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México de mis recuerdos

  • Era común ver a una que otra personalidad por esos lugares comprando los tradicionales «judas». El muralista Diego Rivera era asiduo al lugar

/Rafael Castellanos Jiménez/

unnamedLa zona de la Merced, en la ciudad de México, tiene muchas historias. En la segunda mitad del siglo pasado el Sábado de Gloria se festejaba en las calles de Talavera y de Corregidora. En Talavera, que está ubicada entre las calles de El Salvador y Uruguay, los bodegueros que tenían sus locales en ambos lados de la calle, compraban los «Judas» para “tronarlos”.

En el centro de la calle colocaban los «Judas» y les pegaban cajas con zapatos, con tenis y otros regalos, puntuales a las 12.30 horas, comenzaba el espectáculo. Las figuras de cartón asemejaban diablos o políticos y daba lo mismo. Al “quemarlos”, tronaban los cuetes, era día de fiesta y tradición. Los ayudantes de las bodegas lanzaban calabazas y jitomates en mal estado que les caían a los que estaban disfrutando del festejo.

unnamed (1)En Corregidora los comerciantes también ponían cajas con regalos en los «Judas». Al explotar los cuetes, las cajas con regalos caían y la gente los recogía.

El «Diablo», personaje característico.En la calle de Talavera, al principio de Uruguay estaban dos puestos de madera cubiertos con techos de lámina a dos aguas. Ahí Luis, un hombre entrado en carnes, de lentes gruesos –que la gente decía que eran de fondo de botella–, vendía queso, crema, queso molido y en la misma calle, en el número 10, Ramón y su hija Bertha atendían una bodega donde ofrecían chile seco y cajas de calabaza, así como otros productos. Ellos vivían en un departamento arriba de la bodega.

El Sábado de Gloria tenía mucha tradición en la Merced. En la zona de lo que ahora es el mercado Sonora vivían los artesanos que hacían los «judas».

A la zona llegaban los compradores de «Judas» de todas partes de la ciudad, quienes disfrutaban del festejo en la Merced y en las distintas zonas donde vivían.

unnamed (2)Era común ver a una que otra personalidad por esos lugares comprando los tradicionales «judas». El muralista Diego Rivera era asiduo al lugar. Ahí compraba las figuras monumentales que acostumbraba colocar en la casona de Coyoacán, donde vivía con Frida Kahlo. Carmen Rebolledo y Pedro Linares López –ya fallecidos–, vendían los «Judas» a Rivera.

Don Diego –como le decían los artesanos– compraba los «Judas» todos blancos, sin pintar, sólo con los ojos y la boca, que daban forma a la cara de aquellas figuras que iban entre el 1.70 a dos metros y de alto. Aún se conservan los últimos que compró antes de su muerte.

Felipe Linares Mendoza, hijo de Pedro Linares López, conserva la tradición de hacer judas y venderlos en esta época.  El resto del año, elabora alebrijes, figuras muy preciadas para nacionales y extranjeros de la “cartonería mexicana” nacida en la época del Virreynato.

Qué tiempos aquellos señor Don Simón…

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