Garza Sada, reconocido como un gran mexicano por sus obras.
Durante los funerales, el 18 de septiembre de 1973, frente a Echeverría, Ricardo Margain Zozaya lo acusó de haber sido el autor intelectual del hecho.
“Lo que alarma no es tan solo lo que hicieron, sino por qué pudieron hacerlo”, cuestionó.
“La respuesta es muy sencilla, aunque a la vez amarga y dolorosa. Solo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad; cuando el Estado deja de mantener el orden público; cuando no tan solo se deja que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que además se les permite que cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte.
“Cuando se ha propiciado desde el poder a base de declaraciones y discursos el ataque reiterado al sector privado, del cual formaba parte destacada el occiso, sin otra finalidad aparente que fomentar la división y el odio entre clases sociales”.
Conocer algo del contexto puede ilustrar algunos aspectos de la trascendencia del asesinato del Garza Sada.
Una de las versiones más extendidas como posible causa del asesinato de Garza Sada fue el rescate financiero que iba a hacer a la cadena de 37 periódicos propiedad del entonces Coronel José García Valseca, cuyo medio insignia era El Sol de México.
Imposibilitado para pagar una deuda al gobierno, el militar recurrió al empresario regiomontano, quien habría accedido a adquirir los diarios, pero fue asesinado antes de que se cerrara la operación.
García Valseca provenía de una corriente de militares revolucionarios entre quienes estaban los hermanos Manuel y Maximino Ávila Camacho, quienes habían sido presidente y gobernador de Puebla. Formaban parte de un grupo político distinto al de Echeverría, más identificado con Lázaro Cárdenas y José Guadalupe Zuno.
El gobierno de Echeverría tomó el control de los “soles”. En su primer consejo figuró Juan Francisco Ealy Ortiz, quien salió al poco tiempo para convertirse en propietario de El Universal, donde actualmente permanece.
A Mario Vázquez Raña, empresario de una familia mueblera, el gobierno le vendió la cadena y la dirigió hasta su muerte.
La violencia política
La polarización durante el sexenio de Echeverría la marcó la transformación ideológica del PRI hacia la socialdemocracia, en la cual Porfirio Muñoz Ledo jugó un papel relevante; su afán de imponer una educación sexual a través de los libros de texto sin consultar a los padres y la promoción para legalizar el aborto.
Igualmente los constantes enfrentamientos con el sector privado y la “reacción” política.
En ese ambiente se dieron también otros hechos de violencia.
En 1972, Genaro Vázquez Rojas, jefe de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) murió en un extraño accidente carretero cerca de Morelia, Michoacán.
Joel Arriaga Navarro y Enrique Cabrera, dirigentes comunistas fueron asesinados en Puebla ese mismo año.
Dos años después, Lucio Cabañas Barrientos, líder del Partido de los Pobres fue abatido.
El 12 de septiembre de 1975, Carlos Ramírez Ladewig, jefe político de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) fue asesinado a balazos. Álvaro Ramírez Ladewig y su hijo, Carlos Ramírez Powell siempre denunciaron que fue un crimen de Estado, ordenado por el Presidente Luis Echeverría Álvarez.
La era de López Obrador
El discurso de división de López Obrador ha sido una constante, a pesar de vaivenes temporales acordes a la coyuntura política.
Su animosidad a los empresarios, a quienes en su reciente campaña descalificó como una “minoría rapaz” , no es nueva.
Baste citar un escrito suyo publicado en un suplemento de La Jornada, el 5 de diciembre de 2007, sobre los “10 años de gobierno de izquierda en el DF. 1997-2007”.
“Esos personajes del las cúpulas empresariales son gente muy atrasada y actúan con mucha hipocresía: se la pasan en la iglesia, pero no saben qué es el cristianismo, no tienen amor al prójimo, son totalmente egoístas, el dinero los tiene enfermos y es su verdadero Dios”, escribió el tabasqueño.
Sus descalificaciones a prensa y adversarios como “fifís”; su lenguaje decimonónico –para emular a Juárez – de tildar de conservadores a quienes no piensa como él y su grupo; sus promesas de bienestar sin ofrecer cómo lo has hará realidad evocan a ese populismo y a ese estilo de Echeverría.
Frente a miles de personas que marcharon en la Ciudad de México para exigirle respeto a la legalidad y no realizar más consultas a modo, su respuesta no deja lugar a dudas, se asume como adversario, no como Presidente electo y desafía con más consultas a su manera.
Su discurso de división, de odio, lleva, inevitablemente a evocar el sexenio de Luis Echeverría.
Héctor Moreno Valencia
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