Por María Teresa Ortuño Gurza
Presidenta Ejecutiva de Suma por la Educación
Recientemente, SUMA POR LA EDUCACIÓN en colaboración con el Centro de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos en México y el Club de Educadores por Excelencia, realizamos el “Congreso DOCE”, a fin de ayudar a los profesores a tener mejores herramientas para llevar al aula.
Durante la inauguración, el investigador chileno Daniel Salinas presentó el estudio que la OCDE llevó a cabo para conocer las causas del bajo rendimiento que obtuvieron los estudiantes de 64 países que presentaron la prueba PISA. Vale la pena comentarlo.
Este instrumento que se realiza cada trienio a jóvenes de 15 años evalúa las habilidades que han adquirido, principalmente, en lectura, matemáticas y ciencia. Los resultados, con fecha 2012, señalan más de la cuarta parte de los jóvenes no alcanza el nivel básico de conocimientos y habilidades en al alguna de esas tres materias. En algunos países, como México, la cifra es mucho mayor.
PISA ha demostrado que sus resultados dependen de las políticas educativas y no de los niveles de ingreso promedio de cada país.
La OCDE sugiere atacar el problema en sus diferentes dimensiones: crear entornos de aprendizaje exigentes que apoyen a los alumnos; lograr la participación de los padres de familia y de las comunidades; alentar a los jóvenes a aprovechar las oportunidades educativas; identificar a los estudiantes en riesgo de rendimiento bajo y ofrecerles apoyo focalizado a ellos, sus escuelas y familias; ofrecer apoyos especiales a alumnos inmigrantes, de minorías lingüísticas y zonas rurales; atajar estereotipos de género; reducir las desigualdades en el acceso a una educación temprana. El compromiso de los docentes con sus alumnos es también un factor clave.
Las consecuencias del bajo rendimiento no sólo afectan a los jóvenes, sino también a sus países. Si lo vemos desde el punto de vista económico, el valor actual de las futuras ganancias económicas derivadas de lograr que todos los alumnos de 15 años alcanzaran al menos el nivel básico de rendimiento de PISA, sería de 13 veces su PIB actual, que podría alcanzar un crecimiento medio de 28% en los siguientes 80 años.
Así planteado, el costo de apostarle a la educación es mínimo, comparado con los efectos benéficos que tendría en nuestros países. Ahora imaginemos todo lo que no es económico: la autoestima de esas personas, el futuro que brindarán a sus familias, la opinión que tendrán de sí mismos, la sociedad que pueden ayudar a construir, el potencial que ayudan a otros a desarrollar.
Los 64 países que participan en la prueba PISA tienen estudiantes de bajo desempeño. Sólo que los cuatro países con mejores resultados, Shangai, Singapur, Hong Kong y Corea, tienen a una cifra inferior al 10% de sus jóvenes en el nivel más bajo, mientras que México tiene al 55% de sus adolescentes en este nivel de insuficiente.
La solución no es imposible: la OCDE propone aplicar prácticas exitosas de otros países. ¿Lo haremos?