Bullying vial, fijo y móvil, impone GCDMX
Por Luis Repper Jaramillo*
Y… no es que queramos ver sólo lo malo del GCDMX, pero éste se empeña en hacer las cosas mal. De por si su nuevo Reglamento (recaudatorio) de Tránsito es un acto de acoso a los automovilistas por la presión que ejercen las intimidatorias “fotomultas”, que lejos de corregir una potencial infracción, se convierte en bullying vial, que de suyo viola el derecho humano de movilidad.
Las “fotomultas” son una acción dictatorial, que si bien todo ciudadano libre sabe que infringir el reglamento de tránsito ocasiona una multa, éste es acosado, presionado, psicológicamente predispuesto a sufrir y no disfrutar la conducción de su auto ante el inminente castigo que recibirá porque una fotografía fija o móvil, representará una erogación económica no presupuestada.
Las fotomultas son un negocio, en donde la autoridad pública (Gobierno de la Ciudad de México) regaló a un particular la potestad de acumular más de 5 mil multas diarias, 150 mil al mes, en donde el concepto ganar-ganar quedará en dos arcas, la empresa poblana Autotraffic, operadora del equipo y el GDF, quienes se repartirán el dinero de la siguiente manera 46 por ciento para el particular y 54 por ciento para la autoridad pública.
En pocas palabras, aunque Miguel Ángel Mancera, jure y perjure que no existirá el “entre”, la “cuota”, el “ponte la de la franja”, exigirle a Autotraffic, levantar al menos 5 mil fotografías diarias, es una muestra de que “el entre” no se ha erradicado. Al respecto el jefecito de gobierno dijo: “eso que dicen que va haber cinco mil multas, que hay una cuota, eso son mitos, o sea de ninguna manera, nunca hemos tenido ese número ni vamos a tener ese número ni se le va a pedir una cuota, no lo permitiría”
Sin embargo, es verdad. El particular operador y dueño de las cámaras deberá entregar a la Secretaría de Seguridad Pública, esa cantidad de imágenes –para que el negocio sea rentable- Ésta hará llegar al domicilio del “infractor” la boleta con la multa explícita y la foto del auto que supuestamente haya cometido la falta.
Pero, como los capitalinos son muy perspicaces y de inmediato ubicó las cámaras enemigas, el GCDMX y Autotraffic se sacaron de la manga un recurso recaudatorio: de los 58 radares autorizados en vías primarias, cruceros concurridos, avenidas importantes y calles secundarias, 25 serán itinerantes, es decir, móviles, colocadas en automóviles no identificados (sin cromática oficial del GCDMX), para que el operador fotografíe a discreción y a su criterio autos que supuestamente cometan infracciones.
¿Qué es esto, amigo lector?, ni más ni menos, que acoso, bullying vial, pues al manejar su auto, usted lo hará bajo amenaza, pues en cualquier momento un vehículo vecino, contiguo lo flasheará y usted quedará en la más absoluta impotencia.
Esto es una acción persecutoria. Lo cazarán inmisericordemente, porque el operador de las fotomultas tiene la obligación de “entrarle” con 5 mil pruebas de violación al Reglamento de Tránsito diarias (porque él no tiene facultades para infraccionar), es un tercero a quien obsequiaron un poder, que sólo la autoridad por Ley y legalmente corresponde, que se traduce en negocio.
Reglamento y fotomultas se convirtieron en una presión psicológica contra el automovilista, ya que al momento de sentarse frente al volante, le viene a la mente dos conceptos: la fotografía vial y el articulado.
Para sustentar esta idea, consulté a un psicólogo, un profesional del sique, egresado de la Universidad del Valle de México, Oscar Godínez Cervantes, quien sostiene que una vez implementado el Reglamento, (con su monserga las fotografías viales), al manejador le genera estrés, ha afectado su estado emocional, traducido en temor, angustia, miedo, distracción.
“El hecho de asumir la responsabilidad de manejar, transforma la personalidad del conductor, porque integrarse a la selva de asfalto, de suyo es un reto y si a esto le sumamos, dice, las acciones persecutorias, acosadoras de un ordenamiento restrictivo, atenta incluso contra la integridad física y mental de la persona”
Más aún, explica el especialista, “que yo recuerde, Mancera Espinosa, jamás implementó una campaña de orientación, de conocimiento, de familiarización con el Reglamento. No utilizó los medios populares para explicitar cómo se aplicarían las infracciones, como la televisión, la Internet, la radio, los cineminutos y si a esto le sumamos que los conductores carecemos de cultura cívica, vial, esto se convirtió en un coctel peligroso, del cual los únicos perdedores somos quienes conducimos un auto y no actuamos con precaución”
Godínez Cervantes, experto en el comportamiento conductual de las personas, considera que el hecho de saber que de manera fija o móvil las fotomultas “están ahí, a nuestro paso” ha generado un estado paranoico, que lleva irremediablemente a estrés, pues el conductor se desconcentra al mirar insistentemente el velocímetro, evadir las cámaras fotográficas, adivinar si alguno de los autos con quien comparte la vialidad porta fotomultas y la propia carga vehicular que irrita, molesta y altera los sentidos.
Seguramente lo anterior, descrito por un psicólogo, jamás lo consideraron las “materias gris” que diseñaron, conceptuaron, redactaron y decidieron imponer un nuevo reglamento de tránsito, nunca, pues como dije en la entrega anterior, esto se redactó, se platicó y se ordenó desde las rodillas de Mancera, de los Diputados de la ALDF, de los Secretarios de Seguridad Pública y el de Finanzas, en la comodidad de sus mullidos sillones de piel en oficinas con calefacción y aire acondicionado, con objetivo recaudatorio hacia el 2018.
El Reglamento no tendrá marcha atrás, es una decisión tomada, dijo el jefecito de gobierno, al regresar de su viaje por París, Kuwait y Dubái, cuando Senadores y Diputados de la ALDF le había exhortado a retrasar 60 días su aplicación y sobre todo el castigo de las multas, porque aun los conductores no se había familiarizado ni con la ley y menos con el bullying de las fotomultas. Esto evidenció que a Mancera le urgía imponer su capricho, ante el descontento y rechazo no sólo de automovilistas, sino de la población que lo catapultó en 2012 a la Jefatura de Gobierno.
El mal ya está hecho. El enfado popular es generalizado y como para “lavar un poco sus culpas”, recula poquito y autoriza que habrá un periodo de “familiarización” y que no habrá imposición de multas, sino amonestaciones –en casos no graves como atropellamiento, choques fatales, etc.- pero no dijo que se hará con las más de 23 mil sanciones que en sólo 3 semanas han fotografiado sus cámaras viales. Seguramente aplicará la respuesta oficial de siempre “primero pague y después averiguamos”, o lo que es lo mismo, dice el refrán popular mexicano “lo caído, caído”
El hecho es único. El reglamento y las fotomultas viales manceristas han provocado estrés social y su único remedio, dispone, es retrasar las sanciones, pero no condonarlas e imponer su “juguetito recaudatorio”, pese al rechazo e inconformidad popular. Así se gobierna en la CDMX.
*Miembro de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT)