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Dulces mexicanos, conocer su historia es saborearlos

  • A sus 45 años, los recuerdos de don Edmundo están frescos, como miel caliente lista para endulzar su relato: “aquí en San Martín la familia más bien se dedicaba a la carnicería y la paletería. Eso dejaba y pues de ahí vivíamos, pero por mera curiosidad yo subía a la azotea donde mi tío, padrino de mi hermano, le enseñaba a hacer los dulces con la receta que un señor español le dio; y nada más viendo, fue como aprendí”

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/Por Maricarmen Martiñon Bobadilla/

Cuautitlán Izcalli.- ¿Alegrías todos los días? …. El corazón y las manos de don Edmundo en su puesto de dulces tradicionales (Foto de Maricarmen Martiñon).Cuautitlán Izcalli.- ¿Alegrías todos los días? …. El corazón y las manos de don Edmundo Martínez sí lo pueden lograr con sus nueces, cacahuates garapiñados, pepitas, alegrías, amarantos, obleas y gomitas que utiliza para la elaboración de sus dulces tradicionales, en su taller de San Martín Tepetlixpan, uno de los 13 pueblos de Cuautitlán Izcalli.

“Mi tío, Rodolfo Aguilar, trabajó en una fábrica de dulces, donde hacían el Kori y la Nucita y muchos dulces más; pero esos no le gustaban tanto, porque nada más empalagaban. No hay como lo de uno, lo de su pueblo lo tradicional, por eso cuando salió de la fábrica dijo: yo voy a hacer mis dulces y así empezó con el taller, en la azotea, y la familia le entró”.

A sus 45 años, los recuerdos de don Edmundo están frescos, como miel caliente lista para endulzar su relato: “aquí en San Martín la familia más bien se dedicaba a la carnicería y la paletería. Eso dejaba y pues de ahí vivíamos, pero por mera curiosidad yo subía a la azotea donde mi tío, padrino de mi hermano, le enseñaba a hacer los dulces con la receta que un señor español le dio; y nada más viendo, fue como aprendí”.

La producción de dulces tradicionales, de don Edmundo, ya no se hace en la azotea. Ahora la lleva a cabo en un pequeño taller de no más de 3 por 4 metros cuadrados; una parrilla, dos mesas, y una pequeña estufa, ollas de peltre moldes, utensilios de cocina; y el indispensable cazo de cobre. Su esposa, María de Jesús, se dedica al hogar y a cuidar a sus 2 hijos, de 10 y 22 años, quienes no heredarán las recetas, porque prefieren los estudios y llegar a ejercer una profesión, aunque en casa, de pasadita en pasadita, siempre dan un “pellizco” al dulce que más se les antoja.

En el taller están las obleas, similares a media rebanada de un sol de diversos colores cuyos rayos tienen forma de pepitas; las palanquetas, con esa apretada fusión de semillas que el baño de miel hace brillar; luego los bombones, las gomitas y toda esa mezcla de sabores y colores que tienen los dulces mexicanos, cubiertos normalmente por una bolsa transparente orgullosos de no necesitar alguna envoltura especial para admirar.

“Yo creo que sé más de 100 recetas y eso que mi hermano no me diò todas, pero van saliendo solas. Por ejemplo, al hacer el dulce de guayaba sale el ate y La jalea, explica don Edmundo Martínez. “Con el amaranto, la alegría. A la natural le aumento el chocolate; de ahí se va uno a la oblea con amaranto; a la alegría con bombón, que por cierto esa yo la inventé y sabe muy buena”

Y así el artesano sigue, literalmente engolosinado, su recuento de recetas: “De la pepita pues está la salada y ahora también la enchilada; de la nuez, salen varias: la caramelizada, garapiñada y las galletas; pero la receta estrella, las que más se venden son las gomitas de rompope y las azucaradas, será porque endulzan y además marean” bromea.

Don Edmundo Martínez es originario de San Martín Tepetlixpan, que quiere decir “Frente al Monte“. Su pequeño taller forma parte de los productores y artesanos de las Comunidades de los 13 Pueblos de Cuautitlán Izcalli, que se agrupan en “Creando arte”. Ésta Asociación Civil tiene la finalidad de dar a conocer y comercializar sus productos. Los artesanos van de feria en feria ofreciendo su trabajo como microempresarios.

“Antes, en San Martín, muchos se dedicaban a la producción de dulces tradicionales, de eso vivían, pero la tradición como que ya se está perdiendo. Ahora lo que más deja es la producción de juegos pirotécnicos, pero eso de jugar con fuego es cosa del diablo, yo mejor me la llevo tranquila”, comenta el orgulloso micro empresario que de verdad se regodea con el sabor de sus jornada diaria de trabajo.

“Una buena producción de dulce, es trabajo de unas 12 horas en las que hago: 5 kilos de cacahuate, 2 de pepita, 2 de nuez y como 2 de alegría. Primero junto todo encima de una de las mesas, en la otra tengo mi parrilla, con el cazo de cobre, que es indispensable; y de 8 de la mañana a 8 de la noche o sea de “Sol a grillo” no paro de trabajar ya que todo se enfría. Luego viene la embolsada, esa es más latosa porque es trabajo lento y medio aburre. Cada bolsita se vende entre unos 12 o 20 pesos, varía según el producto. Luego se mete en las cajas para transportarlas y de ahí al carro para irnos de plaza en plaza, o de feria en feria. Voy a toda la que me invitan…y si no me invitan pues también llego…” bromea el artesano.
Y con ese entusiasmo Don Edmundo y su familia llevan a todas partes nuestra tradicional alegría, en forma de dulce mexicano.

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