*Nomofobia enfermedad de los adictos al celular, Tablet, IPhone
Por Luis Repper Jaramillo*
Hoy haré una tregua sobre temas políticos en esta entrega, no por ello olvidaré los agravios, mentiras, incumplimientos, golpes bajos, traiciones, engaños, indiferencias, prepotencia y todos los males que este sexenio priista ha propinado a más de 120 millones de mexicanos.
No desde luego que no, sólo los pondré dentro de la carpeta del escritorio, para en enero de 2017, recordar al peñismo y coludidos, a los congresistas, a los desgobernadores, a los Ministros de la Corte, los Consejeros del INE (elefante blanco) a Mancerita, Eruviel, Graco, etc. el mal, el daño que en apenas 4 años han causado a la sociedad.
No los olvido, en enero próximo, retomo mis consideraciones de sus pésimos y dolorosos gobiernos. Hasta aquí lo correctamente político (de mi análisis). “Felices fiestas” burócratas divinos.
Esta vez me ocuparé de algo terrible, lamentable, absolutamente incorrecto, familiar y socialmente incómodo; desintegrante de lo más hermoso y natural que nos ha dado el Ser Divino: la comunicación, la palabra y la convivencia humana como antaño.
Y no es que rechace o deteste la tecnología de la información, desde luego no, pero sí su uso, enajenación y adicción en que se han convertido los celulares, IPhone, Táblets, dispositivos móviles y sus aplicaciones, al grado de romper la afectividad, lastimosamente dentro del hogar.
A muchos les “quedará el saco”, pero les valdrá, sobre todo a los pubertos, adolescente, jóvenes, algunas amas de casa y hombres maduros, adictos al texteo, chats, whatsapp, mensajería y juegos inútiles, principales víctimas de esta herramienta electrónica.
Por las facilidades económicas y accesibilidad a un aparato, ya nuevo o usado (regularmente robado) cada vez más baratos, su manipulación se ha convertido en un motivo de desintegración social y familiar, al grado de que en un hogar de 5 miembros, cada uno tiene su aparto y se ensimisman en textos, mensajes, juegos, etc. con amigos, conocidos, desconocidos, pero no en interacción con sus consanguíneos dentro de casa.
Bueno… se dan casos, de que una madre o padre en el interior del hogar envía un watts al hijo para convidarlo a la mesa a desayunar, comer o cenar. De ese tamaño es la enajenación a la tecnología.
El advenimiento de estos aparatos ha roto la comunicación y la atención visual de sus propietarios, (no en el aparato) sino de su entorno, de la calle al provocar accidentes por concentrase en el tablero y no en el camino, como caídas, choque con postes, árboles, tropezones con banquetas, hoyos, puertas abiertas, con personas, que a veces son “simpáticas” y no pasa a mayores.
Pero cuando el usuario textea, lee mensajes, responde mails cuando maneja auto, motocicleta o bicicleta, la situación se convierte en alarmante, pues provoca atropellamientos, colisiones, con resultados fatales. Para ilustrar esta realidad, dejen les digo, que el Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes (Conapra), señala que en México en 2016, el 80% de los impactos viales son causados por conductores que utilizaban al momento su dispositivo móvil.
Esto ya no resulta “simpático” como un incidente al caminar. Vemos todos los días, en cada avenida, calle, esquina (mientras hacemos alto por la luz roja), a un conductor manipulando su celular, hasta que el vehículo posterior le suena el claxon para avanzar.
Conapra aumenta sus cifras al señalar que la Ciudad de México se ha convertido en “foco rojo” en problema de seguridad pública nacional, pues en 2016 el número de decesos (muertes) por accidentes automovilísticos ascendió a más de 19 mil 500, cifra alarmante, superior a fallecimientos por enfermedad.
Aún más, los expertos del Consejo, han clasificado tres las causas que provocan muertes por atropellamiento o colisión, cuando el auto es conducido por irresponsable que textea, llama, marca o recibe una comunicación; se distrae checando la pantalla de su dispositivo, colocando la manipulación del aparato como número 1, más que el exceso de velocidad y el consumo de alcohol o drogas.
Hasta aquí las consecuencias de la enajenación al uso de los dispositivos personales en casa, el automóvil, la calle, la escuela, el trabajo (las dos últimas en menor escala por las reglas y disciplina impuestas en ambas), pero presentes porque el usuario trae el celular en el bolsillo, y de cuando en cuando “da una checadita” a hurtadillas, para no ser sancionado, pero no pierde la ansiedad de estar encadenado a él.
A todo esto, que dicen los psicólogos respecto a ésta auto dependencia por hablar, escribir, recibir mails, no desconectarse de su “mundo electrónico” enajenación o adicción.
El especialista Ricardo Trujillo, Profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, define el excesivo uso de estos dispositivos como nomofobia, o temor irracional a salir o estar en casa, en el automóvil sin su móvil, que aunque se considera una angustia, hasta ahora, todavía no se puede clasificar como desorden psicológico; pero sostiene que más del 90 por ciento de los “enajenados” (lo digo yo) experimentan angustia, desamparo, necesidad, adicción por estar “pegados” al celular, Tablet, IPod, etc.
Ricardo Trujillo, abunda que esta ansiedad, “por estar conectado”, es una variación o consecuencia de la agorafobia o trastorno de angustia o miedo a situaciones de donde es difícil escapar. Sostiene que es fenómeno psicosocial.
Otro experto en la mente, el psicoanalista Oscar Godínez Cervantes, egresado de la Universidad del Valle de México, Campus Lomas Verdes, aporta que el adicto a los dispositivos móviles, cubre una necesidad. La dependencia, además de sobrellevar su angustia, resuelve un vacío social, familiar, personal, del que se aferra para no sentirse solo, pese a estar rodeado de consanguíneos, amigos, gente, compañeros y más.
El enfermizo (lo digo yo), “sabe que no hay soledad, pues su primer círculo: amigos, novio (a), vecinos, compañeros, colegas, etc. poseen el mismo aparato con quienes mantiene comunicación, aunque el dispositivo –lamentablemente- sustituye al don de la palabra oral, el contacto visual (cara a cara), el dialogo presencial, rompiendo la convivencia que antaño sosteníamos en la calle, el barrio, la cuadra, supliéndolo por el texteo, emoticones, imágenes, correos, videos, audios”.
Godínez Cervantes califica a esta moda de los dispositivos móviles, como mera comunicación unipersonal y en su caso colectiva (grupos de whatsapp), en donde la interacción presencial, personal, perdió su valor social, porque el sujeto en la mayoría de las ocasiones se aísla, ensimisma, se encierra en su “nicho de poder” (su habitación, su casa, su espacio, su territorio), rompiendo el contacto visual, físico, que la naturaleza y el hombre se ha dado.
Oscar Godínez, psicoterapeuta, asegura que la nomofobia, se convierte en escudo del dependiente que busca satisfacer su angustia “por saber que hacen los demás” (sus contactos), aunque sus asuntos poco le importan, sólo tiene la necesidad de saber tener el control de la conversación; de ahí que cuando está en casa se ausenta (físicamente) en su cuarto, la sala, el patio, hasta ser llamado –vía mensaje o whatsapp- para integrarse a la comunidad familiar.
¿Llena un vacío su dependencia al móvil?, le cuestioné. “Sí, porque al poseer ese artículo obtiene algo que ese hueco le angustia, lo atrae y resuelve esa necesidad de su mundo, de su nicho, de su territorio”
Dos especialistas en la mente dan su visión profesional sobre este “problema” de incomunicación, presencial, personal, visual, física -aunque suene a contrasentido- entre las personas, técnicamente sustituida por un aparato electrónico que se ha convertido en adicción, enfermedad, dependencia, rompiendo el hermoso arte de la palabra oral, la convivencia, los lazos familiares, comunitarios, etc.
Para finalizar les dejo esta escena “de amigos” Reunidos en un restaurante para comer y planear sus proyectos, están sentados a la mesa 4 socios, de entrada ya pidieron el aperitivo y la botana, en lo que llega el servicio, cada quien saca y utiliza su celular, nadie pela a nadie, están ensimismados en sus asuntos personales. Ninguno levanta la cara, ni quita los ojos de su tablero y pantalla, no hay dialogo.
En la mesa de la derecha, de la izquierda, de atrás, de la entrada, la escena es la misma, pese a tener un aparato electrónico, la incomunicación es manifiesta. La realidad está rota, la interacción personal, física, visual, ausente.
Los inteligentes y sanos, al momento de sentarse a la mesa en casa, el restaurante, en la fiesta apagarán el celular para dar digna atención a la contraparte, conversando, hablando, riendo, dialogando de manera presencial. Lo otro, lo otro, es incomunicación.
*Miembro de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT) y de Comunicadores por la Unidad AC (CxU)