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El vagonero ilustrado

  • El personaje de marras llevaba un hilado discurso que, debo reconocer, sacudió a los somnolientos ciudadanos y ciudadanas usuarios del Metro en esa línea que corre de Indios Verdes y hasta la UNAM, porque les reprochó, con pinceladas de chantaje en la oferta de su producto, ser parte de la masa iletrada

/Moisés Sánchez Limón/

Moisés Sánchez Limón
Moisés Sánchez Limón

Hace unos días, en uno de esos viajes mañaneros de enlatados ciudadanos en el Metro, escuché la oferta comercial de un vagonero ilustrado. Con aceptable dicción hacía gala de un bien estudiado mensaje manipulador salpicado de mentiras y verdades a medias, ofrecía varios centenares de obras de la literatura mundial comprimidos en un disco compacto mp3.

El personaje de marras llevaba un hilado discurso que, debo reconocer, sacudió a los somnolientos ciudadanos y ciudadanas usuarios del Metro en esa línea que corre de Indios Verdes y hasta la UNAM, porque les reprochó, con pinceladas de chantaje en la oferta de su producto, ser parte de la masa iletrada.

Prácticamente nos tildó de incultos, enemigos de los libros, asnos renuentes a ilustrarnos porque, de una letanía de más de un centenar de títulos y autores, nadie se atrevió a alzar la mano y responder que sí, en efecto, había leído por lo menos al Libro Vaquero, aunque éste no lo mencionó el vagonero ilustrado.

Es posible, sin duda, que nadie supiera quién diablos fue el señor Carlos Marx ni Aldous Huxley o Edgar Ala Poe. ¡Ah!, pero el meollo estuvo en ese rosario de mentiras, lugares comunes y reproches del ¿licenciado?, ¿filósofo?, ¿docente desempleado? Porque, de la recitación de corridito de los autores y obras, el licenciado vagonero pasó a la crítica básica contra el presidente Enrique Peña Nieto y, de ahí en adelante, a la pléyade de diputados y políticos del PRI, PAN y PRD, menos a los de Morena. ¡Vaya casualidad!

Casualmente, el licenciado vagonero evitó olímpicamente despotricar contra Morena, los legisladores morenos y el presidente del Consejo de Administración de Morena, S.A.

Y, bueno, lo mismo juraba no beberse ni un mililitro de Coca Cola que evitar ver televisión porque, presumió ante el adormilado-despejado auditorio, era la caja idiota y, pues vaya, él no tenía hígado para chutarse un encuentro de futbol, deporte al que calificó, de hecho, como una actividad en la que 22 imbéciles pelean una pelota.

Así, con la convocatoria a los usuarios del Sistema de Transporte Colectivo Metro, de no convertirse en sibaritas de la lectura y críticos del sistema político, el licenciado vagonero criticó a los diputados por gastarse millonadas en no hacer nada, aseguró que los servicios del IMSS y del ISSSTE se van a privatizar, tal y como han acusado los legisladores de Morena en la Cámara de Diputados.

No me quedó la menor duda de que este licenciado vagonero sirve a la causa de Morena, S.A., y de su presidente Andrés Manuel López Obrador. Por supuesto nadie le cuestionó. Mentiras a medias, verdades ídem. Ese vendedor ilustrado, por lo menos no usaba apuntador en la letanía de nombres y títulos, se congratuló por haber vendido de un tirón unos seis discos compactos con centenares de libros clonados.

Pero, mire usted, vender un discurso llenos de descalificaciones contra el gobierno, en un vagón en el que viaja más de un centenar de ciudadanos que van a cumplir con una jornada de trabajo con salario miserable, por supuesto compra el CD para ilustrarse pero, sobre todo, con simpatía hacia el licenciado vagonero que voz en cuello dice, critica, descalifica todo aquello que no se atreve a denunciar públicamente. Chamba es chamba y los hijos no comen discursos.

Así, recurrentemente, vísperas de los procesos electorales y en la cresta de éstos, cuando las diferencias de procedimiento, más que de carácter ideológico, de uno y otro partido se acusan mutuamente de invocar imparcialidad, abuso en los recursos propagandísticos y todos esos etcéteras motivados por la desesperación de transitar con pérdidas de terreno electoral.

Por eso, apenas es normal que la diputación federal del Movimiento de Regeneración Nacional haya acusado –mentira a medias– a los prohombres del priismo nacional de estar desesperados porque, presumen, Andrés Manuel López Obrador no puede ser sancionado por el árbitro electoral, toda vez que, dicen, el tabasqueño no ha incurrido en ilegalidad alguna en el uso de los tiempos oficiales.

Ese es un punto de suyo subjetivo del que, con un poco de voluntad jurisdiccional despojada de simpatías, se concluiría que no necesariamente López Obrador debe hablar explícitamente de Andrés Manuel López Obrador como candidato a la Presidencia de la República en 2018.

No, señoras y señores, un ejercicio básico determina que todo aquello que tiene plumas de pato, pico de pato, patas de pato y cola de pato, simple y llanamente ¡es un pato!

Y el presidente del consejo de administración de Morena, S.A., promueve su imagen, alude al plural cuando refiere que, por ejemplo, de llegar a gobernar al país en 2018 ni un solo estudiante se quedará fuera de la educación superior.

Es una ofensa al sentido común. Reitero: no es necesario que el señor López llame a votar por él, a simpatizar con él. No, la sola referencia al plural que lo incluye en el spot de Morena y, sobre todo, con la referencia de que desde hace rato aspira a ser Presidente de México, lo demás huelga ser analizado profunda y sesudamente lo mismo en el INE como en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

En su discurso del domingo último en Quintana Roo, investido como presidente de Morena, López Obrador aprovechó para descalificar a Margarita Zavala y sostuvo que aun cuando Felipe Calderón quiere que sea candidata a la Presidencia de la República en 2018, no se podrá porque, aduce el presidente de Morena, el pueblo no es tonto.

¡Claro! Los mexicanos no somos tontos, de haberlo sido ya habría ganado la Presidencia de la República y sus mítines no exhibirían esa pobreza de asistentes. Y aunque mi amigo Paco Gómez Maza me reprocha ser crítico del tabasqueño, ¡caray!, pues éste da pauta para ser materia de crítica como ente público que es.

No, no somos tontos. Y sabemos distinguir entre un promocional de un partido político y la promoción de la imagen de un candidato en campaña.

Por eso, ahora que los diputados federales de Morena aceptan debatir con el PRI acerca del sistema de comunicación político electoral, más allá de su pretensión por frenar la comunicación que Morena hace en tiempos oficiales a través de su principal dirigente Andrés Manuel López Obrador, ignoran supinamente que los mecanismos aprobados en la más reciente reforma electoral determinó reglas en la contratación de espacios propagandísticos en los medios de comunicación, sí, esos a los que un día sí y otro también el señor López descalifica pero que estuvieron de tal suerte amenazados con demandas penales que, incluso, les habrían llevado a la quiebra con sanciones millonarias por entrevistar a un candidato y que ésta entrevista fuese calificada de propaganda pagada.

¿Cuántos vagoneros ilustrados y capacitados para descalificar a panistas, priistas y perredistas veremos y escucharemos ya no solo en el Metro, sino en cualquier sitio público? Si esto no es campaña, alguien desaprovecha la oportunidad de promover, voz en cuello de estos personajes, su oferta política. Digo.

MIÉRCOLES. Por cierto, este jueves la chaviza periodística agrupada en el Club Primera Plana, tiene a Jorge Gaviño Ambriz, director del STC Metro. Conste.

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@msanchezlimon

Vanguardia Digital

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