/Rogelio Faz/
Es de todos conocido que las modas son transitorias, sobre todo las de apariencia personal como el vestir o peinarse. Quienes no estén al grito de la moda serán criticados o quedaran al margen del círculo social ‘cool’. Pero con el pasar del tiempo y al echar una mirada al pasado, esas modas podrían causar risa o hasta vergüenza, dependiendo de la exageración a lo que fue uno capaz. El tatuaje en la piel será una moda que podría acompañar toda la vida y no se podrá despojar del ridículo.
La humanidad desde siempre sin importa lugar, tiempo, cultura o credo, se ha tatuado la piel. Y las razones van desde creencias paganas, guerreros, jerarquías de poder, rituales religiosos, hasta para identificar a delincuentes, pero actualmente tiene un sentido de complejo e ignorancia.
Hay vestigios del tatuaje desde la era del ‘hombre de hielo’. O durante el periodo del Antiguo Egipto -3100 hasta 300 a.C.-, incluida Roma. O como en el Perú, donde se encontró una momia de la cultura Chinchorro con tatuaje del 2000 a.C.
Todas las culturas pasadas le han dado un significado al marcarse la piel, desde las primitivas a las civilizadas, como sucedió marcar a los delincuentes en Grecia y Roma. Pero en nuestros días marcar la piel paso a ser la moda de la ocurrencia, que en el futuro será una vergüenza.
Sin entrar en el meollo de que ‘yo hago con mi cuerpo lo que me parezca’, el por qué si importa y hace una diferencia; pues esto equivale a saber que tiene en el cerebro nuestra sociedad actual.
A la gran mayoría de los tatuados si se le pregunta la razón del porque lo hacen, responden con algo más acorde a lo fantoche, lo que deja entre ver problemas existenciales sobre un motivo noble justificable.
Si usted creía que la gente más vulgar e ignorante es la que se tatúa, es muy probable que este en lo correcto. No importa quién lo porte; sea policía, bombero, político o deportista.
Cuando alguien se encuentra a un tatuado o tatuada digamos haciendo línea en un supermercado, sobre todo a damas con un brazo que no dejan ni ver su pie, viene a la mente ¿que estaba pensando esta mujer cuando decido invertir su dinero en algo así? ¿En algo qué no tiene ni forma? Como tampoco uno mismo voluntad para andar husmeando el arte de un ocurrente sin quehacer, que no sea la de convencer a otros para tintarrajearlo.
Hay modas difíciles de borrar como sucede con el tipo de peinado. Salvo se pierda el pelo. Pero aun así, no falta quien con los cabellos de la nuca quiera hacer tupe.
Eso no deja de ser un detalle gracioso e inofensivo. ¿Pero que de aquellos y aquellas que en la vejes exhiban a sus nietos pellejos viejos y arrugados derramados en tinta? probablemente ni ellos o ellas mismas recuerden el pretexto de la ocurrencia o si lo recuerdan lo callen por vergüenza.
Habrá mujeres que digan “es solo una rosita”. Pero ni la flor más bonita si no está en su lugar adecuado no luce.
En fin, el arte del ‘graffiting’ corporal o callejero no es más que una expresión de los que padecen complejos de inferioridad o un trauma cultural, por muy bien diseñados que estos estén. Es solo un desahogo a falta de capacidad para comunicarse por otras vías. Y esto se podría interpretar como ignorancia o frustración.
Lo contraproducente de esta manifestación de graffiting corporal, es que está dejando a las nuevas generaciones una cultura que no hereda linaje de superación, que no sea la de comunicarse con figuras insustanciales y difusas, que ni el mismo que las porta las asimila por falta de comprensión interna, pero espera a que los demás lo entiendan.
El tatuaje visual en la piel de moda hoy no es más que una evidencia de lo que llevaran marcadas varias generación por venir, que en su momento se reirán con vergüenza.
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