Aplastados entre elefantes y burros
/Por Rogelio Faz/
El que Hillary Clinton sea mañosa, mentirosa y maquiavélica, y Donald Trump un político improvisado, impulsivo y arrogante, no necesariamente determina que sean malos gobernantes. De antemano esas podrían ser sus virtudes.
Recordemos que la historia universal está llena de individuos que en lo personal han sido un desastre y en lo público unos cínicos, lo que los distingue es su sangre fría para tomar decisiones aun sobre los llamados daños colaterales en beneficio de la prosperidad y la paz, según sus criterios.
Pero nos han hecho creer que la democracia la integran políticos casi santificados, de una sola pieza. Así se nos inculcó desde la educación básica. Pero al escudriñar descubrimos que, como se dice popularmente, ‘la historia la escriben los ganadores’, es decir, que los supuestamente buenos en sus quehaceres también cuentan con sus exabruptos no acordes a los ideales que predican.
Qué bueno que aparentemente los bien intencionados se vienen imponiendo a pesar de sus barbaridades y contradicciones. Pero de que las cometieron las cometieron.
Claro que los villanos, o sea los perdedores, se llevan la peor parte pero más que por sus incongruencias políticas por su estupidez al sentirse omnipotentes, aislándose de la aceptación popular que los conduce a cometer errores de cálculo político, inclusive militar y como si fuera poco en su contra.
Los candidatos Clinton y Trump en el trajín para llegar al poder presumen sus virtudes, pero hoy día con la comunicación digital se conocen sus excesos hasta por ellos mismos con sus ‘tuiters debates’, que no aportan nada a la herencia de La Ilustración y El Razonamiento. Dando la impresión de tener un pleito entre “teenagers”, pero lo más trascendental es: sortear el arte de la articulación política con la aceptación popular.
Estados Unidos como país líder en lo económico, político, militar y democrático, no solo está en juego la presidencia de la nación, sino un posible ‘nuevo orden mundial’. Y como en el mundo de las comunicaciones ya todo se sabe de los intereses “ocultos”, la decencia o la ética ya no están a prueba pues es de todos sabida, sino la maquinaria del arado político que aplasta o arrasa todo lo que no le es fértil.
En otras palabras, el vencedor no necesariamente será la mejor o el mejor ciudadano, como sucedía en México cuando se decía que el candidato elegido era el mejor mexicano, hablar mal de él era hablar mal de México, un pecado, traición a la patria.
Si preguntamos quién sería mejor entre Clinton y Trump, la respuesta dependerá de qué lado usted quiere estar parado de la historia, y quizá no sea necesariamente por la honradez o visión de país que tenga el candidato o candidata.
Votar por Hillary Clinton solo porque es mujer no hace honor a un voto democrático. Primero, porque no garantiza transparencia como exigen los puros. Trump representa un riesgo por decir las cosas al ‘chile’, que para los mexicanos debería ser una virtud pero ahora resulta irritante. Tal parece también hace las cosas en ‘caliente’, un peligro más.
Después de las convenciones de Republicanos y Demócratas y de oír entre emotivos y acartonados “speeches”, en lo que corresponde a los latinos en EU, la moneda sigue en el aire esperando a que esta caiga en la palma de los que escriben la historia.
Ambos en política exterior con respecto a Latinoamérica empezando por México, no hacen mucha diferencia excepto en la forma y el lenguaje. Hillary tiene su guardadito maquiavélicamente mientras que Donald nos lo dice al chile y en caliente. Estamos atrapados entre torpes paquidermos y tercos asnos.