martes, noviembre 19, 2024 - 2:28 pm
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Adrenalina sin fronteras…

Confesiones de un ex alcohólico

 

Adrenalina sin fronteras…

 

  • Nos hicimos de balazos intentando cuidar cada uno su vida o ver quien caía primero, para mi esos minutos eran adrenalina pura.
  • 26 años brindando servicio a los compañeros del Grupo Alcohólicos Anónimos y soy portavoz en diferentes establecimientos para la sociedad.

/Por Paola Topete/

 José Adolfo P. vivió su infancia en el Estado de Guanajuato, en compañía de sus padres y sus ocho hermanos; desafortunadamente su familia estaba desintegrada. A los 6 años perdió a su madre por problemas de salud, estudió hasta el cuarto  grado de primaria ya que sólo iba una vez al día, en ese entonces las clases se impartían en dos turnos. Solía ayudar a su papá en el trabajo, quien al poco tiempo de haber enviudado se casó por segunda ocasión.

Hubo momentos difíciles porque su madrastra lo rechazó.

“Ella me trataba mal, preferí salirme de la casa cuando era un adolescente y empecé a trabajar en un tortillería”, nos comentó.

Al mismo tiempo, se empezó a relacionar con las bebidas alcohólicas, “inicié con una o dos cubas, pero con el paso del tiempo me convertí en un bebedor secuencial”.

Cada recuerdo comenzó a trastornar la vida de José Adolfo P. Sufrió de lagunas mentales y se vio envuelto en actos de violencia.

A los 19 años conoció a su primera pareja con la que tuvo una hija, lamentablemente por su adicción al alcohol tuve una relación inestable con su pareja.

Aunque la inestabilidad era su carta de presentación.

“Decidí irme a probar suerte a los Estados Unidos por 3 años, llegué con un amigo, tuve hambre de aventura de conocer a las mujeres porque me gustaba tenerlas, usarlas y desecharlas como cualquier cosa, la bebida me hacía sentirme importante ante los demás”, reconoce.

Al regresar, nunca imaginó que encontraría el gran apoyo y amor de su segunda esposa y madre de sus 3 hijos: “La conocí pero creí que era sólo el momento hasta que a los 24 años tuvimos a mis hijos, sinceramente, no supe darles una calidad de vida a mi familia, pasaba jugando billar, alcohol y baraja, yo forjé la violencia intrafamiliar que por desgracia dañé mucho, principalmente a mi esposa, porque muy a pesar de lo que fui, ella nunca se puso a la altura de mis arrebatos”.

Sus espacios prolongados en alcohol fueron más violentos.

“De tantas borracheras mi cuerpo cada vez reaccionaba más violento y la adrenalina la sentía pasar como un reto para pelear con los demás”.

Pero reconoce que hubo excesos: “La peor acción que pude hacerle a mi esposa fue encañonarla con una pistola que solía traer, fui amante de las armas de fuego”.

Como padre confiesa que deja una enorme deuda con sus hijos: “Toda la responsabilidad y educación de mis hijos se la dejé a mi esposa, me perdí de sus éxitos y sus fracasos”.

Señala dos de sus hijos se revelaron porque corrió a uno de ellos porque se dedicaba a robar, “no considero que sea por mi culpa, porque esa acción que cometió mi hijo es una limitación para poder alcanzar sus sueños y metas con su esfuerzo y trabajo, la ventaja fue el apoyo de mi esposa que ayudó a reprenderlo y gracias a Dios aprendió la lección, mis hijos son buenas personas dedicados a su familia”.

Adolfo tuvo muchos enfrentamientos durante los 18 años dedicado al consumo de alcohol.

Destaca que 5 años fueron los más alarmantes porque se enfrentó con unos judiciales a causa de un incidente de tránsito, “no me gustaba que me dijeran lo que hacía mal y me ponía bravo, eso me hacía sentirme sobresaliente, nos hicimos de balazos intentando cuidar cada uno su vida o ver quien caía primero , para mi esos minutos eran adrenalina pura, pues tuve una persecución hasta que me detuvieron y fui a dar a la Procuraduría, afortunadamente un compadre muy influyente pudo intervenir para que me liberaran”.

Diversos acontecimientos dentro del alcoholismo pero los arrebatos me hacían saltar varios límites: “Tuve a mi mejor amigo y compañero de trabajo a la vez, nos peleamos, lo golpeé; tardó mucho tiempo para que nos reconciliaramos, desafortunadamente, mi amigo falleció en un accidente él era trailero, el único que se quitaba la camisa por mí, realmente lo amaba.

Algunas ocasiones tuve intención de acercarme al Grupo de Alcohólicos Anónimos comentó: “Veía anuncios o publicidad en revistas, periódicos, no lo tome en cuenta porque sentía muy denigrante la información”.

Trabajaba en la administración de un molino industrial a los 35 años, al término de su jornada solía observó el Grupo de AA, comenzó a inquietarse y buscar ayuda aseguró: “Saliendo del trabajo siempre veía el Grupo de Alcohólicos Anónimos, pero de tanto pasar tuve impulso para acercarme y pedir información”.

Afirmó que: “A primer instante sentí la confianza, encontré mucha identidad y por única ocasión supe que es recibir AMOR de gente que era totalmente ajena a mi familia, conocidos o amistades, mis padrinos Margaro y Víctor que ya fallecieron los recuerdo por siempre, ellos me dieron mucho cariño, me enseñaron a sonreír, a llorar, estaban a mi disposición, me hicieron el primer pastel de mi vida, me acobijaron y les agradezco infinitamente”.

Por las experiencias vividas y el apoyo incondicional que José Adolfo P. tuvo, decidió integrarse al Grupo AA como hasta ahora lo sigue haciendo, mencionó: “Me dedique a apoyar a quien me necesitara y por 3 años fui Representante al Distrito (RST) de en donde acudía a congresos y convencionales nacionales, reuniones especiales, viaje mucho a diferentes Estados de la República”.

Posteriormente, fue ejerciendo su apoyo confirmó: “Estuve dentro del Comité del área, ahí visite varios hospitales, cárceles, centros de salud hable de alcoholismo con mucha gente, dentro de área me dieron el espacio a cubrir de por 2 años en Eventos, en el que me encargue a realizar congresos, viajes interregionales, interdistritales, recolectar y administrar el dinero para los eventos y transportes, por 2 años más estuvo en el área de Carcelarias donde se tramitan los permisos para platicar con los reclusos, lo más sobresaliente que he realizado es en el área de Educación Pública, platicas a escuelas privadas y gubernamentales, hasta el día de hoy llevó 26 años brindando servicio a los compañeros del Grupo Alcohólicos Anónimos y soy portavoz en diferentes establecimientos para la sociedad”.

José Adolfo P. a sus 62 años de edad, trabaja como taxista.

A la vuelta de los años reflexiona: “Aprendí a valorar el tiempo, a las personas que me rodean, quedé asqueado de la persona que era, ahora disfruto mis espacios, mi trabajo, pero en especial a mi familia”.

 

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