CARTAS DESDE CHICAGO
Adictos al sexto
/Rogelio Faz/
Todavía no iniciaban oficialmente las campañas presidenciales en México, y los candidatos desde hace rato ya habían empezado su lujuria electorera. Una competencia que no debería prestarse a juego, pero, debido a la falta de seriedad, empezando por Lorenzo Córdova el “pirruris racista” del Instituto Nacional Electoral, la pre contienda fue graciosamente peligrosa. Y lo que falta.
De acuerdo a las encuestas, Andes Manuel López Obrador va al frente, que, por su insistencia de cada seis años por llegar a la Presidencia, bien podríamos apodarlo “adicto al sexto”. Pero no es el único, le sigue Ricardo Anaya el “follow me”. En tercer lugar, José Antonio Meade el “no te manches” del Prian. Y más atrás, en la cola, hay algo parecido a “la víbora de la mar […] los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán tras, tras, tras”. La candidata que iba mero atrás, se quedó sin melón y sin sandía. Las encuestas nos podrían pronosticar los resultados, pero la realidad es que el último tirón no se ha dado, pues hasta ahora han sido puros dimes y diretes. Sin embargo, independientemente quien sea melón o sandía, sabemos quién va a ser el perdedor. México.
Suponer quien llegue a la ‘grande’ será el salvador del país es ser iluso. México tiene tantos problemas que no basta con una elección, pero bueno, es parte del alucine. Es más probable que el ganador se defina en los debates, pues hasta ahora el apoyo solo era “entre” partidarios. Donde cada quien se vistió a la usanza local rodeado de sus fans, con frases chuscas como si anduvieran bajo la influencia, divirtiendo más que siendo coherentes.
En los debates se deben de considerar otros aspectos donde no interviene el arrastre popular: temple y habilidad de respuesta que se traduzca en credibilidad. En lo individual hasta ahora cada quien depende de su lujuria verbal, en el pódium oficial será diferente. Si los excesos hacen perder el equilibrio, dará la impresión de pedantería. Otra, mantener la postura ante una provocación, eso mostrara el carácter en como enfrentarán las vicisitudes en la Presidencia. Por último, reflejo mental para exponer ideas y dar respuestas claras y certeras en el menor tiempo posible. Es ahí donde el elector deberá de formar su criterio y no al folklor de las ocurrencias.
Todos los adictos, perdón, candidatos son un peligro y están poniendo a México en riesgo. Sin embargo, si queremos resultados en base a las encuestas, ganara el populismo de las izquierdas, o ¿las derechas? Eso ya sería difícil de definir porque ahora conviven en amasiato. En estas condiciones podríamos vaticinar que el vencedor será Amlo, por la simple razón que México es un país con mayoría de pobres, y el discurso va dirigido a ese sector resentido con los de “arriba”. Aunque últimamente ya se coquetea con la derecha pudiente, persignada y políticos en proceso de rehabilitación.
No cabe duda que Amlo llegara a los debates con las preferencias a su favor. Sin embargo, están esos otros factores. Deberá probar los reflejos empezando por las preguntas sencillas, pues se toma demasiado tiempo para responder, incluidas las que ya se saben.
Sus reflejos dan la impresión de no estar al ritmo que requiere un debate a este nivel. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con su vicio por la honradez. Bajo estos efectos eso lo podría hacer perder el equilibrio y por consiguiente la cordura. Esencial en un presidente.
También sabemos las respuestas de los demás candidatos, salvo la agilidad para exponer ideas con cierto grado de cordura, aunque alucinen con lo que no puedan cumplir, irónicamente podrían ser sus puntos a favor. Siempre y cuando “no me chingles”, sobre todo defendiendo a los paisanos contra Donald Trump. Demagogia pura.
De antemano el más atacado será López Obrador debido a que encabece las encuestas, además, por ser el candidato más constante por la Presidencia. Que cada sexto año ha buscado como si fuera una adicción. Dice que de no ganar se ira a la Chingada, y si gana solo falta saber sino se le ocurra bajo los efectos, otros seis años, pues necesitara seis años para suministrar sus intenciones y otros seis para sentir sus efectos.
Recordemos que para obtener su licenciatura de Ciencias Políticas y Administración Pública se tomó casi lo de dos sexenios. Tomemos en cuenta que el 6 es el numero perfecto, considerado el amigo de sí mismo.
De no ganar la Presidencia de seguro nos esperan otros seis años de cantaletas, en su defecto, otros tantos vicios de nefasto populismo de derecha, en otras palabras, independientemente quien sea el ganador, es muy seguro que México pierda el balance y siga quedándose atrás, tras, tras, tras. Sin melón y sin sandía.