- La democracia adolece de un gran defecto. Un candidato a un puesto de elección popular y un famoso de la televisión necesitan tener un requisito fundamental: fama. ¿Que los distingue para ser exitosos electoralmente? Creo que una sola cosa hilarante: uno es mas famoso que otro
/Por Héctor Pérez Estrada/
Lee uno libros o artículos de supuestos expertos en campañas políticas y centran sus teorías solamente en la popularidad de los candidatos y en la forma en que los electores los perciben. Es decir, no les falta razón al tratar de armar un producto que sea vendible electoralmente. Y por esta forma de ver la política, paradójicamente, estamos verdaderamente atrasados.
En un paìs como el nuestro con baja instrucción, los comediantes, los futbolistas, los impreparados para el ejercicio de la política tienen mas oportunidad que los realmente preparados para ejercer los altos cargos en el parlamento o en la función pública.
La democracia adolece de un gran defecto. Un candidato a un puesto de elección popular y un famoso de la televisión necesitan tener un requisito fundamental: fama. ¿Que los distingue para ser exitosos electoralmente? Creo que una sola cosa hilarante: uno es mas famoso que otro
¿Y las capacidades para ejercer el puesto con la competencia que requiere el bien común, las políticas públicas y la vinculación a los graves problemas reales? Esa es una pregunta muy difícil y profunda para un pueblo mágico como el nuestro que sabe de sus graves problemas pero que su grado de instrucción le dice que aquel personaje que llene su emoción es el que solucionará su problemática. ¡Hágame el favor!
Los partidos políticos, entre otras muchas razones, han entrado en crisis porque exhiben dos graves deficiencias. Una, la incapacidad para ser instituciones que gestionen con eficacia asuntos de bien común, y dos, no son dirigidos por personajes con cierta capacidad estadista que sepan idear procedimientos internos para revestir a sus candidatos con fortalezas reales para las propias candidaturas.
Tendrá que llegar el tiempo en que los partidos políticos sean obligados por la ley a que sus candidatos estén muy preparados en el tema que llevarán al congreso cuando de candidatos pasen a ser legisladores, y si aspiran a ser Alcaldes deben tener una clara idea de que harán con la ciudad que tendrán a su cargo. Y si quisieran ser gobernadores el nivel de exigencia es mayor. Antes de que un candidato de la cara a los electores, la ley debería obligar a los partidos políticos, a cumplir un proceso riguroso de preparación y dominio de ciertos temas, de capacidad discursiva, de curriculas impecables desde el punto de vista ético, sin cuentas pendientes con la ley, etc Si no es así la propia ley debería impedir la categoría de candidato, ya que los partidos han caído en el juego electoral perverso de ganar las candidaturas con figuras notables pero impreparadas que hacen mucho daño a la política y al servicio público, y el resultado inmediato es la decepción ciudadana.
Si la calidad no se ofrece en el proceso de formación de candidaturas no tendremos personajes que trasciendan la política, pero eso sí, tendremos fabulosos y encantadores arlequines ejerciendo un oficio para el que se requiere mucha preparación y profesionalismo, y gran formación ética.
Queremos atajar la proliferaciòn de malos políticos y candidatos: la solución es que los partidos formen candidatos y políticos. Y entonces sí que la mercadotecnia se encargue de hacerlos guapos y simpáticos. De la forma contraria no es posible.
Las campañas políticas se han vuelto la película que proyecta nuestra mediocridad para hacer política.