Homo Espacios
La “Era del jazz” al piano de los 20´s
Por Glen Rodrigo Magaña
Memorias que se volverían cuentos del novelista estadounidense Francis Scott Fitzgerald, una mirada al Nueva York de los años veinte, pasión entre glamour, locura, letras, y desde ahí, el bautismo de la “Era del jazz”, donde los sentimientos entintados y la música afroamericana los fusionamos con el surgimiento del stride pianístico, representado por tres célebres músicos, así como la simulación del “jazz de alta categoría” y otros apuntes poco conocidos.
En los campos de algodón se sufría la sequía, Nueva Orleans era azotada por la discriminación hacia la raza negra, la plaga del boll weevil dejaba sin trabajo a los campesinos, la miseria reinaba y el éxodo hacia las grandes ciudades comenzaba.
En el periodo de entre guerras surgía la “Generación perdida” en las letras norteamericanas, Hemingway escribía Fiesta en 1926, Gertrude Stein era la madre de la literatura modernista, y todo apuntaba que Nueva York era el lugar de la aventura, la sofisticación y la capital del jazz en los años veinte.
Música y libros, el maridaje perfecto, es el buen beber y comer para el interno, razón por la que en este artículo entrelazamos algo del autor de Suave es la noche (1934), con los maestros del piano sincopado de los años veinte y otros datos melómanos de aquella época dorada… la “Era del jazz”.
Scott Fitzgerald: el amante de Nueva York
“Languidece la última luz a la deriva por el campo,
la baja y larga tierra, la soleada tierra de agujas.
Los fantasmas de la noche templan sus liras
y vagan cantando, en una melancólica banda
bajando por los largos pasillos de árboles. Pálidos fuegos
reverberan por la noche de torre en torre…”
El último día en Princeton. Francis Scott Fitzgerald.
Ella era extremadamente bella como frívola, con un profundo atractivo fatal, adictivo, dueña del deseo y que, al beber sus letras, Francis Scott Fitzgerald se embriagó de los caprichos y el delirio de la adinerada escritora Zelda Sayre. Él nunca fue rico, pero era un imán en esa clase, Sayre era “Daisy Buchanan” de El Gran Gatsby (1925) y Fitzgerald se plasmaba a sí mismo como un escritor frustrado: “Nunca llegaré a ser un poeta, podré llegar a ser un intelectual, pero nunca escribiré más que poesía mediocre”.
Los Cuentos de la era del jazz (1922) detallan un Estados Unidos transitorio, glamuroso, prohibitivo, alucinante, caótico y lleno de música vestida de los años veinte, el nombre de este libro es entrelazado solo a través del género que se extendía por el país de las barras y las estrellas en aquel tiempo, entre una novela y otra de Francis, aunque nunca profundizara en la música negra, pero sus cuentos sí suenan a jazz, como ejemplo está Un diamante del tamaño del Ritz y solo por citar un fragmento para afirmar lo anterior: “Aquella noche, cuando el último suspiro de la música descendió de la torre más alta, ambos permanecieron despiertos, soñando felices con cada segundo de aquel día”. Ahora dime… ¿qué escuchas?
Al final, Fitzgerald colapsaría de un ataque al corazón entre el dolor y alcohol en 1940, Zelda terminaría en diversos psiquiátricos hasta su muerte en el incendio del Highland Hospital en 1948.
Piano jazz: Los tres grandes del stride
En el piano nació el ragtime, desde las partituras del “Mississippi Rag” de William Krell en 1897 o la genialidad de Scott Joplin, una de las figuras más importantes en del ragtime clásico a inicios del siglo XX, pero ya desde los veintes, los clubes de música afroamericana y en Harlem o la “capital negra” noyorkina, los que peleaban la corona eran los pianistas: Fats Waller, Willie “The Lion” Smith y James P. Jhonson, mejor conocidos como The Big Three, quienes tuvieron agitadas batallas pianísticas.
El “father of stride piano”, James P. Johnson, respetaba al fanfarrón Jelly Roll Morton y a quien se le considera el creador del jazz pianístico, a Johnson se le atribuyen piezas clásicas como “Charleston” o “Carolina Shout”, que pulió su estilo en las violentas “jungles” de la “Cocina del diablo”, allá en el Manhattan negro, su primera grabación la realizó a los 27 años de edad y grabó 197 sesiones.
Thomas “Fats” Waller adoptó como padre musical y tutor a P. Johnson, ya que desde los 16 años lo hospedó en su casa, cuentan que se quedaban hasta las cuatro o cinco de la mañana creando temas en el piano. Robusto, alegre y bastante rítmico, Fats lanza su primera grabación a la edad de 18 años, siempre con su característico cigarrillo en la boca, su peculiar sombrero y un chaleco formal, gastaba su dinero en alcohol, desayunaba whisky, comía hasta seis hamburguesas con una docena de botellas de cerveza, incluso cuentan que tras deberle a Fletcher Henderson el pago de nueve hamburguesas, Fats saldaría su cuenta con nueve composiciones, siendo la más famosa: “Henderson Stomp”.
Willie “The Lion” Smith fumaba puro, hombre con mucho estilo, principal rival de James P. Johnson, tal vez era el “león de Judea” o su temperamento era como el del rey de la selva, pero lo sí es un hecho, es que tocaba con un ahínco extraordinario y bailaba de forma magistral, era la extravagancia sincopada encerrada en el romanticismo, la figura de las llamadas «fiestas de alquiler» en Harlem a fines de los veinte para pagar la renta, en sus manos “Summertime” nos lanza al vacío de la melancolía, “H&M Blues” para embriagarnos con sus ecos y nadie como él para interpretar “It´s right here for you”.
El origen de la simulación… y otros ajuares sincopados
Paul Whitman supo vender el jazz a la llamada “sociedad blanca”, con ello se volvió en uno de los magnates de la música afroamericana, fue el que inició la simulación del jazz de “alta cultura”, con etiqueta de sinfónico y mucha parafernalia, pero también es quien deslumbra a los europeos con su orquesta de primer mundo, al grado de considerarlo uno de los mejores músicos del mundo, cuando entre el gremio musical que lo conocía, lo catalogaba como un “mediocre instrumentista”.
En la Manhattan de los veinte existían cuarenta clubs nocturnos, teatros y palacios de baile, la mayoría agrupados en Harlem, otros en Hell´s Kitchen, uno en Tenderloin y otro más en Greenwich Village.
Mientras que Louis Armstrong fue el rey del jazz en la trompeta, Sidney Bachet lo fue en el clarinete, un forastero en su propia tierra -Nueva Orleans-, pero con un gran reconocimiento en Europa, tanto, que el mismo rey de Inglaterra Jorge V apreciaba el blues característico de Bachet, sin embargo, también fue expulsado de varios países del viejo continente gracias a su desequilibrado temperamento.
Templos del pecado era el nombre que los blancos daban a los salones de baile de la raza negra, el swing era indecente, pero la realidad es que la vida nocturna de Harlem, superaba por mucho a la de Broadway… aunque a la hipocresía blanca, en realidad les encantaban estos clubes.
Joe Venuti (violín) y Eddie Lang (guitarra), descendientes de italianos fueron dos de las grandes figuras del jazz en las cuerdas, tanto, que influyeron en el mismo Django Reinhard, ya que el padre del gypsy jazz consolida el género hasta los treinta, mientras que Venuti y Lang ya trabajaban con el violín y guitarra sincopadas desde inicios de los veinte.
Estimados homoespacieros, les comparto los tradicionales enlaces para que continúen con este regodeo de letras perdidas y jazz de los veintes:
-F. Scott Fitzgerald – Fast Facts (Inglés). https://youtu.be/XvIXvD3AXz0
-James P. Johnson – “Carolina Shout”. https://youtu.be/nSFGyipsNsg
-Thomas Fats Waller – “Your feet’s too big”. https://youtu.be/in1eK3x1PBI
-Willie «The Lion» Smith – The Lion on BBC’s «Jazz 625». https://youtu.be/sBhbCjSnemE
-Joe Venuti & Eddie Lang – “I’ve Found a New Baby”. https://youtu.be/9pyq0Pk_K3A
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