- Si votas y te vas no esperemos un mejor país, un mejor estado, un mejor congreso, un mejor municipio o una mejor delegación, ¿por qué tendría que pasar?
Por Felipe Galindo
@galindoenlinea
Hemos sido testigos de las diversas muestras de alegría post electoral por la participación de la gente que apenas aumentó algunos puntos porcentuales, cifras alegres de la votación que históricamente se da por los el fenómeno que no se si hoy llamarlo todavía «voto duro» de los partidos, pero sí de la gente que decide salir a las urnas en los elecciones intermedias.
Sin embargo la lectura aunque es buena, francamente con las ocurrencias electoreras de los partidos en el poder, sus respectivas oposiciones para llamar al voto y los resbalones del árbitro electoral, el panorama estaba para que cayera estrepitosamente el nivel de participación ciudadana.
Tan es así que ni sus campañas de ñoñez/ausencia neuronal absoluta del PAN tarareando fragmentos de música clásica, ni el PRI respondiéndole con la misma altura discursiva, ni el Verde con su empecinada obsesión por rebasar la línea de la legalidad con twittazos de celebridades, tan sólo por mencionar una de tantas, o candidatos que les dio por cantar, bailar, no menos opacados por equipos de campaña que tratando de apoyarlos lograron un video considerado el peor para una campaña política.
Sumado por supuesto el desliz del árbitro Lorenzo Córdoba, evidenciado por la filtración de una llamada, por cierto ilegal, que nos costó al menos 10 mil dólares para hacer «control de daños» trayendo a Rigoberta Menchú para limpiar su «imagen pública y callar conciencias indignadas que no tardaron en razgarse las vestiduras.
O qué decir de la muerte de candidatos y/o sus cordinadores de campaña, del escenario de violencia que era inminente o la declaración de guerra de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, los gorilas de la CNTE, vamos, todo eso en 45 días de campaña obligatoria, todo eso dosificado día, tarde y noche, no logró frenar la vocación ciudadana por salir a votar y apostarse por la democracia, que ha dado resultados fabulosos que incluso pueden llevar a un ex futbolista como presidente municipal para Cuernavaca.
Si dejamos el tema así, si nos felicitamos «porque el INE cumplió sus obligación de hacer elecciones», si felicitamos a los candidatos ganadores como «el Bronco» en Nuevo León, un expriísta que niega su pasado y ante los errores de campaña opositores le juega al hartazgo y gana, dejando el aroma electorero que lo ha candidateado así sin partido para la grande del 2018.
O bien le damos por buena la explicación post electoral al vapuleado secretario de Educación, que algo tenía que decir y no necesariamente la versión real de darle atole con el dedo a la CNTE por parte del gobierno de la República, estirando la legalidad con un «usted perdone pero no había luz para hacer la evaluación de los maestros».
Si solo votamos y nos vamos para regresar el 2018, habremos dejado pasar otros tres años de omisión ciudadana, de interés por las cosas públicas, por saber quiénes ganaron, le habremos dejado la política a los políticos.
Si votas y te vas no esperemos un mejor país, un mejor estado, un mejor congreso, un mejor municipio o una mejor delegación, ¿por qué tendría que pasar?
No sería mejor revisar quiénes quedan en el cargo, ponerlos en nuestros pendientes y hacerles la vida imposible con algo tan sencillo como exigirles que cumplan sus promesas, que revisemos sus plataformas electorales que se supone serán sus planes de gobierno o de legislación, o saber si se van a subir o bajarse el sueldo, o a qué empresas van a contratar, por aquello de los moches o los amiguismos, que hasta hace unas semanas fueron el escándalo de primeras planas y noticieros.
Será que ha llegado el momento o nos quedaremos con el votas y te vas.
