Sociedad y jóvenes héroes ante la tragedia del Sismo
*¿Tenemos gobiernos? No. Sólo espectadores de la desgracia
Por Luis Repper Jaramillo*
Se repitió la pesadilla, la misma fecha 19 de septiembre. Dos amargas realidades de los años 1985 – 2017, treinta y dos años después la naturaleza nos pone a prueba y esa palabra que naciera en aquel fatídico día del Siglo pasado SOLIDARIDAD, levanta nuevamente a los mexicanos como muestra de que podríamos vivir sin gobierno, pero la Constitución nos lo prohíbe.
En el instante mismo del sismo del 19 de septiembre de 2017 brota por sí mismo el apoyo, la unidad, la hermandad, el socorro natural para rescatar, en primera instancia, a los atrapados entre los escombros.
Pasaron más de 2 horas y los gobiernos de la CDMX, de Morelos, Puebla y federal reaccionan, (como siempre), pero las labores humanitarias, solidarias, sentimentales, desinteresadas fluyen sin importar si una réplica u otro movimiento más severo podría presentarse; la prioridad social, de vecindad, de cariño emana y se luce rescatando al necesitado, acogiéndolo, dándole otra oportunidad de vida.
Shockeada, paralizada, confundida la autoridad de los tres órdenes de gobierno ve con asombro que la ciudadanía ya actúa, opera, rescata dentro de las posibilidades que el momento les da: con la mano, con los brazos, con una pala, sin instrumentos ad hoc para remover pesadas lozas, pero con espíritu humano y sentimental por el familiar, vecino, amigo, incluso por el desconocido, lo importante es ponerlo a salvo… y lo logró.
Sucedió igual que aquel septiembre negro del 85, cuando medio organizados, a gritos, empujones, hombro con hombro, mano a mano, hombres, mujeres, jóvenes, niños, ancianos formando cadenas humanas despejaban el cascajo para proyectar un camino salvador y a rastras extraer los cuerpos que aún con vida habían sido sepultados por el brutal golpe de la Tierra.
En el instante del desplome del inmueble, no importando el riesgo de perder su vida, el improvisado rescatista, voluntario, sin esperar indicación de alguna “autoridad”, motu propio se introduce para rescatar al ser humano o mascota que encuentra en su camino. Su instinto de sobrevivencia lo impulsa a salvar al hermano en desgracia, no se atavía de casco, guantes, cubrebocas, etc. no, su actitud valiente lo lleva a buscar por el oído y la vista a quien está imposibilitado de moverse; de inmediato ya están en posición de actuar otros hombres, mientras las mujeres a la expectativa para brindar protección, cobijo, seguridad al rescatado.
Y las escenas se repitieron así, en la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Estado de México las cuatro entidades que por el epicentro del Terremoto (en los límites de Puebla y Morelos) fueron las más impactadas por la trepidación del movimiento.
Esa solidaridad de la que hablo permitió que el número de decesos –hasta ahora- de 286 pero variará de acuerdo a los trabajos de remoción y limpieza de los lugares, sea menor cada vez, porque las herramientas tecnológicas IPhones, celulares, scanners, permiten la geolocalización de los infortunados que lleven consigo algún aparato de estos. De hecho varios rescatados fueron ubicados por las señales que su móvil envío.
Pero lo más destacado que debemos señalar en esta terrible experiencia es que los jóvenes mexicanos de entre 17 y 25 años se sumaron por propia voluntad como brigadistas y con ayuda humanitaria, venidos desde las 16 delegaciones políticas, de municipios mexiquenses vecinos, incluso de Estados distantes como Tabasco, Nuevo León, Guanajuato, Baja California, Jalisco, sin ser llamados o convocados por alguna “autoridad”
Mirar in situ, en televisión, en las Redes Sociales a miles de muchachos que con sus propios recursos económicos están en los lugares del desastre, laborando, comen ahí, duermen, vecinos les permiten bañarse, les obsequian muda de ropa, los alimentan, para seguir coordinado, levantando, seleccionado la ayuda, distribuyendo tortas, aguas, tamales, gorras, lentes, tapabocas, lentes, o moviendo escombros, hace que traguemos saliva y se haga un nudo en la garganta ante la nobleza, actitud, solidaridad, sin esperar nada a cambio, sólo la simple, pero valiosa palabra: gracias.
Este espíritu mexicano ha sido exaltado en estos días de shock popular, en todo el mundo, por ejemplo, en Italia un grupo de aviones en playas itálicas cruzaron el espacio emanado humo con los colores de la bandera mexicana: verde, blanco y rojo. En Irlanda, nutrido grupo de mexicanos radicados, la misma noche del sismo, salió a las calles de Dublín, ondeando banderas y cantando el Himno Nacional
Edificios y monumentos en varios países rinden homenaje a México tras conocer el impacto del sismo, iluminándolos con verde, blanco y rojo, como la Torre Eiffel, en París, El Obelisco, en Buenos Aires, Argentina, que manifiestan su respeto y admiración al pueblo mexicano (ciudadanos) por la solidaridad mostrada tras el temblor.
Son millones de hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes, estudiantes que han formado un ejército de extraordinarios, ejemplares y admirados voluntarios que de inmediato instalaron Centros de Acopio y en respuesta millones de familias, abarrotaron centros comerciales, tiendas, almacenes, etc. para comprar (de su presupuesto) lo que la experiencia nos ha enseñado: agua potable latería, pañales, ropa, papel y toallas sanitarias, semillas. Esta vez, instrumentos para remover escombros desde una sencilla cubeta, hasta herramientas para cortar varillas, y no fue la “autoridad” (una vez más rebasada) la que convocara a la ayuda.
No. El sentimiento, la bondad, la lealtad, el afecto por el caído o el conocido en desgracia es el motivo para aportar “lo que sea” para ayudar: presencia, manos, víveres, una pala, un pico, “cualquier cosa” lo importante es ayudar, y gratamente con orgullo y admiración lo digo, hoy los jóvenes han tomado el mando del voluntariado, con esa fuerza, decisión, inconformidad, solidaridad, humanidad que los caracteriza.
La mayoría son estudiantes, “ninis”, hijos de familia, desempleados quienes bajo su propio riesgo y el mínimo de dinero que tengan, de su “domingo”, de sus pasajes, de la venta de un reloj, de un celular viejo, de su gorra, etc. se suman el ejército humano para aportar su esfuerzo en la tarea que asumen. Así los vemos por la mañana, la noche, la madrugada, de aquí para allá, subiendo, bajando, descargando la ayuda, clasificando los bienes, empacando despensas y llevándolas a quien lo necesita. Un digno orgullo de la generación de la tecnología de la información.
Cuando ya no son necesarios en la CDMX porque existe exceso de voluntarios, esta camada de muchachos su suben a camiones repartidores de ayuda a otros Estados dañados, como Morelos (Jojutla), Puebla a retomar su actividad, aunque estén lejos, distantes de su destino de origen. Lo que traen en la mente es ayudar, socorrer, ser útiles, salvar y dar otra oportunidad de vida a algún rescatado.
México debe sentirse orgulloso –yo lo estoy- de estos adolescente, jóvenes, porque si alguna ocasión los he criticado por “ninis”, grafiteros, delincuentes, hoy rindo homenaje y admiración por su labor altruista ante la tragedia.
Esta es la fuerza que tenemos, ya no como reserva, como activo fijo para el México que ya, le urge el cambio generacional, desechando a la boñiga que hoy nos estorba e impide crecer y consolidar al país como nación honesta, transparente, digna. No debe pasar más tiempo para sepultar a los Beltrones, Deschamps, Gamboa, Anaya, Barrales, Obrador, Ochoa Reza, Videgaray, Miranda Nava, Robles Berlanga, Ruiz Esparza, Moreno Valle, Murats, Herrera, Duartes, Borge, Medina, Salinas, Peña, Nuño, Meade, Osorio, González Anaya, Delgado, Arreola y miles más, para dar un giro de 360 grados al México que merecemos y no al que hoy padecemos.
Esta entrega tiene como gran objetivo homenajear, agradecer, admirar, aplaudir, exaltar la actitud y labor de los miles de voluntarios, rescatistas, auxiliadores que están ahí, entre el polvo, el cascajo, los hierros retorcidos, la desesperación, la esperanza de salvar una vida. Quienes se han pasado no horas, sino días en el sitio del impacto, lastimándose, pasando hambre, frío; quienes sin esperar nada a cambio tienen el orgullo de levantar el puño y la voz para decir “hoy, salve una vida” A quién no conocía, a quien en ese momento necesitaba una mano que lo sacara de la inminente muerte.
A Tí (con mayúscula) adolescente, joven, muchacho, estudiante, “nini”, mi respeto, admiración, orgullo y cariño por tu esfuerzo, por tu lealtad, por tu entrega incondicional. ¡Vivas! para Ti. Eres el hombre y mujer que México necesita, que ya tiene, que sólo hace falta moldear, porque tu espíritu, amor por el prójimo en desgracia, lealtad, cariño y respeto por tu país, es tu esencia, lo traes en la sangre.
Desde luego no olvido a la otra parte del ejército humanitario que forman las amas de casa, las trabajadoras, los hombres fuertes, los adultos que hombro a hombro han preparado alimentos, despensas, brigadas de entrega, sin ustedes –con su seriedad, sobriedad, experiencia y amor al necesitado- no hubiera sido posible esta carga de solidaridad. Son los líderes de este SOS que gritaban los afectados. De inmediato estuvo la respuesta.
Mi amor y cariño a su esfuerzo.
Como habrán notado, no mencioné a autoridad alguna. No vale la pena. Está perdida. Nos estorba.
Una vez más se comprobó que la ciudadanía es infinitamente superior e inteligente que la supuesta “autoridad” que nos (des) gobierna. Ella está para usufructuar nuestro dinero y corromper TODO lo que toca. De los partidos políticos y la basura de INE, no valen siquiera una línea.
¡Vivan los voluntarios y la sociedad civil que actuaron con inmediatez, honradez y amor por el afectado! Esto nunca lo hubiese hecho el gobierno (Federal, local y municipal) Inútiles.
*Miembro de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT) y de Comunicadores por la Unidad (CxU)