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La llamada del cielo

La llamada del cielo

/Héctor Pérez Estrada/

Héctor Pérez Estrada, abogado, bohemio y autor de la columna "Buzón de Cavilaciones".
Héctor Pérez Estrada, abogado, bohemio y autor de la columna «Buzón de Cavilaciones».

Estos días absorben nuestras mentes. Dejamos la oficina y nuestras actividades diarias y nos sumergimos en ese gran misterio de la Semana Santa, que resume el mensaje neurálgico de nuestro cristianismo.

El Lavatorio de Pies que simboliza la humildad en el servicio y dentro de esa gran ceremonia la institución de la eucaristía y el sacerdocio. Sin la eucaristía no hay nada. Sin la presencia del señor perenne en la iglesia y en nuestras vidas todo carece de sentido. Aquella promesa de Cristo de estar siempre con nosotros hasta el fin de nuestras vidas ha recorrido grandes siglos donde la Iglesia Católica ha estado amenazada, pero por virtud de esa promesa se ha erigido triunfadora y también es una promesa ordinaria en otro sentido porque frente al santísimo podemos desnudar nuestros temores, dolores, expectativas, nuestra vida, y ofrecerlas para que él haga con ellas lo que mejor convenga a su proyecto.

Al leer, previo a este escrito, la obra de Chesterton “la Ortodoxia” también entiendo que nuestro cristianismo es una búsqueda seria pero desenfadada y con gran sentido del humor. La alegría sostiene nuestra ardua búsqueda de la verdad. Y si hemos de recorrer este camino del Viacrucis tenemos que entender que en el misterio de las caídas dolorosas de Cristo se esconde el misterio más grande de su triunfo sobre el pecado y la muerte, capaz de inspirarnos para pelear con todas nuestras fuerzas una batalla que afortunadamente ya está ganada.

Como agradezco a mi abuela haber recorrido tantas veces cuando era niño aquel aburrido Viacrucis en el Sagrado Corazón de Jesús, después de misa de siete de la mañana y posterior a aquellas homilías jesuitas que un niño de ocho años sólo captaba por intuición y entendía poco a poco.

El Viacrucis inicia con un gran liberalismo en los actores que lo viven. Un pueblo que esperaba a un mesías a la altura de su orgullo y arrogancia y todavía hoy lo esperan incapaces de librarse de la diabólica ficción. Un herodes, como hay tantos funcionarios públicos hoy en día, que proclaman el liberalismo del dejar hacer y dejar pasar, regla con la que entregó a Jesús a sus detractores porque no tuvo el valor de enfrentar la verdad. ¿Cuántos funcionarios públicos no cumplen con su deber y sólo realizan aquello que les conviene o lo que es políticamente correcto? La elección de Barrabás en vez de Jesús es ese practicismo que nos permite hacer nuestra voluntad y satisfacer nuestros intereses sin poner demasiada atención a la verdad y a los intereses de los demás.

Pero todo esto tenía que pasar para que el pueblo fuera redimido.

La gran lección para la humanidad son las caídas del señor antes de su crucifixión. Todas, todas, sin excepción nos hacen tener un encuentro con el dolor y el sufrimiento humano. Una verdad que muchos cristianos no quieren o no queremos entender. Cuando la experiencia del dolor, inherente a nuestra naturaleza humana, grave limitación nuestra, y por lo tanto imposible de expulsar de nuestro cuerpo y alma, nos toca en algún momento de nuestra vida, buscamos la anestesia inmediata cual si fuera una gripa para expulsar aquella molestia que nos causa infelicidad. No hemos aprendido que por esos grandes pecados nuestros y de la humanidad, el dolor y el sufrimiento son nuestro personal Viacrucis que nos permite intimar una relación profunda con aquel que nos abrió las puertas del cielo.

Hoy en día muchos jóvenes detestan el dolor o la vulnerabilidad porque es un síntoma looser. Los medios de comunicación han inventado al men frankenstein hecho de poses, de modas, de frases cursis, de un poco de dinero, de relaciones públicas, de éxito temporal, usuario de consejos de imagen…un perfecto idiota fabricado en el laboratorio diabólico para quien el dolor no tiene sentido y es un síntoma de un anunciado fracaso personal.

El dolor es la mejor experiencia para que el hombre llene su ser de trascendencia. No tiene que vivir una vida de dolor, pero el dolor debe ser inspiración para construir una civilización alegre, triunfadora, con esos valores que nos hacen falta para cuando se de el definitivo encuentro con Dios.

La cruz de Cristo nos hizo triunfadores. Toda la Semana Santa, que fue una semana de malas noticias para el Salvador, fueron las noticias del gran triunfo del cristianismo y lo seguirán siendo hasta los últimos tiempos. Felices pascuas de resurrección.

Vivir esta Semana Santa es otra llamada más del cielo.

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