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Encontrando a mi padre en el alcohol  

Confesiones de un alcohólico

 Encontrando a mi padre en el alcohol

  • “La gente me veía con lastima, nos veían como: ¡Las pobrecitas!, ¡Míralas ahí van las huerfanitas!, ¡Pobres que va hacer de ellas!.”
  • “Entra un individuo y comienza a abusar de mi, en ese momento pues me doy cuenta que ya me había vendido…”
  • “Si estoy enferma, ¡Cuídame, ¡Apapáchame!, ¡Consiénteme!, de las reacciones que tenía yo mi mamá prefería encerrarse…”

/Paola Topete/

 

 

Del Estado de Querétaro, Araceli M. de 37 años de edad nos comparte su historia de vida a partir de su infancia, “Fue delicada por la ausencia de mi padre, falleció al tener cinco años y mi hermana tres, obviamente, mi madre tuvo que separarse de nosotras para trabajar, yo me hice cargo de mi hermana, así pude quitarle una preocupación menos a mí mamá”.

Ella creció sin la orientación de un mayor, lo cual, comenzó a beber a sus doce años de edad, “Iba en ese tiempo en la secundaria en una comunidad rural, por lo que tome la libertad como libertinaje y me sentía libre para tomar sin que nadie me dijera nada, me hacía sentir superior a los demás, no tenía secuelas en ese momento, solo con bañarme, comer, dormir estaba como si nada. Yo decía que no iba a pasarme nada, que podía hacer lo que yo quería, buscaba siempre la manera de salirme de la casa”.

Mientras tanto, fue de menos a más, crece el problema porque se relaciona con personas mayores, siempre buscando la figura paterna, “Si antes bebía a escondidas, pues ahora ya faltaba a la escuela, quería sobresalir, llamar la atención, ya eran BORRACHERAS”.

Al estar en la preparatoria, buscó la forma de traer dinero para sustentar en ese instante su necesidad, “Lo que me daban para la escuela me lo gastaba en alcohol, entre varios compañeros hacíamos la coperacha para consumir sin límite cervezas, pasa el tiempo y me junto con jóvenes aún más grandes, ellos tenían más percepciones económicas que yo, me quiero poner al mismo nivel que ellos y decía como pretexto que necesitaba apoyo para comprar mis libros, la cuota que pedía era superior a los $300.00 , al volverse ansiedad buscaba la forma de sacarle dinero a mi mamá, a los vecinos o conocidos”.

En efecto, pudo concluir su Bachillerato ya no quiso seguir estudiando, “A pesar de mis malicias, era muy buena en la escuela, no necesitaba hacer trabajos para sacar un buen promedio, yo me manejaba por puros exámenes, en la escuela me decían que era niño, por mí manera de comportarme y la manera de tratar a los niños muy agresiva”.

Para Araceli existieron trastornos emocionales por ser señalada, “Al pasar los días de la perdida de mi papá, no sabia cómo vivir, como desenvolverme, la gente me veía con lastima, nos veían como: ¡Las pobrecitas!, ¡Míralas ahí van las huerfanitas!, ¡Pobres que va hacer de ellas!,  realmente, me hizo rebelarme, el orgullo me gano para poder salir adelante mi conducta era de autodefensa y en la escuela era ruda, agresiva , sería, pero por dentro estaba triste, vacía, con miedo, así era mi manera de esconder mi vida”.

Los años se complicaron para ella, juntarse con personas que no eran correctas le causarían daño en algún momento, “Me involucre con un tipo, nos quedamos de ver, me mencionó que había olvidado las llaves, cuando él sale entra un individuo y comienza a abusar de mi , en ese momento pues me doy cuenta que prácticamente ya me había vendido y a manera de lo posible me defiendo entre mordidas, patadas, arañazos”.

“Era de esperarse porque se dedicaba a robar, vendía droga, y después explotaba a las mujeres con engaños y me fui corriendo entre cerros porque vivía alejada de la civilización del estado de Guanajuato y como era de madrugada logré llegar a casa, no quería salir, no quería beber, el gusto sólo me duró 2 días y recaí”.

Araceli no formo familia por creencias impuestas de su madre, “Sufrió mucho mi mamá tras la muerte de mi padre, porque dependía en todos los sentidos de él, tardo tiempo para que saliera adelante sola y a partir de ahí nos inculca a mi hermana y a mi que no necesitamos hombre a nuestro lado, porque solas podíamos hacer las cosas y salir adelante.

“Me la creí tanto, que me sentí hasta cierto punto feminista, tuve muchos amigos pero era súper agresiva, me negué totalmente de una relación más estable y formal, no me limitaba del hecho que si los hombres podían tener muchas mujeres porque las mujeres ¿No?, mi mamá jamás volvió a retomar su vida”.

Transcurrieron para ella once años de beber, los cuales existieron regaños, llamadas de atención, la gente le hacía ver que estaba en mal camino, “Mi mamá busco ayuda desde que tenía 15 años, en la secundaria con la trabajadora social , después con el orientador, más grande era el psicólogo, siempre me decía que estaba enferma, pero si estoy enferma, yo le decía: ¡Cuídame, ¡Apapáchame!, ¡Consiénteme!, de las reacciones que tenía yo mi mamá prefería encerrarse porque hacía un desastre rompía todo, era difícil de ayudarme”.

A los veintitrés años Araceli llegó al Grupo de Alcohólicos Anónimos, acaudalado de una borrachera perdida, “Tome del 10 al 17 de Septiembre, no recuerdo nada hasta el día de hoy de lo que había pasado en esos días, solo desperté, amanecí por fortuna en mi cuarto, de hecho, mi enfermedad era tan grande que deje de comer, deje de bañarme porque el último año me drogue bastante”.

“Al reaccionar que estaba en mi casa, sentí en mi cuerpo como se adormeció ciertas partes de mi cuerpo, trate de levantarme pero no pude, solo arrastrándome pude llegar al baño, no aguanté el estado en el que me encontraba me rendí con mi mamá, enseguida le pedí ayuda , literal sentí que me moría, mi mamá me llevó a un centro de rehabilitación del Grupo de AA por medio año”.

Ella considera que el trato a primera instancia fue muy bueno, está institución ayuda a desintoxicar a las personas con adicción alcohólica y/o drogadicción, “Al alejarme de todo mal me sentía regañada por todos, como ya era agresiva y sin efectos de alcohol ni droga pues intenté escaparme, me fui encima de quien me cuidaba, me calmaron, hablaron conmigo y poco a poco entendí que era parte del apoyo que me brindaba el agrupamiento”.

Araceli lleva catorce años brindando servicio en pláticas de los Centros de salud, escuelas, en Instituciones de salud, “Formamos un grupo femenil en un Cerezo con internas en San Juan del Río, la diferencia entre la experiencia de ellas con la mía es que yo estoy afuera y ellas están recluidas”.

“Pero si cumplo requisitos delictivos que hice en su momento, una ocasión chocamos y nos dimos a la fuga, robaba para tener dinero, agradezco a dios porque me dio una oportunidad de cambiar mi ritmo de vida”.

El tiempo le ha ayudado a superar obstáculos, hoy lleva su vida como madre soltera, labora en un comedor de una empresa, “ No me casé pero soy feliz con mi hija, me siento bendecida por esta oportunidad de Dios, de vivir diferente, de poder platicarlo, de tener la dicha de renacer y seguir adelante, tranquila de que puedo salir a la calle con la frente en alto”.

“Si hoy me tocara partir de este mundo descansaré sin inquietudes, porque no moriré de alguna congestión alcohólica, ni drogada podré morir en paz”.

¡Solo por hoy al 100!…

 

Alcohólicos Anónimos, Sección México,

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