CARTAS DESDE CHICAGO
NO NECESITAMOS GOBIERNO
/Rogelio Faz/
Mientras que Londres que se encuentra nuevamente bajo ataque terrorista; Donald Trump en medio de acusaciones serias y, México con algunas elecciones populares importantes; nos llevan a recapacitar a cerca de nuestros representantes electos y la responsabilidad ciudadana.
En tiempo de elecciones tanto candidatos como partidos, en lugar de mostrarse como las mejores alternativas de gobierno, crean confrontación social. Y como las promesas de campana difícilmente se cumplen, el electorado antes de elegirlos debería de basarse más en la conducta, después de todo, en nuestra realidad cotidiana no estarán ellos ni ellas, y la diferencia la haremos nosotros en lo individual.
En lo que si debemos estar claros es quienes no sean compatibles al bien común serán los causantes de la discordia y el caos.
Por supuesto está de por medio el manejo de los recursos públicos y el tipo de régimen. Sin embargo, la supuesta democracia, seguridad y justicia social la ejerce el ciudadano común. ¿pero qué hacer con los corruptos, delincuentes o terroristas que nos rodean?
Por lo pronto quien prometa una vida mejor y acabar con la corrupción de un día para otro es demagogia, debido, como en el caso de los mexicanos, llámesele cultura, costumbre, tradición o forma de sobrevivencia conocida como corrupción, esta inicia con la fusión de dos culturas: la europea española y la indígena, una relación de sumisión y engaño que no logra diluirse. Esencia que se viene gestando en nuestro ser por más de cinco siglos.
Cuando los candidatos se acusan mutuamente lo hacen siguiendo el libreto de la democracia, pero lejos están de cumplir lo que indican las reglas naturales básicas de la justicia y acaban por ajustarse a una condición: dominio y engaño que se ha vuelto desprecio y rencor.
Tampoco se trata de resignaros al caos de la corrupción como opción de sobrevivencia. Para salir de ese círculo vicioso el problema no solo se lo debemos de confiar a los políticos y menos a los extremistas fanáticos que nunca se ajustaran.
Si los políticos no cambian, no significa que la ciudadanía se tenga que resignar o no tenga el poder de cambiar su destino. Quizás el confiar demasiado en los políticos ha sido nuestra desgracia. Y para no caer en aquello de ‘que el pueblo tiene el gobierno que se merece’, la sociedad debe de crear un gobierno paralelo de orden y justicia sin fanatismos.
Claro que al estar frente a una urna se requiere definición, pero conscientes de una responsabilidad independiente de las promesas del candidato o candidata.
La sociedad no debería de tener gobiernos que no sean más que para administrar sus necesidades básicas. Si ese gobierno electo, quien sea, sabe que la sociedad se conduce con responsabilidad desde lo individual, será muy difícil que salga con cuentos chinos.
O sea, si alguien más común que corriente decide mejorar, primero que empiece con su entorno, desde lo más básico como no hacer basura, y si la hubiera no solo barrer el frente de su casa sino también la de los vecinos, o antes de exigir a un gobernante por no cuidar el medio ambiente no lo haga quemando llantas, así se estará contribuyendo a un entorno que obliga al orden público, que incluirá a los políticos.
Pero si los vándalos que pintarrajean las escuelas elementales son nuestros propios hijos ¿cómo le vamos a exigir a los políticos que nos respetan?
Que el respeto y el orden se ejerce de arriba hacia abajo, puede ser, pero eso no se contrapone a que la ciudadanía le dé el ejemplo a ellos y ellas, o a los partidos. Ahí es cuando hay que decir que el voto o la voluntad no se vende con regalías materiales o con promesas difícil de cumplir.
Desafortunadamente la mayoría sucumbimos a tentaciones que contribuyen a la corrupción que van desde lo más simple como favores superfluos, una palmadita en el lomo, o que le diga al contrincante político públicamente lo que todo mundo sabe.
El político también actúa en consecuencia, pero pare eso habría que hacernos un examen de consciencia para darnos cuenta y actuar, de que la administración pública empieza en nosotros. Y para eso no deberíamos necesitar gobierno ni esperar a elecciones.