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En el extranjero cuanto más quiero yo a mi nación

CARTAS DESDE CHICAGO

En el extranjero cuanto más quiero yo a mi nación

ROGELIO FAZ

Rogelio-Faz-2Una de las propiedades naturales del ser humano es su identidad, que puede ser de carácter personal o como en nuestros días: de nacionalismo. En lo que respecta a esto último, por lo regular se manifiesta con más intensidad durante las fechas conmemorativas de independencia, así estén en duda los conceptos de libertad. Condición que se necesita eliminar para ser realmente independiente.

En el extranjero este sentir pega duro. Y salen a flor de piel los gritos de júbilo -que parecen lamentos- o mentadas de madre al aire libre sin dirección, o a quien le toque. El chiste es expresar eso que no se puede explicarse pero que se siente. Aun cuando muchas veces no conocemos el sentido real de la libertad o el patriotismo con hechos propios.

Hay canciones populares que invitan al sentimiento nacionalista, manifestando lealtad al país, como aquella que reza: “si muero lejos de ti que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”.

Este 16 de septiembre se celebra el día del inicio de la guerra de Independencia de México con el Grito de Dolores, una tradición que inició en 1812, en Huichapan, Hidalgo, por el general Ignacio López Rayón descargando artillería en señal de disponibilidad bélica, para después pasar a una celebración religiosa y seguida por algarabía popular.

Cabe citar que el cura Miguel Hidalgo y Costilla en sus arengas de libertad dijo según testigos -por cierto no coinciden- estaba inspirado en la Santísima Virgen de Guadalupe, en lealtad a Fernando VII rey de España, y en contra del mal gobierno (gachupines). Es decir, inspiración religiosa y con lealtad al rey que en ese momento estaba exiliado en Portugal, por lo tanto el virreinato estaba sin puesto que el francés Napoleón Bonaparte a través de su hermano José, ocupaba en esos momentos España.

Grito de independencia negado hoy día a un gobierno laico.

La independencia de México de España se firmaría hasta 1821 con la representación de Juan de O’Donojú y por México Agustín de Iturbide. El acuerdo no fue reconocido por la corona española ya que O’Donojú no tenía esa facultad.

A pesar de que España ya no tenía injerencia en la Nueva España, acabó por reconocer oficialmente la independencia de México hasta 1836. Pero en seguida empezaría otra revolución independentista, en esta ocasión en contra de México: la de Texas. Confrontación que a la postre sirvió de excusa a Estados Unidos para hacerle la guerra a México, que en realidad fue una invasión. A partir de entonces y hasta 1848 cuando se firma el final de la “guerra”, EU se queda a la brava con más de la mitad del territorio de México y otros cachitos.

 De antemano era un territorio inmenso poblado por unos cuantos ciudadanos mexicanos (equivalente a los que le caben al estadio Azteca) por consiguiente abandonado. De hecho, a los mexicanos del centro les ofrecían tierras pero no las aceptaban porque el “pipirín” estaba en las ciudades más prosperas de México.

La invasión era un destino manifiesto sino por EU, por británicos o franceses. No por nada el festejo de la Batalla de Puebla el 5 de mayo, en EU es significativo. Para ese entonces México ya había dado autorización a los estadounidenses para ocupar tierras con la condición de producir beneficios a México, además de aprender español y convertirse al catolicismo. Ninguno de estos requisitos cumplieron.

Con la revolución industrial y el comercio agrícola se fueron desarrollando las grandes urbes estadounidenses, dando cabida a la inmigración desde Europa. Excusa que utilizamos los paisanos para justificar nuestra presencia en EU. ¡Por qué ellos sí y nosotros no!

Cuando nosotros festejamos nuestra identidad gritando ¡viva México!, se podría interpretar como un lamento de lo que no hemos logrado. Pues en el fondo sabemos que el primer obstáculo para llegar a estas tierras “lejanas”, es tragarnos el orgullo y buscar la ración de frijoles y tortillas, para acabar diciendo “en el extranjero quiero más a mi ración”.

Los vivas de libertad vienen a ser solo una expresión natural de libertad aunque no la alcancemos y muchas veces no sabemos en qué consiste.

No se trata de renegar de ser mexicano o latinoamericano, simplemente deberíamos de empezar a reconocer a qué se debió nuestra migración: ¿por necesidad, comodidad o espejismo? Para no utilizar el trillado  argumento: “este país (EU) es de inmigrantes” ¿y el orgullo nacionalista donde quedó? ¿En un ¡Viva México!?

Es más, no deberíamos de estar en el extranjero convenciendo a nadie de nuestras virtudes ni comparándonos con otros para justificar nuestra presencia en tierras que fueron “nuestras” y otras que supuestamente se derrumbaran sin nuestra presencia ¿será?

¡Y que reviva México!

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