lunes, noviembre 25, 2024 - 1:48 pm

   /Por Rogelio Faz/

Rogelio-Faz-2El estilo jocoso y sarcástico del candidato del partido Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, obliga a los medios de comunicación a desviar o atraer la atención hacia su persona según su conveniencia sobre su plataforma política, que es la del encono. Durante las olimpiadas de Rio 2016 su participación no iba a ser la excepción.

La manera irreverente de referirse a su contrincante Demócrata Hillary Clinton, o incluso con los miembros de “su” “team” –partido-, no solo está lejos de lo políticamente correcto, también de lo públicamente correcto. Primero, no le importan los modales políticos porque no es político. Segundo, cree que levantando el dedo meñique lo hace socialmente correcto.

De la forma como manipula a los medios de comunicación con sus declaraciones se podría interpretar que no le interesara llegar a ser presidente, es como si tratara de darse una divertida de aquellas. Algunos medios quieren darle seriedad a la campaña pero caen una y otra vez en las trampas de Trump como en alberca olímpica, sin agua.

En EU mofarse o no tomar en serio a políticos latinoamericanos ya no solo es exclusivo para países izquierdosos que tienen a payasos peligrosos como políticos. Pues en casa ya se tiene la versión original del político improvisado que pretende defender a las masas como los héroes de historieta estadounidense, como esos que usan el traje de baño por fuera de su vestimenta.

Cada vez que Trump sale con sus ocurrencias –algunas son verdades- lo hace sin respaldar lo que dice. Esa actitud lo acerca cada vez más al borde de la plataforma de diez metros de la alberca política como si se tratara del trampolín de tres metros.

Ya participó en todas las disciplinas: salto hacia adelante, hacia atrás, invertido, parado de manos, sincronizado, con giros, piruetas, etcétera. Los clavados se clasifican según aproximación, despegue, elevación, ejecución, entrada al agua y dificultad. Pues Trump ya cumplió con todas y va por el oro.

Ahora intenta dar su último clavado a nivel master con alto grado de dificultad: un salto ‘parado’ en las yemas de los dedos y de espaldas justo en la orillita del trampolín con sonrisa sarcástica y a ojos cerrados.

Pero no se ha dado cuenta que la alberca está vacía, no escucha las advertencias de que se va a estrellar de trompa o de panzazo en el fondo para acabar como taco salad. Como detenerlo si está determinado a ser noticia, a imponer un nuevo estilo: el trumpolín.

Por lo pronto ya gano la sátira de oro en estas olimpiadas electorales aunque acabe sin dientes, así las porras de su contrincante Clinton lo descalifiquen, confiados en que ella sabrá flotar correctamente en aguas turbias de la política y en caso de necesitarlo, le lanzaran salvavidas  por si el político olímpico la jala hacia el fondo.

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