CARTAS DESDE CHICAGO
Rogelio Faz
Cuando se abre la boca en México para decir algo relacionado a la política, suele salir un vaho fétido que ofende al olfato del sentido común, y encima se presume de aliento fresco. Que de alguna manera tiene una reacción en la fe social, que nos hace blasfemar hasta en Semana Santa.
Se ha hecho natural o costumbre estar en pecado, contra los principios básicos de la moral y el civismo, o quizás el cinismo se ha convertido en nuestra religión que permea a las instituciones y a la ciudadana.
En otros lugares también se peca en este sentido, como en Estados Unidos, donde se tiene a un presidente que rompe con todas las reglas de la cordura, incluso con los feligreses que no están de acuerdo con sus predicas.
Con la globalización y las redes sociales en el ciberespacio, la información corre en todos los sentidos, tanto que ya no existe el pretexto de no estar informado. Sin embargo, el hecho de enterarnos en instantes de lo sucede al otro lado del mundo; lo que hace el compadre o lo que dice un político predicador, no significa estar bien informado, como para hacer juicios y actuar en consecuencia.
La descomposición social nos ha llevado a perder el asombro ante las atrocidades de la humanidad, como faltar a la honestidad para adherirnos a personajes pintorescos del pulpito político.
En México se habla constantemente de la procuración de justicia, del estado de derecho y de los debidos procesos. No obstante, todos estamos conscientes de la incapacidad para aplicarlos, no porque falten leyes, sino por falta de principios éticos o voluntad para aplicarlos.
Los predicadores políticos del momento hablan de la necesidad de corregir los males que aquejan a la sociedad, de lo ratero que fueron sus antecesores, sin embargo los mismos cometen fechorías cada vez peores, que rayan en el cinismo.
El cobrarse beneficios económicos o robar siendo servidor público, ya raya en lo absurdo y grotesco, y obedece a una dinámica progresiva que no solo expone a la clase política; ofende y enfrenta a la sociedad que les tolera las faltas con verborreas santurronas. Un jueves pregonan su palabra, el viernes se sacrifican y el sábado se dan baños de gloria. Y para el domingo resucitar de sus tumbas.
El sistema los encumbra para otorgarse facultades extraordinarias y caminar sobre el fango, se adueñan del poder de la salvación que ellos mismos ofrecen en su paraíso. Solo es cuestión de poder político o criminal.
Por citar algunos ejemplos recientes relacionados a actos delictivos sin pena ni gloria y sin resolver; un violador con todos los agravantes puede salir libre amparado por la misericordia de la justicia; Ex gobernadores prófugos acusados de corrupción, robo a la cofradía publica –peculado- y relación directa con los diablos organizados del narcotráfico; Un fiscal de justicia “divina” vinculado directamente con al crimen organizado con un amigo gobernador que no se había dado por enterado.
De un presidente de la República en funciones; “the saver”, que no puede justificar la adquisición de una propiedad por millones de dólares. Y para convencer de su santidad crea un confesionario para su investigación y pone al frente alguno de sus súbditos con dudosa reputación moral.
Ahora la posición del “salvador” lo quiere un “santo” refrito y requemado en los infiernos de la oposición, que balbucea hasta los sermones más simples, que ha demostrado tener la capacidad de desquiciar la ciudad de la “madre de Dios” por no ser el elegido.
El personaje “mesiánico” pretende resucitar con promesas bíblicas y aliento sulfúrico sus incongruencias. Y acusa de intromisión en asuntos celestiales de la nación al vecino país por dice una verdad: Que la izquierda rancia podría ser tan malo para México como para EU. Cuando este personaje y otros se toman la libertad de andan recorriendo el país del “God de las tinieblas”, blasfemando en contra de sus líderes políticos espirituales.
Para completar, una candidata que tuvo la gran oportunidad de llegar al “trono” para demostrar que las mujeres también pueden ser santificadas, ahora quiere ocupar un puesto privilegiado en el poder celestial de la política mexicana. Y si Dios quiere juntos podemos. Cuando no ha tenido el valor civil de confesar abiertamente los pecados en que la involucran, como el manejo de recursos destinados a la “santa paisanada” en la ‘tierra prometida’.
Ya basta de caer en la trampa de los salvadores farsantes que nos llevan al calvario, en lugar de imponer sensatez en sus palabras, tienden a joder utilizando a los fanáticos de sus cofradías o recintos protestantes, en la que juntos nos condenamos o jodemos.