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La luz de Oriente; en el olvido de la Ciudad

La luz de Oriente; en el olvido de la Ciudad

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Por Virginia García, Neftali Pérez, Jocelyn Tinajero y Jorge Villarreal

En el Oriente de la Ciudad de México, en donde el sol nace entre las zonas que arrastran el estigma de violencia y marginalidad;Iztapalapa y Nezahualcóyotl, a un costado de la Calzada Ignacio Zaragoza, se encuentra un lugar lleno de luz, que orienta a los que han perdido el camino, o quienes lo quieren encontrar, es el Faro de Oriente.

Fábrica de Artes y Oficios, lugar fuera de tiempo y espacio que aporta nuevas oportunidades de desenvolvimiento humano para el entorno, mezclando talleres, exposiciones, muestras de teatro y conciertos para toda la comunidad de oriente, sin costos ni requisitos mayores.

Es entre  los escombros de un pasado desprestigiado y un presente lleno de carencias, es en donde surge este espacio cultural, cuyo fin, es darle esperanza a sus habitantes, a aquellos que creen haber perdido todo, devolviendoles las ilusiones y los sueños, haciéndoles creer que están un paso más adelante de su realidad

El proyecto FARO es un transformador social, generador de nuevas oportunidades para desarrollarse humanamente, dentro de la sociedad gracias al arte y la cultura. Jóvenes, niños, adultos mayores son los que han acudido a sus instalaciones y vinculado con su comunidad por medio de los talleres u oficios, gestando un nuevo camino para ellos en el desenvolvimiento del arte comunitario, logrando la mayoría ayudarse a sí mismos y a su comunidad, aportando y compartiendo.

En este lugar se regenera el tejido social con el reconocimiento del otro, el apoyo mutuo, el compartir la comunión entre todos, eso es lo piensa Juan Carlos García de 22 años, para Andrés es descubrirte a ti mismo, darte cuenta que no todo son las fiestas, el tener una carrera universitaria y dinero para ser feliz o tal vez es como Lupita dijo, y nadie te puede decir que no sabes hacer nada, si ellos nunca te han visto.

Los talleres como danza contemporánea, cartonería, laboratorio de creación escénica,  rock mexicano y periodismo son impartidos en los cimientos de un edificio que simula un barco, un barco abandonado en lo que fue el Lago de Texcoco, ideado por el arquitecto Alberto Kalach y  decorado interiormente con la esencia de los alumnos del FARO; grabados en blanco y negro, carteles que ellos realizan para futuros eventos, ilustraciones que hacen alusión a la situación política y social, en donde las paredes de colores neutros se contrastan con los grafitis  y los salones son un lugar de creación.

Al igual que lugares en donde se imparten clases de diferentes oficios tales como laudería, talla en madera y encuadernación, salones que cuentan con el material justo y creaciones pasadas, algunos muebles y uno que otro instrumento que después será ocupado por otro alumno ,  junto con un comedor comunitario que se encuentra en la proa derecha del “barco”,  son algunas de las diversas actividades culturales que ofrece este espacio de creatividad.

Un centro cultural 

En el año de  1998, cuando surge el FARO,  en el Oriente de la Ciudad de México no existía una oferta cultural para los habitantes, en donde 12 años después de acuerdo a cifras del INEGI 2010 alrededor de 17,537 habitantes viven por kilómetro cuadrado y  727,128 personas se encuentran en situación de pobreza.

Quien en ese entonces, eran el director del ya extinto Instituto de cultura, Alejandro Aura y el subdirector de proyectos culturales comunitarios Eduardo Vázquez Martín comienzan a realizar  el proyecto del FARO.

En aquel entonces el edificio del FARO estaba pensado para ser una delegación política, ya que se planeaba que la delegación Iztapalapa se dividiera en tres municipios. Sin embargo, al quedar eliminado el proyecto esta edificación queda abandonada y el arquitecto Alberto Kalach, quien fue el encargado de construirlo y además era amigo de Alejandro Aura, le muestra este lugar y entonces se comienza a planificar para que en el año 2000 se abran sus puertas

Una vez abierto se hicieron visitas guiadas, en donde se invitaban artistas y promotores culturales para que los habitantes de la zona conocieran este recinto cultural. Se hizo una junta con los vecinos en la que se llegó a la conclusión de que el espacio debía estar enfocado a los jóvenes, ya que en esa época no había muchas actividades culturales para ellos.

Al principio el FARO contaba solamente con 30 talleres en artes y oficios impartidos para jóvenes de entre los 12 años  y los 35 años. Sin embargo, no solamente acudieron jóvenes a tomar los talleres, sino también niños, madres de familia y adultos, por lo que se modifica el proyecto inicial y se abren los primeros seis talleres infantiles, así como también se comienza a traer eventos culturales para todas las edades. Con el tiempo el número de talleres ha ido en aumento, actualmente se ofrecen más de 60 talleres en materia de artes y oficio para personas de todas las edades.

El FARO es subsidiado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, ellos otorgan lo necesario para pagarles a los talleristas y contratar algunos servicios culturales, pero además también les envían de manera gratuita actividades culturales, según explicó el subdirector del FARO.

Sin embargo, como los recursos que manda la Secretaria de Cultura de la Ciudad de México no son suficientes para pagar todo lo que se necesita en el FARO, las personas que laboran aquí se dedican a buscar recursos en otros lados, por lo que diversas instituciones y empresas.

La luz entre los escombros

Esta zona ha sido marcada como marginal, en el sentido económico y social, el Oriente siempre ha sido una zona históricamente denostada; en épocas prehispánicas el Rey Nezahualcóyotl dividió el lago de Texcoco en aguas dulces y saladas; las dulces las lleva al Centro y al Sur, las saladas las manda al oriente , en la época de la Independencia y la Revolución, los psiquiátricos son mandados al Oriente  y cuando llega la época moderna los reclusorios o las cárceles están en el Oriente,  todo aquello que la Ciudad no quiere lo ha mandado a esta parte

El proyecto FARO es un transformador social, generador de nuevas oportunidades para desarrollarse humanamente dentro de la sociedad gracias al arte y la cultura. Jóvenes, niños, adultos mayores son los que han acudido a sus instalaciones y vinculado con su comunidad por medio de los talleres u oficios, gestando un nuevo camino para ellos en el desenvolvimiento del arte comunitario, logrando la mayoría ayudarse a sí mismos y a su comunidad, aportando y compartiendo.

Un lugar para la comunión

Este joven dijo que cuando aún no conocía este lugar su vida era rutinaria, ya que iba a la escuela, hacia las tareas del hogar y las escolares, él dice que no tenía  “un objetivo claro el cual seguir o hacia qué lado dirigirme, era confuso en sí, estaba desorientado”

Juan Carlos aseguró que al momento de llegar al FARO y conocer las personas que laboran y toman los talleres de este lugar transformó su opinión y su visión de lo que es la vida,  “[…] porque a través de esas personas yo me fui vinculando con más y se comenzaron a crear proyectos en conjunto, que ya se habían gestado, que ya estaban a punto de resurgir, como algo fuerte, como algo en beneficio de la comunidad que es el FARO”.

Además Juan Carlos explicó que “a través de aquí forge lazos que han fortalecido mi comunión conmigo. También se ha trabajado en lo que es el temazcal y milpa comunitarios, en diferentes proyectos como el Encuentro Local de Artistas y Creadores Ambulantes (EL ACÁ), y cada uno de ellos es complemento de lo que es el FARO, una muestra de lo que este espacio puede llegar a ser y brindarle a la comunidad”.

Cada uno de los usuarios de este recinto cultural tiene una definición de él, para Juan Carlos “[…] el FARO de oriente, es un ente viviente, así como el planeta tierra en el que habitamos, un lugar que tiene vida y las personas que acuden son también parte fundamental, son órganos de este cuerpo que hacen que todo esto funcione. El FARO es un lugar que necesita de esa gente, que se sigan moviendo, que sigan creando y fluyendo para que consigo mismos, logren hacer que se mueva este gran cuerpo.”

“Es un lugar de encuentro, para el quehacer humano, el quehacer de la vida diaria, para desarrollar proyectos en comunidad, en mi opinión es un buen lugar para la comunión.” Dijo Juan Carlos

Cuando sea grande, quiero ser campesino

“Pronto sembraré una plantita que te ayuda a regenerar la memoria, no recuerdo su nombre, creo que por ese motivo debería de sembrarla… También quisiera llenar toda esta parte, que aún conserva estragos del basurero que fue este lugar, con milpas y plantas medicinales, para el temazcal, quiero que todo sea verde”.

El subdirector del FARO aseguró que cualquiera que participe en un taller le cambia la vida «sirve como una fuente de cambio social, que despierta conciencia, que hace que la gente saque lo mejor de sí.» dijo José Galicia.

En las actividades que se realizan dentro del FARO ha existido una evolución, niños que han llegado a tomar algún taller actualmente son jóvenes que están estudiando cualquiera de las Bellas Artes de manera profesional, por lo que el subdirector Galicia, afirmó que el FARO es un transformador social.

Juan Andrés Martínez Arzola de 22 años es un joven que antes de llegar al FARO estudiaba la carrera de Diseño Gráfico y quería conseguir un trabajo en una empresa para poder comprar un carro y un departamento. Sin embargo el menciona que con el tiempo se dio cuenta que eso no lo hacía feliz. Actualmente se considera a sí mismo como campesino y se dedica a las labores del campo dentro del FARO .

El aseguró que en este recinto cultural encontró distintos tipos de pensamientos que le han ayudado a ver de otra manera el mundo y la vida Ha encontrado personas que ya son «puntos clave» en su vida.

«El FARO  es una hoja en blanco, solo falta que alguien llegue y dibuje, cree, que haga algo,. Que nos quitemos esa mentalidad de que es un centro cultural, que solamente se viene a tomar un taller o aprender un oficio para ganar dinero…es u lugar donde uno puede ser uno mismo, donde puede ser uno libre, donde puede generar lo que su mente le de «.

A pesar de que la zona donde se encuentra el FARO es una zona en la que se carece económicamente Juan Andrés asegura que «la gente no se valora por eso, tiene más inteligencia y más corazón

“Esta canción  para siempre se va… aunque tú ya no estés jamás”

“Mi vida antes del FARO era monótona, la escuela, las terapias, el hospital…yo siempre he sido alguien que rompe esquemas en todo, y  al principio me costó mucho trabajo que el FARO se adaptará a mí, pero lo conseguí”

Uno de los casos de superación más notables dentro del FARO es el de  Iveth Guadalupe,mejor conocida por los usuarios de este lugar como Lupita y que además lleva seis años siendo parte del FARO. Ella contó que “para poderme quedar en el FARO lloré lágrimas de sangre, era una situación en donde me decían que no podía entrar a ningún taller porque pensaban que no podía hacer nada, y yo pensaba ¡¿cómo saben qué no puedo hacer nada?! si no me han visto”.

A pesar de su condición, Lupita no ha dejado de crear arte y de hacer lo que le gusta, pues aún baila danza contemporánea y canta. Ella dijo que dentro de este lugar “[…]he llevado a cabo muchas ideas, he ido a diferentes lugares, hace cinco años y medio estuve en el Vive Latino cantando con los Raperos y fue una experiencia bien chida, también he estado en Bellas Artes , nunca me imagine estar ahí”.

“Pronto terminaré mi libro en donde narro mi historia de vida para que otros jóvenes con capacidades diferentes puedan seguir sus sueños y que no los trunque nada, también estamos produciendo un disco que habla sobre las cosas que viven la juventud en especial los que tienen capacidades diferentes” Dijo Lupita con una sonrisa en el rostro.

Como los dos jóvenes anteriores Lupita describió al FARO como “[…] un lugar que te hace crecer como persona, te hace convivir con el entorno que te rodea…muchas personas se espantan de la zona, y pues yo me meto en todos lados y nunca me a pasado nada y es muy divertido estar aquí”.

Sin embargo, ella explicó que “[…] ahorita sentimos que el FARO tiene un pequeño cambio, y si nos afecta a los que hemos crecido aquí, porque queremos ver que siga viniendo más gente y que haya más cosas y en estos momentos está como en pausa, se está renovando y esperemos que no muera y que aguante otros años.”

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