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Espías sin conflicto

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Espías sin conflicto

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

No cabe duda de que entre la clase política como la de ésta pléyade de los llamados “líderes de opinión”, la exquisita ala periodística que no suele hacer manada con los lobos esteparios que nutren a los medios de comunicación con la materia prima informativa, el tema del espionaje “revelado” por el diario estadounidense The New York Times, fue el pretexto perfecto para hacer tormenta en un vaso con agua.

¿Pretexto para ocultar un asunto de mayor relevancia? Lo cierto es que el propio artículo publicado en el NYT tiene más elementos de una ocurrencia informativa, o en todo caso de un tema que se pescó por ahí como trascendido y se le dio vuelo… en México.

Porque, mire usted, que sepa no hay una relación de periodistas, comunicadores y dirigentes de organizaciones no gubernamentales, que se aluda como espiados. Al final, todos y todas, son personas públicas que ventilan sus puntos de vista, sus opiniones y desacuerdos y simpatías, en medios públicos.

Quienes encabezan organismos y organizaciones de lucha social, tienen tareas públicas y marchan y se plantan en sitios públicos y los medios de comunicación, la inmensa mayoría les hace eco, publican e ilustran textos en medios impresos electrónicos con imágenes básicas, elementales.

¿O será que estos personajes fraguan alguna rebelión? ¿Preparan un delito? Porque, hay que decirlo y quienes protestaron como la señora Aristegui y el muchacho de la tele, Carlos Loret, lo saben a plenitud, desde siempre se ha practicado el deporte del espionaje en México, con sus elementos básicos y ahora sofisticados merced a los adelantos tecnológicos.

De ninguna manera, que quede claro, respaldo esa práctica en la que poder público, el gobierno, se entera de lo que voy a desayunar o del sentido que le daré a mi columna y la nota informativa. Menos acepto que transcriban mis conversaciones privadas; aunque a decir verdad, no tengo nada que ocultar.

Quien espía es porque tiene temor de lo que se diga en su entorno. El gobierno espía para saber cómo se mueven las organizaciones políticas, aunque maquiavélicamente sólo interviene en casos que le impliquen riesgo de seguridad nacional.

Porque, elemental, cómo es que un delincuente, secuestrador de cuarta, es detenido a la brevedad para atender una demanda social que lleva implícito el beneficio político, mientras individuos como el ex gobernador César Horacio Duarte Jáquez, anda en Estados Unidos con plena impunidad.

¿No sabían dónde estaban Tomás Yarrington y Javier Duarte y Roberto Borge? ¡Por supuesto que sabían! Los detuvieron sin complicaciones y los traerán a México cuando se les pegue, políticamente la gana. ¿Por qué? Porque así funciona el aparato de inteligencia desde siempre.

Y de ocurrir lo contrario, sería terrible que no hubiese un equipo especializado de seguridad nacional.

Pero, vaya, el tema es el espionaje y sin duda quienes ofrecieron la conferencia de prensa para demandar que se proceda con todo el peso de la ley, tal cual es el caso del PAN y diputados de oposición e incluso de la organización Artículo 19, bordaron en un esquema pueril.

¿Quieren que el secretario de Gobernación, el procurador General de la República y el director del CISEN, el joven Imaz, comparezcan en la Cámara de Diputados? ¿Cómo para qué?

¿Creen que Miguel Ángel Osorio Chong y Raúl Cervantes dirán: ¡Sí, señoras y señores! Los tenemos colgados, husmeamos en sus celulares y sus computadoras?

Es como aquel reportero que al afamado político le pregunta si es corrupto. Seamos más serios. Esto de la alambreada, los pájaros en el alambre, la intervención telefónica y ahora de los teléfonos dizque inteligentes, no es nada nuevo, aunque sí sofisticado.

Recuerdo cuando el equipo de espionaje de Rafael Moreno Valle Rosas, entonces gobernador del estado de Puebla, intentó intervenir mi celular y el pobre enloqueció mas no se dejó colgar por estos aspirantes a James Bond de petatiux.

En serio, sin ánimo de ofender y menos dejar la idea de que estoy de acuerdo con los espías, si no queremos que nos saquen los trapos al sol, mejor hagamos lo propio. Lo he dicho y reitero: Soy incalumniable, porque todo lo que digan de mí es cierto. Conste.

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