Confesiones de un alcohólico
¡Ésta va por mi hijo!
- “El ambiente en el que yo crezco fue de pobreza pero no malo, una vida en provincia y de campo, de niño me sentía señalado, frustrado e inseguro…”
- “…le llame a unos amigos para que fueran por mi, pero me percate que realmente tenía conocidos de ocasión y amigos de parranda…”
- ¡Con esta manera de beber, que le voy a ofrecer a mi hijo!
/Paola Topete/
Gabriel M. de 54 años del Estado de México, Calimaya de Díaz González nos platica su historia de vida durante y después de su enfermedad con el alcoholismo.
“El ambiente en el que yo crezco fue de pobreza pero no malo, una vida en provincia y de campo, de niño me sentía señalado, frustrado e inseguro, me sentía muy pobre cuando en realidad éramos ricos, teníamos una familia, sembrábamos y de ahí comíamos, mis padres fueron buenos, aprendimos a respetar lo ajeno, a respetar a nuestros mayores, asistir a la religión a la que pertenecemos ”.
Al paso de los días, la inseguridad fue incrementando a manera de bloquearse como persona,
“Yo me sentía menos, no me sentía capaz de lo que realizaba, por mi mente pasaba el ¡No puedo!”.
“La familia de la Ciudad de México nos daban grandes noticias de su próxima visita, cuando tendría que ser un gusto para mí, mi reacción era de pena, quería esconderme, me daba vergüenza saludar, me sentía muy flojo, feo, incapaz de triunfar en la vida”.
Después de crecer en el seno familiar, Gabriel creció como persona y fue enfrentando varios miedos que lo limitaban,
“Al comenzar a salir me di cuenta que era capaz de desarrollar muchas cosas, entre ellas, emprender en mi primer empleo en una empresa de plásticos, de tener una amistad, de platicar con alguien y saber que existo”.
Su papá fue músico, tuvo una banda de música de viento, donde tocaba en todos los pueblitos del Estado de México, por consiguiente, todos los fines de semana tomaba y al día siguiente iba a trabajar.
Los problemas alcohólicos se pronunciaron a partir del cuarto semestre a nivel media superior, donde truncó sus estudios,
“Yo decía que mis papás nunca me apoyaron porque éramos pobres, pero la realidad es que no fue así, soy el menor de mis hermanos varones, mis padres me permitieron estudiar, mientras que mis hermanos ya trabajaban y yo desaproveche la oportunidad”.
Las lagunas mentales son constantes durante el alcoholismo, lo cual, lleva momentos difíciles en donde Gabriel vivió a causa de tomar con demasía tres días anteriores al hecho,
“Me puse unas borracheras antes de mi día laboral, pero me regresaron por el estado en el que iba, decidí regresarme a casa, pero no sé en qué momento llegué a un pueblito que se llama Tenango del Valle, en uno de los portales me pedí la famosa Pollita de jerez , me senté, me quedé dormido, más tarde desperté y ya estaba arriba de una patrulla”
“Recogimos a un muchacho que había robado, fui a parar a la Delegación detrás de las rejas con mal olor, sucia la celda, sentí mucha desesperación, impotente, angustiado, me detuvieron por dar mal aspecto a la comunidad; me quitaron un reloj y mi cartera, no hallé la forma de hablar con los policías, no me dejaron comunicarme con nadie”
“Me liberaron por la noche, no sabía en donde estaba, camine mucho, le llame a unos amigos para que fueran por mi, pero me percate que realmente tenía conocidos de ocasión y amigos de parranda, ese es el riesgo que uno corre al tomar con desconocidos”.
Otra ocasiones que puso en riesgo su vida, fue cuando trabajaba en una empresa automotriz,
“Iba crudo, con los nervios hice una reparación, utilizaba herramienta de corte, perdí la noción del tiempo, se me nublo todo, me estaba llevando un cabezal, justo en ese momento un compañero me vio y alcanzo a jalarme de la cintura, de lo contrario hubiera perdido la vida”.
A pesar de las malas experiencias que ya había tenido, no entendía, hasta que un día manejando le pudo haber causado no solo su vida, sino también la de una familia completa.
“Me quedé dormido e iba con el acelerador a todo lo que da, de momento pensé ¡Ya me toco aquí!, pero a la altura de unos 50 o 100 metros de distancia avanzaba un coche blanco, no me espante, pero al estar más cerca me percate que abordaban una familia, por ello reaccione y brinque un borde, como película salí volando, no estaba nada más mi integridad sino también la vida de la familia”.
A sus veinti cuatro años se casó, por fortuna no vivieron la adicción de su papá, pues más grandes comenzaron a involucrarse al Grupo de AA,
“Tengo dos hijos, uno de ellos tiene veinti tres y el mayor veinti seis años de edad, me acompañaban a las juntas o conferencias que damos, a pesar de que los reclusos no pueden salir, nosotros si podemos pasar y les asistimos”.
La mala experiencia que se causó por tomar en exceso, fue la perdida de varios empleos,
“Ahora comprendo que no le conviene al jefe tener a un trabajador irresponsable, pues hoy por hoy tengo un negocio familiar, sin embargo, recuerdo una madrugada tuve fuerte insomnio, al estar casi obscuro voltee a mi derecha, estaba mi hijo el mayor dormido, tenía tres meses de nacido, vi su carita angelical, me entró una ternura y a la vez una vergüenza, reflexione: ¡Con esta manera de beber, que le voy a ofrecer a mi hijo!, Me vi obligado a dejar de beber”.
Gabriel agradece a su compañero de trabajo en mecánica industrial, por sugerirle el Grupo de Alcohólicos Anónimos, que hasta hoy lleva favorablemente veinti seis años sin beber.
“Me mencionó, deberías de ir, tú tienes problemas alcohólicos, acepte porque realmente ya había pasado por muchas vergüenzas, pobrezas y tantos miedos que sentía la necesidad de recibir ayuda profesional”.
“Cuando me acerque por primera vez a ese salón tan pequeño, sentí una paz y confianza que nunca había sentido, esos miedos de que sentía que fuera fin de semana, porque sabía que me pondría borracho, sentí que si podría dejar de beber”.
“Yo sí veo mejoría en mi persona, a mis compañeros les platico la calidad de vida que llevo”.
Alcohólicos Anónimos, Sección México,
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